Conflictos globales sobre patentes

Los periódicos se han hecho eco de una disputa en los tribunales de India planteada por la empresa farmacéutica Novartis contra la ley india de patentes. La empresa se queja de que la actual legislación de ese país no está adaptada a las normas internacionales sobre protección de la propiedad intelectual y permite a los fabricantes indios de genéricos producir fármacos que todavía están protegidos por las normas internacionales. Grupos que se preocupan de la falta de acceso a los fármacos de una proporción significativa de la población mundial han pedido a la empresa que retire su demanda y permita la producción de sustancias importantes para grupos significativos de pacientes. No es la primera vez que conflictos sobre patentes enfrentan a empresas con organizaciones no gubernamentales, ni probablemente va a ser la última.

La paradoja es que, históricamente, el derecho de patentes es una conquista de los gobiernos progresistas de finales del siglo XVIII. En esa época, se trataba de proteger a quien se esforzaba por lograr productos innovadores o invenciones útiles. Otorgar una patente a un inventor lo protege durante un cierto tiempo de quienes quisieran aprovecharse de su hallazgo, al tiempo que le permite fijar las condiciones económicas para permitirlo. Se trata de un sistema para estimular y premiar el esfuerzo de los inventores. Por eso se crearon unas oficinas de patentes en las que era necesario convencer de que en lo que se quiere proteger hay alguna novedad significativa, que es la primera vez que se patenta y que puede ser útil. Además, y este es un requerimiento importante, debe hacerse pública la descripción del producto y cómo puede obtenerse, lo que permite a cualquiera saber de qué se trata y favorecer la investigación posterior.

En una economía basada en la tecnología, el sistema de patentes es un elemento esencial. En nuestro país, por ejemplo, a menudo se nos recuerda que uno de los peores defectos de la economía española es el bajo número de patentes obtenidas. Las empresas no se lanzan a asumir los gastos que implican el desarrollo de un nuevo producto si no cuentan con un sistema que las proteja de quienes quieren copiarlas. Es el caso de los productos farmacéuticos. La protección que ofrecen las patentes son importantes para emprender los gastos que representan el desarrollo de los fármacos y los ensayos clínicos necesarios para poner un nuevo producto en el mercado. En un mercado globalizado, esta protección ha sido reconocida por la Organización Mundial del Comercio. Uno de sus pilares es el llamado tratado Trips de protección de la propiedad intelectual. El argumento de la farmacéutica es que la India debe implementar una legislación acorde con este tratado.

En la India se ha desarrollado una industria de producción de fármacos de los llamados genéricos, que son los que tienen la patente caducada. Según las empresas occidentales, las empresas indias exportan la mayoría de su producción incluso a países desarrollados. Las organizaciones de ayuda al tercer mundo argumentan que gracias a estas empresas los países más pobres tienen acceso a fármacos a buen precio. El juicio tiene por tanto un interés global.

El dilema es muy típico de nuestro mundo globalizado. Por un lado nos interesa estimular la inversión en nuevos productos, y en este sentido las patentes son un instrumento esencial. Los demás sistemas ensayados desde los poderes públicos no han funcionado. Pensemos por ejemplo que en los años de la Unión Soviética esta no produjo ningún producto farmacéutico nuevo, mientras que en el mundo occidental había una eclosión de nuevas sustancias que contribuyeron de forma importante a elevar nuestro nivel de salud. Por otro lado, una economía de mercado hace que las empresas inviertan solo en aquello que da beneficios olvidándose de los productos destinados a poblaciones de bajo nivel económico. Los costes de desarrollo de fármacos crecen de tal forma que ya se plantean casos de tratamientos de los que se excluye, por razones de coste, a pacientes incluso de países desarrollados.

También cabe decir que el sistema ha llegado quizá a niveles de complejidad tan grandes que sólo expertos en el tema pueden orientarse en la maraña de patentes mundial. En todas partes, incluso en entornos empresariales, se forja una clima de opinión para revisar el tema. Se puede haber dado un exceso de patentes que necesita un complejo sistema de negociación entre las empresas, y se pueden haber hecho patentes muy amplias de productos antes de que hubiera demostración de su uso. También es cierto que en la legislación está previsto un sistema poco utilizado que permite que los estados puedan decretar que no se aceptan las limitaciones debidas a patentes por razones de interés para el país en términos de salud. Por todo ello, las decisiones que se tomarán en la India son importantes. Ni se puede acabar con un sistema que protege la búsqueda de soluciones a problemas que nos interesan, ni podemos permitir situaciones en que la división entre un mundo opulento y un mundo empobrecido se hace cada día mayor por falta de acceso a las nuevas tecnologías. Los retos de la globalización son complejos. Para corregir los desequilibrios que se producen recurrimos normalmente a sistemas de gobierno que de momento no existen.

Pere Puigdomènech, laboratorio de Genética Molecular Vegetal CSIC-IRTA.