Consejos de administración leninistas

Vayan por delante mis disculpas a Lenin por una manipulación tan burda. Utilizo a Lenin porque me siento emocionalmente cercano al personaje y así no caigo en la fea costumbre de servirme de la imagen del otro para identificar aquello que quiero criticar. ¿Se han fijado en el mal gusto que supone que en Catalunya algunos periodistas-humoristas hagan hablar en castellano a quien quieren representar como cutre o que lo mismo se haga con el catalán en las Españas?

Hace tiempo descubrí que las perversiones que se imputan a todos los personajes de la historia son anteriores a ellos. Nos lo acaba de recordar un reportaje sobre el 60° aniversario de la República Popular China, al analizar las conductas de Mao y sus antecedentes en los emperadores chinos.

En el fondo, estos comportamientos que denunciamos –por ejemplo, en la política institucional– suelen ser expresiones bastante generalizadas de la grandeza y mezquindad del ser humano. Aunque, cuando se trata de alguien que ostenta algún tipo de poder, también nos reflejan cómo entiende la sociedad el personaje en cuestión. La mayoría de estos comportamientos tienen orígenes remotos, suelen expresarse de manera muy nítida en las formas religiosas, que es tanto como decir en uno de los elementos que mejor identifican al ser humano.
Basta comprobar cómo Zoroastro y su división entre el bien y el mal aún guía una buena parte de los análisis contemporáneos. Y si no caen en la cuenta, recuerden a George Bush o a José María Aznar, o la reciente campaña electoral socialista al Parlamento Europeo.
Todo esto viene a cuento por el revuelo generado por la jubilación anticipada que va a recibir el consejero delegado del BBVA, José Ignacio Goirigolzarri. Estos días se han levantado todo tipo de críticas, argumentando la escandalosa cantidad que va a recibir –tres millones de euros anuales– o la inoportunidad del momento. He leído cosas tan curiosas como las que exculpan la actuación del beneficiario –¿quién no lo aceptaría?, se dice– o incluso la de la propia entidad financiera argumentando que, como empresa privada, tiene libertad para ello y ya responderá ante los accionistas. La más curiosa de todas es la que solo lo reprueba en función del momento, como si se tratara de una simple cuestión de oportunidad estética.
Me temo que una vez más la superficialidad nos impide ir al fondo de las cosas. ¿Está sometida la empresa privada a límites en su comportamiento? ¿O por el hecho de ser privada su libertad es total y solo debe dar cuentas ante Dios, o sea, el mercado?

Un texto tan poco revolucionario como la Constitución española nos recuerda en su artículo 33 que el derecho a la propiedad privada y a la herencia está limitado en su contenido por su función social. ¿Función social de la propiedad privada? ¿Se acuerda alguien de ello?
¿Cómo es posible que el presidente del BBVA pueda decidir una prórroga en su mandato de presidente hasta los 70 años, mientras el banco que preside y otros se deshacen de personas a partir de los 50? ¿O que, para hacerlo, acuerde una indemnización multimillonaria a su consejero delegado? ¿Y que antes lo haya hecho con otros miembros de su consejo de administración?

La respuesta la encontramos en las curiosas ideas que nos dominan y también en Lenin. Entre las ideas que se han consolidado sin discusión está la que da por hecho que los comportamientos exigibles al sector público no lo son al privado. Los medios de comunicación públicos tienen unos deberes cívicos en relación a los valores compartidos por la sociedad que parecen no obligar a los medios privados. Las prácticas que en el sector público son consideradas corrupción, en el privado pueden calificarse de estrategias agresivas de competitividad.
Francisco González puede ejercer en la entidad que preside este poder absoluto del que ha hecho gala en los últimos años, porque ha utilizado para su consejo de administración la técnica de cooptación leninista de los miembros del Politburó. Y no es el único. De hecho, es la técnica más generalizada en las grandes corporaciones.
Los presidentes de los consejos de administración o de algunas fundaciones actúan como un Lenin de nuestros días. Una vez elegidos, van amoldando a su medida el organismo que debe controlarlos. Primero, seleccionan a las personas; después, las cooptan y les ofrecen buenos ingresos, presentes y futuros, en salarios o en dietas, y a mandar que son dos días.

No creo que la responsabilidad de lo del BBVA sea de Lenin. No fue él quien inventó esta manera de ejercer el poder. Simplemente, la copió. La historia se repite, en este caso en forma de ejercicio del poder sin contrapoderes de ningún tipo. En la religión solo se responde ante Dios; en algunas maneras de entender la política, ante la Historia, la Revolución o la Nación, y en las grandes corporaciones, ante el mercado.
Para evitar estas cosas, desde hace más de 2.000 años los humanos construimos algunas ideas que nos han sido útiles. Por ejemplo, las que relacionan fines y medios, las que apuestan por los equilibrios de poder. ¿Por qué no tiramos mano de los clásicos, empezando por Platón, Voltaire o Marx, para afrontar la crisis, la económica y la de la legitimidad social de todo lo que nos rodea?

Joan Coscubiela, abogado y profesor de Derecho del Trabajo.