Con mi agradecimiento, Alfonso

La figura de Alfonso de Salas y su reconocimiento como editor es, sin duda, unánime; su contribución al desarrollo democrático y la defensa de sus principios -libertad de prensa y pensamiento- es un hecho notorio, como lo es que desde su enorme figura de editor contribuyó a la consolidación de España como un Estado democrático y de Derecho. La vertebración de la reconstrucción de «Diario 16», la fundación de «El Mundo» y más recientemente elEconomista consolidan su quehacer.

Pero todo ello, siendo importante y de gran transcendencia, que obliga a toda persona que hable de Alfonso, si lo hace con justicia y verdad, a referirle como el gran editor de estos últimos treinta y cinco años; también se ha de mencionar y destacar su gran capacidad y su gran amor por y para la prensa. Nunca desfallecía por muy mal que se presentara la situación, fueran cuales fueran las dificultades: por lo que aparecía en el periódico, por los desencuentros con aquellos a los que molestaba lo que aparecía publicado, por las dificultades económicas… y siempre al frente de la defensa del periódico.

Personalmente he tenido la suerte de ser testigo de muchas decisiones de Alfonso, y puedo por tanto afirmar que lo único que de verdad le motivaba eran «sus» periódicos. Desde el año 2005, cuando decidió que su vida empresarial y editorial no iba a terminar con su salida de Unidad Editorial («El Mundo») he podido participar en la fundación de elEconomista, proyecto que para él era su vida. Créanme que todos y cada uno de sus minutos -más allá de su proyecto para Gredos, Montecastro y por supuesto su familia- eran para elEconomista. No había días feriados o no, horas del día o la noche, ni ninguna pereza ni intención de asentarse en la comodidad y, siempre, defendiendo elEconomista. Su posición como presidente-editor era la de apoyar a sus equipos, sabía aglutinar en su entorno a todos los profesionales y los defendía sin importarle el coste personal que pudiera corresponderle, como le vi hacerlo en sus anteriores cargos.

He sido testigo, por dos veces, de cómo anteponía la posición de otros poniendo en riesgo la suya. Para él su decálogo era medular y, a su manera, nos recordaba el deber de atender a: 1.- La libre iniciativa de los ciudadanos; 2.- La economía de mercado; 3.- La importancia de la empresa privada y más si eran de medios de comunicación; 4.- La igualdad de la mujer; 5.- La transparencia de los mercados; 6.- La política fiscal definida como el arte de minimizar las cargas que deben soportar los ciudadanos y las empresas privadas y mantener el estado de bienestar; 7.- El buen gobierno de las empresas públicas y privadas; 8.- La modernización de las organizaciones sindicales y empresariales; 9.- Las presiones no deben hacer decaer la información, y 10.- La libertad de expresión.

Estos principios le ayudaban a mantener su figura como editor y a la vez nos servían de punto de apoyo a todos los que le hemos acompañado en lo que él definía como un «proyecto intelectual» basado en ofrecer noticias y opinión.

Desde un gran dolor, descansa en paz.

Gregorio Peña Varona es empresario y abogado.

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