Con confianza y realismo

¿Qué les debemos a las personas amenazadas por la guerra y la violencia? ¿Qué y cuánto podemos soportar? ¿Dónde está el límite de lo que se puede sobrellevar? Cada una de estas tres preguntas está justificada. Ahora bien, si el debate público ya sólo se mueve entre los extremos mediáticamente exagerados del "esto lo sacamos adelante" y el "aquí no cabe nadie más", la cuestión de los refugiados amenaza con desgarrar a nuestra sociedad. Lo que necesitamos es un debate honrado sobre las posibilidades realistas de hacerle frente.

De entrada, la honradez implica algunas constataciones. Sí, la gran mayoría de las personas que buscan refugio en nuestro país efectivamente huye de territorios en guerra o asolados por conflictos civiles o de regiones limítrofes.

Sí, hemos tenido un elevado porcentaje de personas en busca de refugio procedentes de los Balcanes occidentales. Pero estas personas no tienen ninguna posibilidad de que se les reconozca el derecho de asilo. Deben regresar deprisa a sus países.

Sí, a pesar del altruismo sin parangón de los alemanes y del extraordinario despliegue de los municipios, tenemos que hacer todo lo posible para que los flujos de migración hacia Alemania vuelvan a disminuir. Por la sencilla razón de que a la larga no podemos acoger e integrar a más de un millón de refugiados al año.

Con confianza y realismoLa honradez también supone reconocer que no se puede influir en la dinámica de la migración recurriendo únicamente a los medios de la política interior alemana y menos aún sin el concurso de Europa; pero incluso teniéndolo no podremos invertir la tendencia de la noche a la mañana.

Alemania ha actuado. Se reduce la carga soportada por los 'länder' y los municipios. Por medio del paquete de medidas en materia de asilo hemos sentado a nivel nacional las bases necesarias para poder ayudar a quienes de verdad necesitan protección, lo cual no significa en absoluto que tiremos por la borda nuestra cultura del Estado de Derecho y con ello los derechos fundamentales consagrados en nuestra Constitución.

Pero también queda claro que tenemos que trabajar con perseverancia y firmeza para alcanzar soluciones internacionales y, sobre todo, europeas, a fin de que disminuya la presión que sufre Alemania. Para lograrlo es necesario volver a confiar más en que el egoísmo nacional no es una salida sino que todos salen ganando si se actúa en común.

La decisión de la Unión Europea sobre la distribución de 120.000 refugiados es buena pero no basta. Necesitamos una clave de reparto europea de carácter permanente.

Disponemos de instituciones europeas operativas, pero no están preparadas para afrontar la actual afluencia masiva de refugiados. Frontex necesita más personal para asegurar las fronteras exteriores de la Unión Europea y sus funciones deberían extenderse para convertirla en una auténtica autoridad europea de fronteras. Urge poner en marcha un control conjunto de fronteras con Turquía en el Mediterráneo oriental. La Oficina Europea de Apoyo al Asilo (EASO) de hecho ya es el embrión de una autoridad europea de asilo. También en este terreno deberíamos avanzar con coraje en la integración.

Tenemos que ayudar a Grecia e Italia en la puesta en marcha de "centros de registro europeos" para registrar sistemáticamente a todos los refugiados que lleguen y distribuirlos a continuación de forma equitativa dentro de la Unión Europea.

Ahora bien, las soluciones europeas sólo serán eficaces si llegamos a acuerdos con los países clave en la vecindad europea, empezando por Turquía. La Comisión Europea ha propuesto a tal fin un plan de acción que acompañamos de un diálogo bilateral sobre migración.

Tenemos que apoyar a aquellos países que en estos momentos están acogiendo a gran parte de los refugiados. Son, además de Turquía, sobre todo Jordania y el Líbano. En Nueva York se consiguió incrementar en 1.800 millones de dólares nuestra ayuda a las organizaciones humanitarias internacionales.

La tarea más importante y más perdurable de nuestra política exterior sigue siendo la de combatir la crisis de los refugiados en origen. Por eso ponemos todo nuestro esfuerzo en hallar soluciones políticas a las grandes crisis y focos de conflicto de Oriente Medio y el Norte de África. Ello incluye mantener conversaciones con Rusia, que actuó constructivamente en la consecución del acuerdo nuclear con Irán. Es preciso evitar que las estructuras estatales de Siria terminen implosionando o explosionando definitivamente y de resultas de ello aún más personas se pongan en camino hacia nuestros países.

En todo caso hay que tener claro que para generar comprensión y confianza es absolutamente indispensable plantear posibilidades realistas de hacer frente a la cuestión de los refugiados. Efectivamente, necesitamos ambas cosas, confianza y realismo. Sólo a partir de la confianza podemos movilizar la fuerza articuladora política y social necesaria para aprovechar la gran oportunidad que representa la integración de estas personas. Y sólo con realismo seremos capaces de llevar a la práctica nuestros objetivos humanitarios.

Nuestra política sólo será compartida por la ciudadanía si no exigimos imposibles que desborden su capacidad de respuesta altruista. Y sólo lograremos aceptación si no se ignora a los habitantes de nuestro país, si no se descuidan sus necesidades y problemas totalmente reales.

Estamos en la encrucijada entre un continente nuevamente separado por barreras, vallas y egoísmos nacionales y un continente que consiga encontrar respuestas conjuntas, con una política europea de asilo, con una lucha conjunta contra las causas del éxodo de los refugiados. Un continente honrado consigo mismo que acometa este enorme reto con clarividencia y sin falsas ilusiones.

Sigmar Gabriel es vicecanciller de Alemania y ministro de Economía. Frank-Walter Steinmeier es ministro de Asuntos Exteriores.

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