Conservador y con estos calores

Con este calor, me van a permitir ustedes que me atreva a entretener su ociosidad con 20 tesis (más una) que pretenden esbozar un conservadurismo de andar por casa (que es el único que tiene sentido). Ya sé que si, en España, nadie está tentado por el conservadurismo en invierno, pocas esperanzas tengo de tentarlo cuando está en chancletas, pero espero que la laxitud del estío me gane, aunque sea por pereza, alguna benevolencia.

I. El conservadurismo hoy es la heterodoxia. La ortodoxia esta okupada por la izquierda. Esto significa que es muy fácil prever qué dice la Vulgata progre sobre cualquiera tema, mientras que es aventurado suponer lo que dirá un conservador. Obviamente, la libertad de pensamiento está con la heterodoxia. Si hubo un tiempo en que los guardianes de las esencias del conservadurismo eran la iglesia, el ejército y la monarquía, hoy, ser conservador es pensar a retropelo. Esa es nuestra fortuna.

II. El conservador es un patriota sin adjetivos. Si los alemanes pudieran haber sido simplemente patriotas tras la Segunda Guerra Mundial, para rato hubieran recurrido a ese invento ad hoc del patriotismo constitucional, que es una manera sofisticada de pedir perdón por ser patriota.

Conservador y con estos caloresIII. El conservador practica ese arte sutil de la distancia que es la ironía. La ortodoxia se toma a sí mismo demasiado en serio para permitirse este lujo. Los iconos de la izquierda siempre han tenido dificultades para reír: Stalin, el Che, Greta Thunberg...

IV. El conservador sabe que los conceptos políticos son más performativos que descriptivos y que el origen de la moral pocas veces es moral, precisamente por eso celebra sus mitos colectivos. Hay un país allí donde hay fiestas colectivas. Yo recordaría cada 6 de diciembre aquel partido de fútbol que jugaron diputados y periodistas cuando la Comisión Constitucional concluyó sus trabajos. ¿Se imaginan ustedes alineados en un mismo equipo a Unamuno, Lerroux, Largo Caballero, Alcalá Zamora, Azaña, Maura, Indalecio Prieto, Gil Robles y Besteiro?

V. El conservador observa que a una neurona no se le pregunta qué piensa de sí misma para poder comprenderla; al hombre sí. Las opiniones que tienen los hombres sobre sí mismos son datos objetivos de su realidad. Es bueno que estas opiniones sean optimistas, dado que sin autoestima difícilmente querrán mejorar. Antonio Pérez solía decir que el hombre es un árbol inverso, enraíza en ideales.

VI. Frente a las tentaciones abisales de la ortodoxia, el heterodoxo es un pensamiento de superficie. El conservador toma a los adultos por adultos y si alguien le dice que está bien, lo cree y se alegra con él. No intenta persuadirle de que en realidad se encuentra mal y que su conciencia del bienestar es una conciencia alienada que necesita de un intelectual crítico para despertar a la realidad. El conservador no quiere ser el maestro de escuela de la sociedad. No por ello renuncia a la utopía: sueña con resolver cada problema sin crear otro mayor.

VII. El lema del conservador: Et pluribus unum. Otra utopía española. Recordemos que cuando se decidió incluir el término nacionalidades en la Constitución, Peces Barba declaró que, con este gesto -¡al fin!-, la historia de España sería una historia aburrida.

VIII. El conservador concede una gran importancia al cristianismo porque, entre otras cosas, le permite distinguir entre Dios y el César. Si el César se endiosa, se acaba en el totalitarismo. Cuando no se cree ni en Dios ni en el César, inmediatamente desaparecen los santos y, tras ellos, los héroes. Y todo se nos llena de influencers.

IX. El conservador es moderno, pero no sólo. No padece ese complejo de Orfeo que impide a los izquierdistas mirar hacia atrás para aprender algo sustantivo sobre el presente. El pasado es el pie en que te apoyas para dar un paso adelante.

X. El conservador no quiere irse de este mundo sin pagar. No hay muchas personas capaces de entender esto, cosa que al conservador le importa un bledo. Isabel II se le quejó un día a Narváez: "¿Pero es que no podréis poneros nunca de acuerdo y gobernar a la vez?". Narváez le contestó que eso sería fácil si hubiera cien ministerios a repartir. Alejandro Mon, un conservador que merecía este título, apostilló: "O si hubiera más patriotismo".

XI. El conservador comprende que las instituciones se justifican, ante todo, por nuestra incapacidad para vivir sin ellas. Me gusta mucho la defensa involuntaria que hizo Heribert Barrera de la monarquía constitucional para justificar su voto contrario a la misma: "Todos los países europeos son republicanos, excepto...".

XII. El conservador está convencido de que España sólo es un problema para quienes dan por supuesta una Europa aproblemática.

XIII. El conservador ha firmado la paz con la historia de su patria. La acepta toda, íntegra. De toda es heredero, y no sólo descendiente. Aunque, se lo confieso, deprime un poco que hables de la Escuela de Salamanca y después un periodista asegure en su crónica que has estado diciendo no sé qué de la "cueva de Salamanca".

XIV. Al conservador, una familia normalica le parece un chollo psicológico.

XV. El conservador sabe que no hay que esperar a ser feliz para comenzar a ser virtuoso, digan lo que digan coaches, terapeutas y educadores emocionales doctorados en reiki o en cuencos tibetanos. Entre el homo therapeuticus y el homo politicus no hay término medio.

XVI. El conservador observa con reticencias el actual desprecio hacia las fronteras. Si los flujos (de mercancías, capitales, personas y nubes tóxicas) son más importantes que las fronteras, la legitimidad de las instituciones políticas está en riesgo.

XVII. El conservador no tiene ningún interés por participar en la competición por la hegemonía moral internacional, que acaba pidiéndole a la política más de lo que ésta puede dar de sí. El hombre tiene prójimo; las naciones, no.

XVIII. Si eres conservador, tienes algo que conservar, comenzando por el medio ambiente y continuando por el respeto profundo a la naturaleza, que siempre vuelve, por mucho que la ortodoxia intente someterla con leyes (a eso que siempre vuelve la izquierda lo llama "la derecha"). El conservador no es tan iluso como para pretender poner a la naturaleza a las órdenes del Partido. Como no cree que pueda modificarse la naturaleza para hacer posible una vida sin riesgos, asume prudentemente los riesgos inherentes al animal político.

XIX. El conservador desconfía de la retórica del humanismo que exige a los Estados que rindan cuentas ante el tribunal del hombre en general. El hombre en general es el hombre inocente, que ha renunciado al uso legítimo de la fuerza para no tener que comprometerse en la defensa de causas nobles e imperfectas (es decir: de causas humanas). El hombre en general es un Narciso democrático.

XX. El conservador sabe que la moral, a diferencia de la política, no decepciona nunca. Está en la naturaleza de las cosas políticas que todo proyecto haya de llevarse a cabo bajo condiciones que no fueron previstas. Un ejemplo menor, pero sabroso: el Marqués de Rozalejo usó en la campaña de Morella una lujosa tienda de campaña en la que sobresalía su escudo de armas con este lema: Prius mori quam foedari (antes muerto que traidor), que sus lanceros traducían así: "Antes moro que federal". Y con este grito se lanzaban contra el enemigo.

Y... XXI. Platón defiende a veces a Sócrates con argumentos propios de los sofistas. Sospecho que, si me ha seguido hasta aquí, el lector sabe a qué me refiero. Si no fuera así, valga una anécdota como explicación. Cuando le preguntaban a Salvador de Madariaga por el significado del Himno de Riego, solía contestar: "Vous comprenez, Madame, pays très sec, l'Espagne, c'est l'Hymne de l'Irrigation".

Y, ya puestos, déjenme acabar con lo que le ocurrió a Líster cuando, tras dar una conferencia en una academia militar checa, se puso firme para escuchar el Himno de Riego y tuvo que mantener el rigor de la posición para no desairar a los militares checos, que cantaron enfervorizados una canción que decía: "Marinerito arría la vela que está la noche tranquila y serena".

Gregorio Luri es profesor de filosofía y autor de La escuela contra el mundo, El valor del esfuerzo o Mejor educados. El arte de educar con sentido común, entre otros.

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