Constitución europea: la solución

l artículo I-6 de la Constitución Europea que fue rechazada en referéndum en 2005 por el pueblo francés y el holandés lo decía claramente: «Artículo I-6. Derecho de la Unión. La Constitución y el Derecho adoptado por las instituciones de la Unión en el ejercicio de las competencias que se le atribuyen a ésta primarán sobre el Derecho de los Estados miembros».

Si aquella Constitución hubiera prosperado, el Tribunal Constitucional alemán no hubiera podido dictar la sentencia que acaba de dictar.

La reacción de la canciller Merkel apoyando al Tribunal Europeo de Justicia frente al tribunal alemán, y la desautorización de la sentencia por el propio Tribunal Supremo alemán, son una prueba elocuente de que la situación creada no admite silencio, pasividad ni indiferencia, pues amenaza a toda la arquitectura institucional en que se apoya un poder europeo fuerte y unido. Se trata del choque entre dos ordenamientos jurídicos, el europeo y el alemán que entran en colisión frontal.

Lo peor de todo es que la situación creada no se puede arreglar por y desde Alemania porque la desautorización de la sentencia por la canciller Merkel implica una vulneración de su propia separación de poderes. Y tampoco su declaración puede satisfacer al resto de los países europeos que, como España, tuvo que modificar el art. 135 de su Constitución para imponer el principio europeo de la estabilidad presupuestaria y la proscripción del déficit, precisamente a instancias de Alemania. Por ello, un correcto planteamiento demanda una solución europea y no alemana, por muy buena voluntad que esta tenga.

La sentencia tiene una lógica implacable pues parte de que el acuerdo del BCE recurrido se fundamenta en los poderes cedidos a Europa por Alemania en un Tratado y no en una Constitución Europea. Es por ello que el Tribunal no se considera concernido por una norma con mero rango de ley, un tratado, y concluye que el BCE se ha excedido «ultra vires» de los poderes cedidos por el Estado alemán, vulnerando de este modo el BCE la norma máxima a la que dicho tribunal está sometido.

Conclusión: el Tratado de Lisboa que vino a cubrir la ausencia de una verdadera Constitución por el fiasco francés y holandés de 2005, muestra su insuficiencia al no ser una Constitución, lo que permite al Tribunal alemán dictar esta sentencia. La conclusión está clara como ya lo estuvo en 2005: Europa necesita una Constitución y la necesita ya.

Hay que volver al espíritu y metodología de la fracasada Constitución de Laeken. Hay que actualizar su texto por la incorporación de nuevos miembros a la Unión y para ofrecer una salida airosa a la posible reconsideración por los británicos, de su futuro recordándoles que fue Churchill quien propuso la creación de los Estados Unidos de Europa. Hay que robustecer el poder ejecutivo europeo para evitar los veintisiete interlocutores actuales con los que la solución siempre llega tarde, de modo que haya esa sola voz de un presidente de Europa como tienen, con la ventaja que ello les da, China, Rusia y EE.UU.

Ante una crisis como la presente de nada vale mantener la actitud retardataria de siempre: «Es demasiado pronto... la cosa está aún muy verde... el nacionalismo de los estados es aún muy potente…», sin ofrecer ninguna solución. Hay que preguntarse que si todavía es muy pronto, a qué nueva crisis debemos esperar para unirnos de verdad y poder competir en pie de igualdad con el resto del mundo. Si no aprovechamos el actual momento para dar un paso al frente, constatando que en Europa todo lo que no es avance es retroceso, perderemos esta ocasión con su secuela de muertos y de ruina económica. O ahora, o nunca.

Tenemos que avanzar hacia esa nueva Europa de corte federal que nos permita afrontar unidos y con fuerza las exigencias de la salud frente a los virus; la sostenibilidad ambiental frente al cambio climático; la integración de los extranjeros frente a la inmigración clandestina; la sostenibilidad del «Estado de bienestar» frente a la demagogia y el derroche de los que amenazan con su ruina; la revolución digital y la transición energética… y tantas cuestiones pendientes que parecen haber entrado en hibernación con la crisis del Covid-19.

Reconozcamos que en España, donde a la vista de los acontecimientos hay quien empieza a añorar a los «hombres de negro», la frase de Ortega, «España es el problema. Europa la solución», cobra pleno sentido y necesitamos un poder europeo que nos proteja de los desmanes de esos aficionados y demagogos que, como los virus, solamente sobreviven en organismos debilitados.

Constitución Europea es la palabra clave. Pasemos de las palabras a los hechos.

Antonio Hernández Mancha fue Presidente de Alianza Popular.

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