Con acento federal

Por Jordi Sànchez, profesor de Ciencia Política de la UB (EL PERIÓDICO, 03/11/05):

En el debate parlamentario se habló y mucho de Catalunya y de la propuesta que el proyecto de reforma contempla, pero también se habló del modelo de España y de las dos concepciones tradicionalmente confrotadas de España. El de ayer fue fundamentalmente un debate sobre España y su futuro. Por un lado, las voces que apostaron por una España uniforme, y por otro, aquellas que apostaron por la españa plural. Si de las votaciones podemos sacar alguna conclusión, es evidente que ayer la España uniforme salió derrotada por una mayoría más que destacable.

La defensa del proyecto de reforma estatutaria no se limitó, afortunadamente, a plantear aquello tan conocido de ¿qué hay de lo mío? Ni tampoco a lanzar ultimátums. Los representantes del Parlament de Catalunya manifestaron con gran dignidad las razones y los argumentos que han llevado a la Cámara legislativa catalana a aprobar el proyecto que ayer se presentó en las Cortes Generales españolas. Sus voces fueron plurales, como plural es el Parlament que aprobó la reforma. A pesar de los que consideran que éste es un proyecto de Estatut nacionalista, ayer quedó claro que no es así. Es un proyecto donde caben los nacionalistas y los no nacionalistas. Ésta es la gran fuerza que hace viable el futuro del nuevo Estatut, lo que le otorga legitimidad. Y si alguien sigue teniendo dudas sobre esta cuestión hará bien en escuchar las palabras de Manuela de Madre.

Tampoco fueron unas intervenciones maximalistas. Artur Mas, De Madre y Josep-Lluís Carod-Rovira recordaron que era un proyecto presentado para el debate y la negociación. Un debate, eso sí, que no puede dar lugar a una transformación del proyecto de reforma estatutaria que lo haga irreconocible. El propio portavoz republicano, Joan Puigcercós, dijo de manera tajante que el proyecto de nuevo Estatut tiene vocación de plena constitucionalidad, que es tanto como decir que si en alguno de sus puntos el Parlament ha elaborado una propuesta que sobrepasa la Constitución, éstos deberán ser corregidos para adecuarlos a la Carta Magna. Pero si la propuesta catalana rechazó los maximalismos, también desestimó las modificaciones no sujetas a criterios constitucionales.

Un Estatut con contenidos inconstitucionales no es posible; un Estatut de rebajas políticas no sustentadas a necesidades constitucionales tampoco. Y éste será probablemente el meollo del debate político en los próximos meses. Un debate que nadie debería olvidar que no culmina con la votación en el Congreso por una mayoría absoluta, sino con un referendo de la ciudadanía catalana. Nada peor que un Estatut aprobado por el Congreso y no legitimado por la ciudadanía.

ES POSIBLE que la intervención del presidente José Luis Rodríguez Zapatero ya tuviera muy presente estas últimas consideraciones. La claridad con que defendió la identidad nacional catalana con el ordenamiento constitucional permite vislumbrar escenarios donde la pluralidad nacional de España quede explicitada como nunca antes se había realizado. Fue indiscutible su afirmación de que el debate sobre la reforma del Estatut era ante todo una discusión sobre la fuerza de la democracia. Y eso es así porque hasta la fecha el procedimiento utilizado ha seguido estrictamente cauces democráticos, es decir, en el ámbito parlamentario. Y pese a que Mariano Rajoy intenta distraer la atención sobre otras cuestiones, es evidente que ayer no dio respuesta convincente a la afirmación de Zapatero de que este debate era expresión viva de la fuerza de la democracia.

Fue valiente la decisión de Rodríguez Zapatero de afirmar que el mejor futuro de España pasa por una profundización de la descentralización y que con ella cabrá esperar mayor cohesión social y territorial. Ejemplos los hay donde se busquen, y el mismo presidente español citó los numerosos datos que la OCDE ofrece al respecto, como también existen múltiples ejemplos de länders o estados que asumen competencias dentro de una federación mayores que las que la reforma de Estatut contempla para Catalunya.

Ayer a Rodríguez Zapatero se le podía escuchar con acento federal. Hizo visible una tradición propia del socialismo español, como mínimo de una parte del socialismo, que en los últimos años había estado silenciada u ocultada. Ayer se podía recuperar el espíritu de Pi i Margall, por citar sólo a uno de los referentes federalistas más relevantes de nuestra historia.

RODRÍGUEZ Zapatero marcó, como era previsible, la Hoja de ruta que la reforma del Estatut no puede sobrepasar. La tramitación será un proceso de discusión profunda sobre aspectos que con seguridad tensionarán lo que ayer parecía ser una luna de miel entre una mayoría amplia en el Congreso. Rodríguez Zapatero hará bien en mantener el control directo sobre las posiciones que el grupo socialista mantendrá en el debate. Nadie puede ser más consciente que él de que una parte de los peligros que amenazan la reforma del Estatut y el avance hacia la España plural están también dentro del PSOE. Por eso Rodríguez Zapatero no puede hacer dejadez y por eso habrá que agradecerle, como ayer lo hizo Mas, la valentía de haber llegado hasta donde ha llegado en este debate.

El contrapunto lo puso Rajoy, más preocupado en erosionar a Rodríguez Zapatero que en razonar políticamente su postura. Él mismo declinó argumentar su rechazo al proyecto de reforma estatutaria, una más que discutible forma de ejercer la democracia. El PP corre el riesgo de quedarse al margen de la centralidad política. Modificar es de sabios y ayer Rajoy estuvo rígido, previsible e impropio de alguien que aspira a gobernar España en el siglo XXI.