Contra especulaciones, hechos

Justo Fernández es ex sindicalista (LA RAZON, 19/12/04).

Fui uno de los millones de españoles que, horas después del atentado de Madrid, tuve la percepción de estar sometido a un nuevo engaño por el Gobierno como en el desastre del «Prestige» o las «armas de destrucción masiva» de Iraq. Sin que ni un solo dato o indicio señalara a ETA, el Gobierno insistía en responsabilizarla del atentado. Se intoxicó a directores de periódicos, se presionó a corresponsales extranjeros, a las embajadas españolas en todo el mundo e, incluso, a las Naciones Unidas, mientras miles de ciudadanos pudimos enterarnos, por Internet, que los servicios extranjeros de varios países e importantes medios de comunicación atribuían el atentado al terrorismo islamista. La explicación era que la autoría etarra favorecía los intereses electorales del Partido Popular.

La Comisión parlamentaria, creada para investigar lo sucedido el 11-M y las medidas a adoptar para evitar su repetición, tuvieron una deriva perversa, orientando su objetivo a investigar las causas de la derrota electoral del PP, que debió quedar para una investigación interna, pagada con sus propios fondos. Los ciudadanos pedían que se determinara si existió imprevisión, incompetencia o desidia en la lucha contra el terrorismo islámico, pese a las decenas de avisos, indicios y señales de que era, más que probable, un atentado en España. Mientras se ninguneaba a la Comisión, se inventaban rocambolescas teorías sobre posibles conexiones entre organizaciones terroristas, siguiendo la teoría aznarista de que «todos los terrorismos son iguales».

La comparecencia de Aznar constituyó un compendio de sectarismo y desprecio hacia quienes no compartían sus convicciones personales. No aceptó haber cometido ningún error en la prevención contra el terrorismo islamista y ratificó su convicción personal, sin una sola prueba, de la implicación etarra en el atentado. El PP no ha logrado convencer de sus teorías conspirativas ni a un solo grupo parlamentario. Ni siquiera a Convergencia y Unio, con su interesada versión de la equidistancia.

Pasados seis meses de contención, soportando burlas y caricaturizaciones humillantes de los dirigentes del PP y sus acólitos, Rodríguez Zapatero adquirió una nueva dimensión, acreditando la consistencia, capacidad democrática y dureza necesarias para gobernar España en los próximos años, sin rebasar el listón de la prepotencia, arrogancia, petulancia y soberbia que adornaron la acción presidencial del anterior huésped de La Moncloa.

Con datos, informes y pruebas, desmontó todo el entramado de mentiras, falsedades y manipulaciones del gobierno de Aznar en los días que siguieron al atentado del 11-M. Las verdades y mentiras que conocíamos fueron corroboradas contundentemente.

En su respuesta a las insidiosas insinuaciones de Aznar, Rodríguez Zapatero le aconsejó que, si tiene conocimiento de quiénes fueron los «autores intelectuales» que «teledirigieron» el atentado y que «no están en montañas, ni desiertos lejanos», debería acudir al juez más próximo y denunciarlos.

Seis días después de la comparecencia de Rodríguez Zapatero, no sé si el PP se habrá arrepentido de la designación de Zaplana como inquisidor del presidente del Gobierno. El fracaso fue notable. Aunque habrá que reconocer que la misión encomendada era difícil. Zapatero no compareció con las manos vacías. Prometió una serie de medidas que se debieron tomar hace tiempo para evitar, hasta donde sea posible, la repetición de un atentado semejante. Ante la dejación en la vigilancia de la dinamita en un país que lleva más de treinta años soportando el terrorismo etarra, Rodríguez Zapatero ha propuesto un más estricto control de los explosivos y el endurecimiento de las penas para quienes incumplan la legislación, aumento de los efectivos policiales dedicados a la lucha contra el terrorismo islámico y el incremento y mejora de la coordinación entre los distintos Cuerpos de la Seguridad del Estado.

Por fin, compareció Pilar Manjón, presidenta de la Asociación de Afectados del 11-M y madre de una de las víctimas, con un vibrante, quejoso y reivindicativo alegato, envuelto en una emotividad comprensible, transmitida a la mayoría de los componentes de la Comisión y a los millones de españoles que pudieron oírla. Estando de acuerdo en una buena parte de sus críticas al comportamiento de los responsables políticos que gobernaban, cuando se produjo el atentado y a la utilización partidista del atentado y sus víctimas, en algún momento derivó hacia una descalificación global del sistema político de partidos que nos hemos dado los españoles como si buscara otras salidas «apolíticas». No puedo estar en mayor desacuerdo con la Sra. Manjón. Este sistema es mejorable, pero los españoles hemos padecido regímenes en los que la política era denigrada y los que «hacían política» perseguidos. Habrá que corregir nuestro sistema, pero no existe otro mejor. Lo de buscar personas neutrales, apolíticas, para una nueva comisión de investigación, sólo puede considerarse un deseo. La Sra. Manjón, como la mayoría de los españoles, no es neutral y tiene ideología política, por otra parte, respetabilísima.