Contra la exclusión social

En 1891, un Papa audaz, León XIII, lanzó la Iglesia católica a la arena del debate social con su encíclica «de las cosas nuevas», Rerum Novarum, que afirmó el derecho de los trabajadores a un salario justo, a formar sindicatos representativos, al mismo tiempo que reconocía la propiedad privada de los medios de producción entendida como servicio, supeditada al bien de todos. En ese mensaje se inspiraron incontables iniciativas innovadoras: empresas cooperativas, instituciones financieras y aseguradoras de ayuda mutua, escuelas de formación profesional, centros de pensamiento y movimientos políticos. ¿Es posible imaginar en el mundo actual un movimiento tan fértil como aquel, con el liderazgo no menos audaz del Papa Francisco?

En su conferencia internacional anual, la fundación vaticana Centesimus Annus pro Pontifice se reúne del 24 al 26 de mayo en Roma para reflexionar sobre esta pregunta. ¿Cuáles son las «cosas nuevas» que realmente exigirían hoy una respuesta católica innovadora? Todos somos conscientes de los cambios profundos –culturales, educativos, laborales, empresariales– que traen consigo la revolución digital y los progresos de la robotización. ¿Servirán para resolver problemas sociales de desigualdad internacional y local, de riesgo ambiental, de desarraigo familiar…? La mentalidad egoísta, el escepticismo moral, la actitud cívica irresponsable que conocemos todos demasiado bien, ¿salen reforzados en la nueva cultura digital? ¿O podremos utilizar los nuevos medios para cambiar el rumbo? Sobre estos temas y sus consecuencias en términos de políticas económicas y sociales reflexionarán una serie de personalidades empresariales, sindicales y universitarias, algunas de ellas españolas, como el consejero ejecutivo del BBVA, José Manuel González Páramo, o la ganadora del premio Jaime I de Economía 2017, Carmen Herrero. La reflexión tendrá también una dimensión ecuménica significativa con la intervención del Patriarca ortodoxo Bartolomeo sobre «Una agenda cristiana común para el bien común».

Estos debates son útiles para que avancen las ideas y nutran iniciativas. Una de ellas, nacida en el seno de la fundación Centesimus Annus, el Voluntary Solidarity Fund (VSF), una nueva entidad de utilidad pública reconocida y controlada por la Charity Commission del Reino Unido. Se ha creado con un objetivo sencillo: apoyar iniciativas existentes, que tengan en su haber un historial probado de éxito en la ayuda a largo plazo a individuos y familias en peligro de exclusión, capaces de escalar su actividad para alcanzar a un número mayor de personas. La entidad nace con vocación internacional. VSF International se alimenta con donaciones. Recoge y distribuye fondos a programas que ya operan en ciudades de nuestro entorno. Apoyaremos tres categorías de programas: integración en comunidades marginales, personas sin hogar, refugiados, personas con traumas mentales, víctimas de adicción, personas que salen de la cárcel; educación mediante donaciones o becas y microcrédito a personas con capacidades empresariales.

VSF International se inspira en la enseñanza social de la Iglesia católica sobre solidaridad, comunidad, participación y dignidad humana. Estos no son principios ideales, son valores morales para orientar nuevos estilos de vida.

A nadie nos gusta reconocerlo, pero es un hecho: en las economías avanzadas, cada día más gente se cae del carro y se ve marginada. La indignante realidad de esas decadencias económicas y sociales la conocemos, aunque no nos afecte directamente: el retroceso, la situación de tantas personas y familias, jóvenes y no tan jóvenes, cuyo bienestar relativo se ve amenazado por el paro, por una formación inadecuada, por una hipoteca imprudente o una ruptura familiar. Todos conocemos a jóvenes que ven imposible alcanzar el estatus económico de sus padres, o familias obligadas a medidas desesperadas para no caer en la miseria. Y en lugar de actuar, nos quejamos, reivindicamos, acusamos a los políticos…

Todos los que nos seguimos beneficiando de un nivel satisfactorio de bienestar –esta misma clase media mayoritaria de la que formamos parte– tenemos soluciones al alcance de la mano para actuar en lugar de quejarnos: podemos colaborar con alguna de las muchas iniciativas de acompañamiento a largo plazo que florecen en la sociedad civil. Son muchas, muchas son admirables, algunas se inspiran en la fe cristiana. Coinciden en la intención, no ya de socorrer situaciones de emergencia momentáneas, sino de acompañar en el tiempo a personas con capacidad para mejorar su situación por sus propias fuerzas. Acompañar significa estar cerca, dar un apoyo personalizado y de larga duración.

VSF International no pretende sustituir a ninguna organización y no excluye a nadie. Pretende, eso sí, dar un marchamo de seguridad y de confianza a los donantes: tendrán derecho a saber exactamente lo que se hace con su dinero. Es más: los donantes tienen la oportunidad de participar como voluntarios en los proyectos a los que aportan su ayuda, unos proyectos seleccionados por la eficacia de su acción y la solidez de quienes los llevan a cabo.

Domingo Sugranyes Bickel, presidente de la Fundación Centesimus Annus pro Pontifice.

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