Con un pan dulce debajo del brazo

Les voy a contar una historia de esas que no salen en los cuentos. En la que hay un bueno, un malo, un sueño y un final que aún no se ha visto, por eso de que las buenas historias nunca terminan. Un comerciante español -sí, español, les suene a patria o a otra cosa- monta una tienda en la que despachar telas, pantalones o batas de seda; el caso es ofrecer al cliente una realidad a su deseo. Y las cosas que se hacen con cariño tienen todos los ingredientes para salir buenas. Pero la suerte influye, la dedicación y la constancia por mejorar también juegan en esta ecuación. Y todas ellas suman en positivo, haciendo crecer el negocio, apostando siempre por mirar al cliente a los ojos y poniendo por bandera un «buenos días» o un «muchas gracias» por venir. Muchas veces olvidamos que el trato perfecto -el ideal- es aquel en el que las dos partes se van contentas de haber salido satisfechas. Cuando un platillo de la balanza pesa desproporcionadamente más que la opuesta, no existe el éxito, sino el engaño. Y el tendero, comerciante o empresario lo sabe. Y aquí no se trata de decir un adiós, sino un hasta pronto.

Pasan ochenta años de esa primera apertura. Ese primer comercio se convierte en una de las empresas españolas familiares con más éxito del sector. El Corte Inglés es una referencia en nuestras vidas, en nuestras Navidades o en nuestro día a día. Sigue fiel al paso del tiempo con sus dependientes encorbatados o sus empleadas perfectamente vestidas. Y todos llevan una sonrisa marca de la casa donde te ofrecen lo que tienen sin buscar que te lo lleves, sino con ganas de que regreses.

El Corte Inglés fue creado por César Rodríguez y Ramón Areces en 1940 y continuado por Isidoro Álvarez, quien fue trabajador incansable, muy cercano al mostrador y a sus clientes. Tras ese trayecto El Corte Inglés suma hoy la friolera de 150.000 empleados que no dejan de ser 150.000 pares de ojos -familias- que viven en una gran casa y saben que se consigue más con una sonrisa que con una espada. Y esa gran comunidad no tiene intenciones de menguar sino de crecer más que en toda su historia.

Con las nuevas tecnologías parece que la empresa estaba condenada a un futuro más arduo. Los entes financieros retiran el saludo al amigo de siempre para centrarse en el nuevo de la fiesta. El que de puerta a puerta te manda el producto sin que exista una experiencia detrás, un encuentro, unas manos a los que reclamar ayuda si ha habido cambio de planes con la compra, unos ojos a los que acudir porque de lo que me llevé, quiero otro más para mi hermano.

Pero las novedades son como la espuma, que rápido se agota. La competencia mercantil no es más que un motor para ponerse las pilas y mejorar en tus servicios, alimentar tus caballos para correr no más rápido, sino mejor. Y la vanguardia no es otra cosa que el faro que va delante del automóvil, al que hay que fijar el rumbo, sin olvidar que el camino recorrido para no perder nunca el origen de lo que nos trajo al éxito.

Tras una última etapa de apuestas y relevos, El Corte Inglés regresa más fuerte que nunca, adecuándose a los nuevos tiempos digitales, imponiendo vanguardia y encauzando esa digitalización que corre más rápido que el propio futuro. Apuestan por las nuevas tecnologías sin olvidar la tienda física con su entorno agradable y clásico. Vivimos en la era en la que no tenemos tiempo más que para mirar el celular, ese artilugio que acerca a los que están lejos y aleja a los que están cerca. La marca ha apostado por mirar de frente al futuro sin perder la esencia que la ha traído aquí.

Para colofón el pasado 10 de julio nombraron presidenta a Marta Álvarez, para continuar con la saga familiar aportando frescura y energía al proyecto que corre cuesta abajo sin necesidad de impulsos. Al día siguiente, cosas de la vida, una compañía de rating galardona a los bonos de El Corte Inglés con la calificación de grado de inversión, que viene a ser lo mismo que reconocer públicamente que El Corte Inglés ha controlado su nivel de deuda y tiene capital para llevar a cabo todo lo que se proponga.

Nunca antes un presidente trajo consigo un pan tan dulce debajo del brazo… Espero que los éxitos de El Corte Inglés sean los éxitos de una España que crece en lo profesional y económico para continuar con la comba de seguir recibiendo a todos sus visitantes con un bienvenidos y una sempiterna sonrisa.

Manuel De Juan es gestor agropecuario.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *