Conflicto híbrido, guerra total

Cuando comenzó la invasión rusa de Ucrania a finales de febrero, analistas y periodistas se apresuraron en cualificar la contienda como “una guerra convencional sangrienta” o “un enfrentamiento convencional con esteroides, entre ejércitos luchando como gladiadores”. Sin embargo, esta guerra no se entiende sin lo híbrido, sin la parte menos convencional de la guerra. El concepto de conflicto híbrido sirvió durante años para entender lo que ocurría en el Donbas (2014-2022): los enfrentamientos militares convencionales entre el ejército ucraniano y los separatistas prorrusos apoyados por Rusia se combinaban con tácticas irregulares como la desinformación, los ciberataques, la agitación o la insurgencia para crear una zona gris que se alargó durante siete años. Las tácticas híbridas se han intensificado desde el comienzo de la guerra y están haciendo esta contienda más impredecible, menos clara, incluso más brutal.

El teórico de la Escuela Inglesa de relaciones internacionales, Hedley Bull, decía que no solo los tiempos de paz, sino que incluso las guerras estaban reguladas por normas. Las cuatro Convenciones de Ginebra y sus Protocolos Adicionales ponen límites a la guerra, mientras que otras reglas no escritas también guían las relaciones internacionales. Pero lo híbrido está erosionando la verdad y estas normas. Durante años, las campañas de desinformación han influido en la política y desdibujado la línea entre la guerra y la paz. Por ejemplo, en 2014, el Kremlin negó su implicación en la operación en la que unos soldados de verde sin identificar lograron el control de Crimea y facilitaron su anexión a Rusia. Asimismo, el gobierno ruso y los canales de televisión afines han acusado repetidamente a las fuerzas ucranianas de “neonazis" y de reprimir la cultura rusa y a los ciudadanos prorrusos en el Donbas.

Estas tácticas de desinformación se han multiplicado desde el comienzo de la invasión rusa de Ucrania, e impiden la construcción de normas colectivas. En su discurso del 21 de febrero, Vladimir Putin acusó al gobierno ucraniano de haber desarrollado “rusofobia y un neonazismo agresivos” y de haber cometido un “genocidio”, justificando con estos argumentos su operación especial contra Ucrania. No es cuestión solo de interpretaciones distintas de la verdad, la desinformación consiste en engañar, manipular, falsear intencionadamente. Cuentas de redes sociales prorrusas han distribuido videos falsos de la BBC informando sobre atrocidades cometidas por el ejército ucraniano, o han publicado que las fuerzas prooccidentales cometieron la masacre de Bucha, donde más de 400 civiles fueron torturados y asesinados. En este mismo contexto, sitios web oficiales ucranianos han sido secuestrados para difundir propaganda prorrusa, como las imágenes de soldados rusos protegiendo a la población civil, distribuyendo comida o facilitando corredores humanitarios. Otras veces, los hackeos simplemente generan confusión, como cuando se publicó que se había firmado un acuerdo de paz.

Las noticias falsas también han circulado en los medios occidentales, en los que Rusia ha sido acusada sin pruebas de utilizar crematorios móviles para hacer desaparecer cadáveres de civiles y de soldados rusos, con el fin de evitar pagar indemnizaciones a sus familias. Estas campañas de desinformación juegan un papel fundamental. Se pretende deslegitimar las acciones del adversario y justificar las propias. La posible “nobleza” de una guerra entre “gladiadores” se rompe definitivamente con la vorágine de noticias falsas y desinformación.

El ciberespacio también ha sido uno de los principales escenarios del conflicto; un espacio inexplorado en las guerras convencionales del siglo XX, de difícil regulación, y que ahora ayuda a la destrucción. Desde el inicio de la invasión, Rusia ha lanzado ciberataques y ataques de denegación de servicio (DoS) contra sitios web gubernamentales, empresas de telecomunicaciones, teléfonos móviles de parlamentarios y medios de comunicación. El 27 de marzo, la principal compañía de telecomunicaciones ucraniana, Ukrtelecom, estuvo fuera de servicio durante horas y las comunicaciones militares ucranianas están siendo interrumpidas constantemente. Algunos estados miembros de la OTAN, como Polonia o Estados Unidos, también han sido víctimas de este tipo de disrupciones. Rusia ha negado su participación en dichos ciberataques. En realidad, las ofensivas en el ciberespacio han ido en ambas direcciones. Los sitios web oficiales rusos (incluidos los del Kremlin), así como cadenas de televisión, bancos e infraestructura de telecomunicaciones también se han visto afectados. Los ciberataques son un complemento a las tácticas de la guerra convencional que permiten deshabilitar y destruir las infraestructuras y las comunicaciones del adversario, así como adquirir información sobre sus estrategias con el fin de dificultarlas. La guerra convencional se vuelve del todo imprevisible.

La confrontación económica, especialmente en el ámbito energético, también ha sido utilizada para luchar esta guerra, lo que implica intentar romper con la interdependencia entre Rusia y Europa. Asimismo, como si fueran objetivos militares que debilitan al enemigo, las estaciones de energía ucranianas han sido bombardeadas. Esto ha provocado que decenas de ciudades y miles de consumidores carecieran de suministro de gas. Además, las tácticas híbridas han demostrado estar interconectadas entre sí, multiplicando su efecto devastador en el conflicto. Las compañías energéticas han sido víctimas de ciberataques y la red eléctrica ucraniana ha sufrido importantes daños, causando apagones a más de 2 millones de personas. Esta estrategia ha ido acompañada de una campaña de propaganda basada en el enaltecimiento de Rusia como proveedor energético irremplazable para toda Europa.

La combinación de guerra convencional con nuevas tácticas híbridas agudiza la crudeza de la guerra. Cuando solo nos centramos en los tanques y la lógica militar de la guerra, nos perdemos que en Ucrania la confusión y la desorientación son una constante. Esto dificulta el cumplimiento de normas y la construcción de lo colectivo que tan importante es para idear la paz. La guerra se alarga con ataques variopintos, mientras algunas tragedias se ocultan, otras calamidades se exageran y crece el escepticismo por doquier.

Pol Bargués, investigador principal, CIDOB y Jorge Piñera, asistente de investigación, CIDOB.

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