Contra el catastrofismo

Por Joseba Arregi, ex militante del PNV, consejero de Cultura y portavoz del Gobierno vasco (EL MUNDO, 21/04/05):

No han pasado muchos días desde la celebración de las elecciones autonómicas de Euskadi y la tradicional visión dicotómica de la realidad política, vasca y española, se ha desarrollado con toda su potencia, ojalá no destructiva. Para unos, el resultado electoral ha abierto una única posibilidad, la de un Gobierno transversal entre el PNV y el PSE, confirmando el deseo manifestado por Maragall todavía en campaña. Ese Gobierno transversal sería la fuente de solución para todos los problemas vascos y españoles: reformar el Estatuto, coadyuvar a la reforma de la Constitución, normalizar Euskadi y abrir las puertas a la pacificación definitiva.Hasta se llega a elucubrar con la futura presencia de un consejero Otegi en el Gobierno vasco. Eso sí: una normalización basada en la exclusión, mejor, en la ignorancia de la existencia y del significado político del Partido Popular vasco, cuya presencia en el Gobierno parece absolutamente implanteable, aunque sean las víctimas de lo que Otegi ha defendido tanto tiempo y no ha condenado, todavía, nunca.

Para otros, los resultados electorales abocan a la catástrofe.Y lo hacen porque alguien ha permitido que aparezca en votos lo que realmente existe en la sociedad vasca, pero que había que mantener oculto para poder hacer política como si no existiera: el voto de la izquierda radical relacionada con ETA. Hemos pasado, por lo visto, de una situación en la que ETA estaba a punto de ser vencida a una situación en la que, al parecer, puede condicionar toda la política vasca y todo el futuro de la sociedad vasca.En unas elecciones en las que se ha podido presentar un partido llamado de los Comunistas de las Tierras Vascas, que ha funcionado como el envoltorio preparado para cobijar a la vieja Batasuna, se ha trastocado, al parecer, toda la historia reciente: de repente nos encontramos ante una ETA más fuerte que nunca, un plan Ibarretxe más potente que nunca, un nacionalismo que alcanza -si uno hace caso de unas manifestaciones de María San Gil, según las cuales da igual que Ibarretxe gobierne con EHAK o con el PSE, pues ambos están al servicio del nacionalismo- más de los dos tercios de los votantes vascos.

Hace algunos años, en el mundo nacionalista vasco, la metáfora del montañismo estaba en boga: Batasuna era necesaria para que consiguieran bajar del monte a ETA; la función del PNV era conseguir que Batasuna bajara del monte; y el cometido del PSE era hacer que el PNV bajara del monte. Quedaba el PP para servir de orientación indefectible para quienes quisieran saber dónde está el valle fuera del que no hay salvación.

Hoy parece haberse iniciado un recorrido a la inversa: Batasuna es ETA; Aukera Guztiak es Batasuna; EHAK es Aukera Guztiak, es Batasuna; PNV es igual a Batasuna; PSE es igual al PNV: luego todo al final redunda en una resurrección milagrosa de ETA, una resurrección causada por quien, o bien ha tenido demasiados escrúpulos jurídicos, o bien no ha tenido ninguno: el presidente Rodríguez Zapatero. Y frente a ello se encuentra no la conciencia política, sino la conciencia moral limpia, pura, intransigente en el sentido literal del término, aunque para ello haya que meter a todos los que no pueden enorgullecerse objetivamente de su pureza moral y política, de su intransigencia, en el mismo saco, engrandeciendo así no sólo al adversario político, sino convirtiéndolo automáticamente en un único gran enemigo. Un enemigo que alcanza, como ya se ha indicado, a más de los dos tercios, a los tres cuartos de la sociedad vasca. Ante ello sólo queda la posibilidad de considerarse resto de Israel.

A un pobre ciudadano vasco como el que suscribe estas líneas le cuesta reconocer la realidad vasca, la reflejada por los resultados electorales del pasado domingo, en ninguna de las dos descripciones.Todas las sociedades se constituyen gracias a la transversalidad: otra cosa son las constituciones pactadas y aprobadas por refrendo de la ciudadanía. La sociedad vasca requiere con más razón de transversalidad, dada su pluralidad en el sentimiento de pertenencia.Pero se trata de una transversalidad en la definición de la sociedad, en la fijación de las reglas de convivencia. Cuando esa transversalidad existe, el Estatuto de Gernika, cuando no es puesta en cuestión ni entre paréntesis, cuando no es horadada desde las propias instituciones que resultan de la transversalidad, los gobiernos pueden ser mayoritarios, minoritarios, de coaliación entre dos, con uno grande y uno pequeño, de gran coalición entre dos grandes, de coalición de arco iris: lo que se quiera.

Lo que Euskadi necesita es reafirmar la transversalidad entre los demócratas que le hace ser sociedad en sentido político, no necesariamente un gobierno transversal. Y la transversalidad debe incluir al Partido Popular. Y es preciso no olvidar quién ha puesto en duda, entre paréntesis, en riesgo y bajo sospecha la transvesalidad existente, pretendiendo sustituirla por la unilateralidad nacionalista.

Los resultados electorales claman abiertamente por restaurar, sea vía reforma, la transversalidad del Estatuto, recuperar el espíritu de pacto. Esa es la tarea primordial. Y la formación de las coaliciones de gobierno deben estar supeditadas a la facilitación de la renovación del pacto, no a impedirlo. Ello significa probablemente que tendrá que ser un Gobierno que facilite la reforma para consolidar el pacto, pero también un Gobierno que cierre las puertas a tentaciones rupturistas y superadoras del espíritu de pacto. Y un Gobierno que tenga en cuenta el significado político de las víctimas: que no puede haber una Euskadi como la que sirvió de argumento para asesinar.

Es cierto que la presencia de EHAK en el Parlamento vasco puede ser un problema, una espita abierta para que el mundo de la izquierda nacionalista radical del entorno de ETA, que estaba sometida a una enorme presión -para renunciar al terrorismo y tener futuro político o renunciar al futuro político para seguir con el terrorismo- vuelva a las andadas. Todas las cautelas serán pocas. Pero todavía no se ha producido esa vuelta: si la voluntad de Batasuna y de ETA es seguir jugando dentro del sistema para aprovecharse de sus ventajas y al mismo tiempo fuera del sistema, en el terrorismo, para aprovehcarse de todas sus otras ventajas, la Ley de Partidos Políticos tendrá que ser ejecutada y el futuro no puede ser otro que el de la Batasuna ilegalizada.

Porque la ilegalización de Batasuna ha sido un factor de estratégica importancia en el debilitamiento de ETA, la presión de la alternativa indicada más arriba: o futuro político sin terror o continuar con el terror sin futuro político alguno debe ser mantenida a toda costa. Por eso es peligroso debilitar el Pacto por las Libertades y declarar por invalidada la Ley de Partidos Políticos. Euskadi sigue necesitando de ambos instrumentos y no es bueno que ninguna de las dos partes los pongan en riesgo.

Con esos instrumentos en la mano se puede mirar la presencia de EHAK en el Parlamento vasco no con tranquilidad, pero sí con una calma muy despierta, pero en la que la cautela no ahogue totalmente la semilla posible de la esperanza. Pues es sabido que la transversalidad que necesita Euskadi tiene su mejor fundamento en la paz no amenazada por nada ni nadie. ¿Sería demasiado pedir que la política española sea capaz de combinar el optimismo antropológico del presidente de Gobierno con la inteligencia que el presidente de la oposición reclamaba recientemente para la política, inteligencia que implica necesariamente mucha cautela y prudencia? Sería la mejor respuesta a la complejidad de la realidad vasca. Ni angelismos ni catastrofismos.