Confien en el buen juicio de Tony

Por Bill Clinton, ex-presidente de EE.UU (The Guardian, 18/03/03):

El pasado mes de octubre, cuando hablé en la conferencia de los laboristas celebrada en Blackpool, apoyé los esfuerzos del presidente Bush y del primer ministro Blair por renovar las tentativas para eliminar las armas de destrucción masiva de Saddam Hussein y hacerlo a través de las Naciones Unidas.

En noviembre, el Consejo de Seguridad de la ONU adoptó por unanimidad la resolución 1441 que daba a Saddam una “oportunidad final” para desarmarse, tras 12 años de desafiar las resoluciones de la ONU que le requerían hacerlo. La resolución dejaba claro que no era suficiente con continuar con las sanciones y que un desafío continuado conduciría a graves consecuencias.

En gran medida, hay que atribuir el mérito de la 1441 a Blair, quien la consideró como una oportunidad para desarmar a Saddam, fortalecer a la ONU y preservar a la Alianza Atlántica. Desgraciadamente, el consenso tras la 1441 se ha resquebrajado. Saddam ha destruido algunos misiles, pero fuera de eso, ha hecho sólo lo que cree necesario para mantener a la ONU dividida en el uso de la fuerza. Los temas realmente importantes relativos a las armas químicas y biológicas siguen sin resolver.

Ante la posibilidad de un echarse atrás, los “halcones” estadounidenses han estado persiguiendo un ataque inmediato a Iraq. Algunos de ellos quieren un cambio de régimen por otras razones distintas al desarme, y, por lo tanto, han desacreditado el proceso de inspecciones desde el principio: no querían que tuviera éxito. Ya que la acción militar probablemente requerirá sólo unos cuantos días, creen que la comunidad mundial rápidamente se unirá en la reconstrucción de Iraq, tan pronto como Saddam sea destituido.

Por otro lado, Francia, Alemania y Rusia se muestran inflexiblemente opuestos al uso de la fuerza, o a imponer cualquier tipo de ultimátum a Saddam, mientras los inspectores sigan trabajando. Creen que, al menos durante el tiempo que los inspectores estén allí, Iraq no utilizará, o se deshará de sus reservas químicas y biológicas y, por lo tanto, independientemente de lo poco servicial que se muestre Saddam, no representa una amenaza suficiente como para justificar la invasión. Después de que 150.000 soldados estadounidenses fueran desplegados al Golfo, concluyeron que Estados Unidos, de todos modos, no estaba dispuesto a dar una oportunidad a las inspecciones. El problema con su postura es que sólo la amenaza de la fuerza por parte de Estados Unidos y el Reino Unido consiguió la vuelta de los inspectores a Iraq en un primer momento. Sin una creíble amenaza de fuerza, Saddam no se desarmará.

Una vez más, Blair llenó el vacío con una propuesta para restaurar la unidad en las Naciones Unidas y desarmar a Saddam sin una acción militar. Se aseguró el apoyo de Estados Unidos para una nueva resolución de la ONU que requeriría a Saddam que cumpliera con unas fechas tope, en un periodo de tiempo razonable, en cuatro áreas importantes, incluyendo una relación completa de sus armas químicas y biológicas, y permitir que los científicos iraquíes salieran del país para ser entrevistados. Bajo la resolución propuesta, el no cumplimiento de la fecha límite justificaría el uso de la fuerza para deponer a Saddam.

Rusia y Francia se opusieron a esta resolución y dijeron que la vetarían, ya que las inspecciones continuaban, las armas se estaban destruyendo y, por lo tanto, no había necesidad de forzar un ultimátum. Esencialmente, han decidido que Iraq no representa una amenaza, aún en el caso de que nunca se desarme, al menos mientras los inspectores estén allí.

La amenaza de veto no ayudó a las labores de la diplomacia. Demasiado malo, ya que si una mayoría del Consejo de Seguridad hubiera adoptado el planteamiento de Blair, Saddam no habría tenido espacio de maniobra para otra evasión y podría, sin embargo, haber sido desarmado sin invasión, ni derramamiento de sangre. Ahora, parece que se utilizará la fuerza para desarmarle y destituirle.

Como ha dicho Blair, en una guerra habrá víctimas civiles y militares. También existe, como han dicho los británicos y los norteamericanos, cierto riesgo de que Saddam utilice o transfiera sus armas a los terroristas. También está la posibilidad de que más jóvenes musulmanes contrariados puedan ser reclutados por los terroristas. Pero si dejamos que Iraq siga con armas químicas o biológicas, después de 12 años de desafíos, existe un riesgo considerable de que un día estas armas caigan en las manos equivocadas y pongan en peligro muchas más vidas de las que se perderían en el intento de derrocar a Saddam.

Desearía que Rusia y Francia hubieran apoyado la resolución de Blair. En ese caso, a Hans Blix y a sus inspectores se les habría dado más tiempo y apoyo para su trabajo. Pero no es eso lo que tenemos. Blair se encuentra en una posición que no ha sido motivada por él mismo, ya que Saddam y otras naciones no estuvieron dispuestos a seguir la lógica de la 1441.

En el mundo de después de la guerra fría, Estados Unidos y Gran Bretaña se han encontrado en situaciones difíciles antes: en 1998, cuando otros querían levantar las sanciones sobre Iraq y nosotros dijimos que no se hiciera; y en 1999 cuando fuimos a Kosovo a acabar con la “limpieza étnica”. En cada caso, se oyeron voces de disentimiento. Pero la asociación británico-americana y el progreso del mundo pudieron ser preservados. Ahora, en otro momento difícil, Blair tendrá que hacer lo que crea que debe hacer. Confío en que lo hará y espero que el pueblo británico también lo haga.