Contra las leyendas negras

En pleno fervor regeneracionista, Rafael Altamira reflexionó en su Psicología del pueblo español (1900) sobre la "hispanofobia" campante por Europa, que definió como «la aversión hacia España y la injusticia contra ella» y que atribuía especialmente a franceses e italianos, desde Rousseau y Voltaire hasta Tiraboschi y Bettinelli. Antes de que Julián Juderías y otros estudiasen el fenómeno refiriéndose a él como "Leyenda Negra", Altamira responsabilizaba de esa hispanofobia a la desidia de los españoles y proponía neutralizarla mediante el mismo remedio antes reclamado por Unamuno y Ganivet para la justa apreciación de lo español: "Una acción educativa sobre la masa de nuestro pueblo".

La reciente profusión de libros sobre la Leyenda Negra ha vuelto a ponerla en el candelero, hasta el punto de que la hispanofobia se esgrime, a veces, para exonerarnos de toda opinión foránea remotamente desfavorable. Llegados a este punto, es forzoso poner los medios para rectificar esa injusta aversión a España y comenzar sopesando dos circunstancias mayores.

La primera es que no somos el único país aquejado de una aguda Leyenda Negra. Fijémonos en Inglaterra: en tiempos del Imperio Británico fomentaron la anglofobia de barricada, por ejemplo, desde W. Foster y L. LaRouche en EEUU hasta T. Croke y W. Yeats en Irlanda. Actualmente la historia inglesa continúa menoscabándose desvergonzadamente: piénsese en películas como Braveheart y El Patriota. Tal es el grado de anglofobia que en algunas películas norteamericanas los malos hablan con acento inglés, por ejemplo en El rey León. Y en tan baja estima tienen algunos ingleses (desde John Stuart Mill hace siglo y medio) su pasado imperial que Niall Ferguson justificó su obra Empire (2003) como réplica a esos detractores.

La segunda circunstancia atañe a la urgentísima necesidad de reforzar las estrategias para la promoción de nuestra Historia, tanto en España como en el exterior. Altamira reprochaba que la "carencia de amor a la patria española" abonase la hispanofobia. El éxito de la Generalidad de Cataluña en la propagación internacional de su demagogia acientífica (incluso sufragándola en universidades extranjeras) ha propiciado que, al fin, España reconsidere su acción cultural en el exterior. El relanzamiento de Marca España como España Global brinda la ocasión de sopesar algunas líneas estratégicas.

Como en tiempos de Altamira y Unamuno, el quid radica en la acción educativa, aplicada dentro y fuera de las aulas. Precisamente, Inglaterra nos proporciona el mejor ejemplo de cómo contrapesar leyendas negras: los ingleses han cultivado en el seno de su sociedad un amor sincero a la Historia como bien cultural supremo. Sirva de ejemplo English Heritage, institución para la conservación del patrimonio histórico que cuenta con casi millón y medio de miembros.

Mas ninguna institución ha logrado tanto en ese cometido como la BBC. Indicaba el BBC Annual Plan (2017-18) que la difusión de la Historia se cuenta entre sus prioridades absolutas para "ayudar a los espectadores a entender el presente". A tal fin, mantiene una amplísima oferta de documentales de historia, emitidos en horario de máxima audiencia y caracterizados por la más estricta objetividad científica y por su total independencia de partidismos ideológicos. En España, TVE ha producido memorables series de tema histórico, mas es imperativo que se comprometa aun más con la difusión de la Historia imponiéndosela como prioridad absoluta y presentándola con la credibilidad del máximo rigor científico. No existe razón alguna por la que TVE no pueda priorizar la Historia y difundirla merced a los mismos criterios de independencia que la BBC.

En cuanto a la acción cultural en el exterior, a España urge invertir mejor en instituciones como el Instituto Cervantes, AC/E y España Global, a cuyos logros solo caben loas, pero que pudieran rearmarse con programas complementarios. Ante todo, se impone impulsar una política editorial orientada a la difusión de la Historia española en el exterior. Ello solo puede acometerse en la lengua franca de hoy (que es el inglés) y por medio de volúmenes en colecciones de solvencia científica -preferiblemente auspiciadas por instituciones gubernamentales y por sociedades científicas- publicadas por editoriales de prestigio internacional. Actualmente, la Real Academia de la Historia cuenta con colecciones de grandísima calidad, pero de influencia limitada eminentemente al ámbito hispanoparlante. Retomando el caso de Inglaterra, fijémonos, por ejemplo, en la Royal Historical Society: sus revistas y colecciones las edita (en inglés, evidentemente) Cambridge University Press, sello con una inmejorable distribución internacional, y en 2016 lanzó la colección New Historical Perspectives en acceso abierto. En España debemos recuperar, por ejemplo, el concepto Handbuch alemán o companion inglés (manual científico de difusión) y utilizarlo para el realce internacional de nuestra Historia.

Al Gobierno corresponde orquestar la justa reivindicación, tanto en España como en el exterior, de nuestra Historia, mediante estrategias que pauten, coordinen y optimicen los objetivos de TVE, ministerios y entidades científicas. La situación actual -de desconocimiento generalizado en España de nuestro pasado y de su malinterpretación en el exterior- exige acciones resolutivas. El cultivo científico de la Historia en TVE y la edición de libros de referencia dirigidos al mercado internacional son apenas dos ejemplos de acciones imprescindibles en este importantísimo menester. Paradójicamente, para contrapesar y superar la Leyenda Negra lo más pragmático es aprender de los ingleses.

J. A. Garrido Ardila es filólogo e historiador. Sus últimos libro son Sus nombres son leyenda. Españoles que cambiaron la Historia (Espasa) y, como editor, A History of the Spanish Novel (Oxford University Press) y The Picaresque Novel in Western Literature (Cambridge University Press).

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