¿Confinados como Austria?

En nuestro libro La Sanidad en llamas, mi hermano Julio y yo escribíamos: «La falsa percepción de sentirse ya bien protegido y seguro se sabe que es muy peligrosa ante problemas de salud pública. El fenómeno se ha denominado compensación de riesgos. Quien se cree ya invulnerable tiende a arriesgarse más. Esto puede suceder a nivel poblacional cuando un porcentaje elevado de los ciudadanos empieza a relajarse al oír que con tener ya disponibles las vacunas se va a solucionar todo, casi como por arte de magia. Las medidas de protección parcial siempre tienden a tener efecto rebote. La gente se creerá más protegida y libre de peligro y acabará por exponerse tontamente a medida que oiga que se está vacunando mucha gente (dejarán las mascarillas, no cuidarán las distancias, no ventilarán, se aglomerarán...)».

Esto lo escribimos en diciembre de 2020, hace casi un año. Pero refleja lo que sucede ahora. Tales descuidos harán retroceder los grandes esfuerzos realizados ¿Se nos viene encima ya una sexta ola? ¿Volveremos al confinamiento como Austria? La incertidumbre –la constante en esta pandemia– vuelve cuestionable cualquier pronóstico. Pero la previsión más probable es que la pandemia seguirá dando coletazos en nuestro medio hasta bien acabada la primavera de 2022. Y segará muchas vidas prematuramente.

Todo dependerá de lo completa que sea la aplicación de todas, absolutamente todas, las medidas de prevención. A los gobiernos les gusta sacar pecho y lograr rédito publicista político incluso de las desgracias, incluidas las pandemias. Desean presumir de tener la situación bajo control. Prefieren hablar sólo de lo que han hecho bien. Leer nuestro libro ayudará a tener presente también lo que se hizo mal. No es pesimismo: es el enfoque racional.

Nadie duda de que, gracias al apoyo europeo, a la buena logística de las autonomías y al gran carácter vocacional de las profesiones sanitarias, se ha logrado una excelente cobertura vacunal. Pero la vacuna es sólo parte. No es el todo. No es la única solución mágica. No es eficaz al 100%. Cuantos más meses haga que uno se vacunó, más menguará la protección. Como decía hace poco David S. Jones, catedrático de Epidemiología en la Universidad de Harvard: «Con vacunas parcialmente efectivas, como las de ARNm, y poblaciones solamente vacunadas en parte, desde luego, seguiremos necesitando medidas de protección. (...) En China, Nueva Zelanda, Islandia y en otros se logró contener la transmisión antes de las vacunas».

En La sanidad en llamas insistimos en el buen ejemplo de Taiwan, que tenía todas las papeletas para haber sido arrasado por la pandemia, pero tomó pronto las medidas básicas y clásicas de la Medicina Preventiva (mascarillas siempre, distancia física, control de fronteras, rastreo de contactos, test abundantes, cuarentenas de contactos y aislamiento de enfermos). Sin tener vacunas, logró acabar 2020 con sólo siete fallecimientos en un país de 24 millones de habitantes.

Mientras tanto, más de 96.000 españoles fallecían directamente por Covid-19 en 2020, según el Institute of Health Metrics and Evaluation. Ahora estima que fueron 157.000 en total si se suman también las muertes hasta mitad de noviembre de 2021. Probablemente, nuestro Gobierno nunca enseñe estas cifras. Tampoco suele mostrar que, según el Fondo Monetario Internacional, España es uno de los peores países (puesto 170 entre 195 países evaluados) en cuanto a su desastre económico de 2020. No se pueden hacer medidas generalizadas de tipo café para todos (más bien, café para nadie) que lesionen así la economía. La gente también muere de hambre. Hay que educar a la población sin narcisismos ni triunfalismos y hay que hacer el trabajo técnico de Salud Pública y Medicina Preventiva, en su integridad. O se llega antes o se llega mal. Ahora estamos a tiempo ante los puentes de diciembre, las Navidades. Evitar toda reunión que no sea imprescindible, viajes innecesarios. Ser estrictos al 100% en la mascarilla y la ventilación, por mucho frío que haga. Y las autoridades sanitarias deben hacer bien su trabajo, y no sólo la vacunación: test, rastreo exhaustivo, cuarentenas y aislamientos. Nos jugamos mucho.

Miguel A. Martínez-González, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública, Universidad de Navarra y Escuela de Salud Pública de Harvard.

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