La intervención de la troika en el sistema financiero de Chipre es una confiscación apoyada en un corralito y en un chantaje del BCE de permitir la quiebra de bancos chipriotas y del propio país en caso de que el Parlamento y los ciudadanos se continúen resistiendo a su dictado. Ultimátum que vence el martes. Las consecuencias pueden ser devastadoras para la eurozona. La agencia Fitch alerta del riesgo de contagio. Los supervisores financieros de nuestros ahorros han cruzado la línea que juraron que siempre respetarían: garantizar los depósitos por debajo de los 100.000 euros. Aseguran que Chipre es un caso especial y que nunca más lo volverán a hacer. También dieron seguridades de que cláusulas del rescate a Grecia no eran repetibles y no lo respetaron. Los hombres de negro no tienen credibilidad, tan sólo inspiran temor. Nada asegura que en unos meses, cuando se concrete la extensión del rescate bancario español, no se diferencie entre bancos buenos y malos (nacionalizados, en particular Bankia) y se acuse a depositantes de haber especulado y que por tanto tienen que contribuir al rescate. Y la sacralidad de los depósitos, según Guindos, no es argumento para Bruselas si España llegara a necesitar un rescate, algo que aún está por ver. En la eurozona ya no hay soberanía nacional.
La excepcionalidad de Chipre no es tal. Luxemburgo es tan centro de evasión fiscal y especulación financiera como lo es Chipre y la deuda pública chipriota es del 87% del PIB, cercana a la española o la alemana, que se sitúan ambas por encima del 80%. Lo que sí es específico a Chipre es la minúscula dimensión del rescate necesitado, evaluado en torno a 16.000 millones, de los que los rescatadores pondrían 10.000, buscando confiscar 5.800 de los depositantes en los bancos chipriotas. En estrictos términos económicos, tiene poco sentido arriesgarse a una crisis de confianza sistémica por tal minucia. Porque el gobernador del Banco de Chipre, Panikos Dimitriadis (vaya nombrecito) prevé que en cuanto se permitan transferencias saldrían del país 6.800 millones, equivalente al 38% del PIB, o sea, más de lo que se obtiene con la confiscación. Por eso el Eurogrupo está pensando en controlar la salida de capitales de Chipre, como si lo pudieran decidir ellos por encima de los chipriotas. ¿Por qué este empecinamiento con Chipre? Porque es una presa fácil, precisamente por ser pequeño y porque su modelo de crecimiento basado en un sistema bancario poco regulado y especulativo lo hacen candidato a un escarmiento público para que vayan aprendiendo otros países díscolos. Sobre todo porque una cuarta parte de los depósitos está en manos de rusos (no todos oligarcas) y otro 10% corresponde a británicos y depositantes globales. ¿Pero quién quiere el escarmiento y por qué ahora? Aquí aparece el quid de la cuestión. La señora Merkel tiene un problema. Por un lado, su proyecto es imponer el liderazgo alemán en Europa, aprovechando la crisis para establecer un sistema financiero y fiscal cuasi federal en el que Alemania tenga un peso decisivo. Para ello, necesita seguir usando sus recursos financieros y su influencia directa sobre el BCE acudiendo al rescate selectivo de bancos y gobiernos cuando haga falta. Por otro lado, tiene elecciones en septiembre, decisivas para poder completar su designio de una Europa alemana, para bien de los europeos, naturalmente. Y mientras su popularidad aumenta por su capacidad de liderazgo y porque los socialdemócratas sólo aspiran a un taburete de gobierno, el punto débil de su estrategia es que los votantes alemanes rechazan ayudar a estos pueblos manirrotos que no trabajan y quieren vivir a su costa. De ahí la idea de aprovechar la crisis chipriota para dar una lección a bajo costo que le permita argumentar su capacidad de disciplinar a quien se salga de madre. Miel sobre hojuelas: confiscando depósitos a los rusos, especuladores y mafiosos como todo el mundo sabe. Chipre sería algo así como el Lehman Brothers del sistema financiero, y con rédito electoral. Y ya sabemos cómo acabó la quiebra de Lehman Brothers. ¿Cuán cierto es el intento hegemónico de Merkel? El gran sociólogo alemán Ulrich Beck acaba de publicar un excelente libro, Una Europa alemana, donde leemos: “Hay cuatro componentes en el merkiavelismo: la combinación de la ortodoxia del Estado nación y la construcción de Europa; el arte de la duda como medio de coerción; la electibilidad nacional, y la cultura alemana de estabilidad... Los intereses nacionales están discretamente ocultados tras los términos grandiosos de Europa, paz, colaboración o estabilidad económica. Pronunciar las palabras Europa alemana es romper un tabú. Decir que ‘Alemania asumirá el Fuhrung (liderazgo) de Europa’ sería aún más ofensivo. Podemos decir, sin embargo, que Alemania asume responsabilidad por Europa... Porque lo que vemos surgir, irresistiblemente, de la eurocrisis es una Europa alemana”.
Pero esta vez Merkiavela la lió. A pesar de la advertencia explícita de Merkel de que no hablara con nadie fuera de su control, Chipre salió corriendo a buscar la protección del Kremlin. Rusia, más lista que todo eso, vio la oportunidad de un contrachantaje. Negociación tripartita con Bruselas y Nicosia o dejan caer a Chipre y ahí se las arreglen. Hace tiempo que Rusia reclama su lugar en las decisiones europeas. Y tiene más metálico que Alemania, si de eso se trata. Y si no lo aceptan, pues que el BCE acabe salvando a Chipre o asumiendo su salida del euro y una nueva tormenta especulativa sobre el euro con Grecia, Italia y España tambaleándose. Entre tanto, según informaciones de Grecia, Rusia salvaría a Chipre a cambio de desplazar allí la base naval que está a punto de perder en Siria.
Y mientras los geopoderes y los eurócratas se agitan y se pelean, los rostros de la calle en Chipre reflejan la indignación y la rabia. Y así forzaron al rechazo a la inicua confiscación. Porque de toda esta historia lo que aún está ausente es la ciudadanía. No por mucho tiempo.
Manuel Castells