Confrontación en Múnich

Fue en la Conferencia de Seguridad de Múnich de 2007 donde el presidente ruso, Vladimir Putin, dio señales por primera vez de un enfriamiento en las relaciones entre Occidente y Rusia. Poco después, Rusia invadió Georgia; y desde entonces ha anexado a Crimea, ha lanzado incursiones en el este de Ucrania y ha perpetrado ciberataques contra democracias occidentales. Hoy, las relaciones ruso-occidentales están en una espiral descendente.

La Conferencia de Seguridad de Múnich anual es a la geopolítica lo que las reuniones del Foro Económico Mundial en Davos son a los negocios. La reunión ha evolucionado desde su foco de la era de la Guerra Fría principalmente en la cooperación militar germano-norteamericana y ahora mira las cuestiones globales a través de una lente mucho más amplia. Los participantes hoy discuten temas que van desde la política exterior y la seguridad internacional hasta el cambio climático.

La conferencia de tres días de este año, que tuvo un récord de asistencia, muy probablemente será recordada en los próximos años. Los discursos pronunciados por el vicepresidente norteamericano, Mike Pence, y la canciller alemana, Angela Merkel, no podrían haber sido más disímiles, tanto en términos de estilo como de sustancia. En un encuentro originariamente destinado a facilitar la cooperación germano-norteamericana, las posturas de política exterior de Alemania y Estados Unidos nunca han estado tan distanciadas.

Por su parte, Pence brindó un mensaje duro de “Estados Unidos primero” y celebró el firme rechazo de la administración Trump a aceptar reglas y acuerdos internacionales de larga data. Los europeos, dijo, no tienen otra opción que seguir el liderazgo de Estados Unidos, inclusive –por cierto, especialmente- si eso significa renunciar al acuerdo nuclear de Irán de 2015 que los diplomáticos europeos tanto se esforzaron por generar. Como sucedió en su presentación previa en la conferencia, Pence se negó a responder preguntas después de su discurso. Muchas de sus “pausas para el aplauso” fueron recibidas con un silencio sepulcral.

Antes de la presentación de Pence, Merkel había pronunciado un discurso que bien podría considerarse el mejor de su carrera. Con energía y aplomo, montó una defensa enérgica de los esfuerzos multilaterales para confrontar el cambio climático, la agresión rusa, el desarrollo en África y una serie de otros desafíos que yacen por delante. La idea central de los comentarios de Merkel fue obvia para todos. Ofreció una increpación incisiva del unilateralismo de “Estados Unidos primero”.

El discurso de Merkel recibió una ovación de pie, algo inusual en la Conferencia de Seguridad de Múnich. También aceptó que le hicieran preguntas, que respondió con confianza y un dejo de humor, lo que le mereció otro aplauso cerrado.

Al igual que las observaciones agresivas de Putin en 2007, los discursos de Pence y Merkel serán recordados por lo que auguran para el futuro. Juntos, confirman que la presidencia de Donald Trump ha introducido un período de tensiones transatlánticas en aumento que no dan señales de ceder. Fue hace apenas un año que a los europeos les dijeron que ignoraran los tuits de Trump y se concentraran en la sustancia de las políticas estadounidenses, que estaban siendo monitoreadas por los “adultos en la sala”. Pero con la partida del secretario de Defensa Jim Mattis y otros, los adultos ya no están y cada vez hay menos luz entre las políticas y los tuits.

No hay nada donde la desconexión entre las prioridades estadounidenses y europeas sea más obvia que en Oriente Medio. Cuando Pence intimida a los países europeos a abandonar sus esfuerzos por salvar el Plan de Acción Integral Conjunto de 2015 –que impone restricciones claras y verificables al programa nuclear de Irán-, no cabe más que preguntarse por el objetivo de la administración Trump. Si Irán reinicia su programa de armas nucleares, las tensiones entre Estados Unidos e Irán casi con certeza escalarán hasta un punto de crisis. La pregunta es si ése es el desenlace que Trump y sus asesores han buscado todo este tiempo.

Las tensiones en torno a las cuestiones comerciales no son menos graves. La administración Trump ya ha designado que las exportaciones europeas de acero y aluminio son una amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos, y ahora tal vez se esté preparando para sumar los autos europeos a esa lista. Si lo hace, el conflicto comercial transatlántico entrará en un terreno peligroso.

Trump parece tener una aversión particular por los autos alemanes, que representan sólo el 8% de las ventas de autos en Estados Unidos (aunque sí dominan un porcentaje mucho mayor del mercado de lujo/alta gama). Es más, como señaló Merkel en su discurso, la planta más grande de BMW del mundo no está en Alemania, sino en Carolina del Sur, donde un porcentaje sustancial de la producción se exporta a China. Al querer implementar aranceles drásticamente más altos a los autos, la administración Trump está poniendo en peligro empleos no sólo en Europa sino también en Estados Unidos; ambos sufrirían como consecuencia de una alteración de las cadenas globales de valor.

Dentro de un año, muchos de los mismos líderes y responsables de políticas se reunirán en Múnich una vez más. Si se concreta el peor escenario sugerido por el encuentro de este año, podríamos ir camino a una guerra abierta en Oriente Medio y a una guerra comercial transatlántica devastadora.

O quizá la conferencia de este año haya disparado las alarmas necesarias para impedir que suceda lo peor. La relación transatlántica ya es bastante complicada tal como es hoy. Nadie debería ponerla en riesgo de complicarse aún más.

Carl Bildt was Sweden’s foreign minister from 2006 to October 2014 and Prime Minister from 1991 to 1994, when he negotiated Sweden’s EU accession. A renowned international diplomat, he served as EU Special Envoy to the Former Yugoslavia, High Representative for Bosnia and Herzegovina, UN Special Envoy to the Balkans, and Co-Chairman of the Dayton Peace Conference. He is Chair of the Global Commission on Internet Governance and a member of the World Economic Forum’s Global Agenda Council on Europe.

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