Contando los trabajadores invisibles de África

Los miles de millones de dólares en ayuda que se envían a África anualmente pueden hacerle mucho bien al continente, pero no ofrecen una solución a la pobreza. Sólo la creación de más empleos de alta calidad puede lograrlo. La pregunta es cómo.

África se jacta de tener una fuerza laboral grande y creativa, respaldada por una población joven que, según se espera, se duplicará hasta superar 830 millones de personas en 2050. Esto debería ser una gran ayuda para las economías en todo el continente. Pero los responsables de las políticas en África enfrentan un serio problema: no saben con cuánta gente están lidiando, dónde vive o cómo se gana la vida. En otras palabras, no cuentan con datos suficientes.

En 46 de 54 países africanos, el rastreo oficial de estadísticas vitales como nacimientos, matrimonios y defunciones es limitado. Como informa la Fundación Mo Ibrahim, sólo "un tercio de todos los africanos vive en un país donde se ha realizado un censo desde 2010", y los programas de censo que existen suelen estar sub-financiados y no ser confiables. Más de la mitad de todos los africanos vive en países que no han realizado una encuesta de fuerza laboral en por lo menos una década.

Mientras tanto, los jóvenes africanos están trabajando principalmente en la economía informal, donde ingresan en acuerdos ad hoc que están más allá de la esfera de regulación y fiscalización gubernamental. Pueden estar realizando un trabajo productivo, pero en economías donde la informalidad está profundamente institucionalizada, debido a la falta de mecanismos de recopilación de datos.

Sin un panorama preciso del estado del mercado laboral, los gobiernos están imposibilitados en su capacidad para responder a los desafíos que lo afectan. Las iniciativas destinadas a reducir el desempleo juvenil, si bien numerosas, no pueden ser demasiado efectivas si no conocemos qué tipos de empleos ya existen y cuáles se necesitan. Se espera que aproximadamente 122 millones de personas se sumen a la fuerza laboral africana en 2022, con lo cual mantenerse al tanto de las tendencias laborales -y ofrecer suficientes empleos de buena calidad- no hará que tornarse más difícil.

Aplicar un enfoque más estricto al panorama a través de una mejor recolección de datos no implica limitarse a imitar los métodos de rastreo de la fuerza laboral utilizados en países de la OCDE, donde la economía informal no representa un porcentaje tan alto del empleo. Más bien, los gobiernos africanos, con la ayuda de actores del sector privado, deben desarrollar métodos para entender de qué manera funciona la economía informal y cómo se la puede mejorar. Sólo entonces será posible abordar el desempleo y la pobreza de manera efectiva y destrabar el potencial de los jóvenes de África.

Sin duda, ya existen algunas estrategias de alto potencial. La Alianza para una Revolución Verde en África informa que, si bien el continente cuenta con un 60% de la tierra no cultivada del mundo, gasta 60.000 millones de dólares por año en importar alimentos. Invertir en el desarrollo de los recursos agrícolas de África es, por ende, algo obvio.

La juventud puede desempeñar un papel central en ese esfuerzo. Al identificar e invertir en esas partes de las cadenas de valor agrícolas donde los jóvenes pueden contribuir, los líderes africanos pueden crear oportunidades de empleo formal decentes, por ejemplo, en la industria liviana para trabajadores con capacidades relativamente bajas. Sólo se precisaría un mínimo entrenamiento en capacidades para sacar a los trabajadores del fondo de la cadena de valor -como es el caso de las 120 personas que hoy están empleadas en una fábrica de pasta de tomate en Nigeria.

Otra estrategia prometedora está ejemplificada por el programa eJozi de Vulindlel en Johannesburgo, que apunta a eliminar las barreras para un empleo de nivel básico para los jóvenes que ofrecen capacidades como alfabetismo digital. Esas capacidades les permiten a los jóvenes no sólo salir del sector informal, sino también de empleos formales no deseables, como en la industria de seguridad privada de Sudáfrica, que emplea a más de 412.000 personas. La industria ha enfrentado críticas por malas condiciones laborales; pero inclusive donde ése no sea el caso, no desarrolla los tipos de capacidades que pueden respaldar un crecimiento económico estable y sostenible.

En la medida que más gente vaya incorporando las capacidades y teniendo acceso a las oportunidades para ocupar empleos productivos en el sector formal, donde esté registrada y sea reconocida, los gobiernos tendrán una mejor percepción del mercado laboral. Pero si se quiere maximizar la efectividad de los esfuerzos para ofrecer esas capacidades y oportunidades, para no mencionar que se garantice que quienes se quedan en el sector informal no sean invisibles, también son necesarias iniciativas destinadas directamente a mejorar la recopilación de datos.

Una iniciativa de esas características es el Programa Africano para la Mejora Acelerada de Registro Civil y Estadísticas Vitales, que se lanzó formalmente en 2011. Si bien el programa no puede ofrecer resultados instantáneos, comienza a sentar las bases para el desarrollo e implementación de programas basados en datos duros sobre poblaciones africanas.

Reducir el desempleo y la pobreza no es responsabilidad únicamente de los gobiernos. Los actores del sector privado y los ciudadanos comunes también pueden ayudar. Por ejemplo, podemos respaldar iniciativas informales, como el reciclado de desechos, que les brindan a los jóvenes con bajas calificaciones la posibilidad de ganar dinero. Y podemos alentar y facilitar becas que ofrezcan capacidades técnicas y oportunidades para la educación cívica.

África ha abordado problemas complejos y de amplio alcance antes. Por ejemplo, la epidemia del VIH/SIDA, que alguna vez parecía insuperable, ahora esencialmente está bajo control. La clave para enfrentar ese desafío fue la cooperación entre gobiernos, socios de desarrollo y comunidades locales en la recopilación, procesamiento y utilización de datos para ajustar estrategias.

Deberíamos estar haciendo lo mismo para resolver la escasez de empleos. Si las economías de África han de absorber a los 122 millones de jóvenes que, según se espera, ingresarán a la fuerza laboral en los próximos años, debemos entender bien los números -y empezar ahora.

Carl Manlan is COO of the Ecobank Foundation and a 2016 Aspen New Voices Fellow.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *