“La esperanza de la impunidad es una fuerte incitación a la sedición; el temor al castigo, un incentivo igual de fuerte para no cometerla”. Alexander Hamilton, uno de los padres fundadores de los Estados Unidos, publicó estas palabras en El Federalista nº 27, el 25 de diciembre de 1787.
Yo estoy con Hamilton: no a los indultos.
Se cumplen 40 años del intento de golpe de Estado en el Congreso de los Diputados. Aquel 23 de febrero de 1981, una democracia todavía fuera de Europa y muy joven resistió el golpe. Sus responsables fueron a la cárcel. El entonces teniente coronel Antonio Tejero, apartado y expulsado de la Guardia Civil, estuvo 13 años en prisión, de los 30 a los que fue condenado, hasta que salió en libertad condicional. Sin indulto.
Se cumple mes y medio del gravísimo asalto al Capitolio de Washington. Aunque el impeachment por incitación contra Donald Trump no ha salido adelante, la justicia no ha dicho aún su última palabra. En cuanto a los asaltantes, es pronto para saber qué ocurrirá con los más de 230 sospechosos identificados. De ellos, 16 están acusados de conspiración y 28, de cometer actos de violencia, especialmente contra la policía del Congreso. Puede haber condenas de 20 años de cárcel y más. Hamilton no los indultaría.
El apaciguamiento ha sido siempre muy tentador. Es la filosofía preferida por el avestruz, que corre pero no vuela
Se cumplen casi tres años y medio del gravísimo proyecto de golpe de Estado de otoño de 2017 en Cataluña. Los responsables, juzgados y condenados a penas de prisión de 9 a 13 años por delitos de sedición, malversación de fondos públicos y desobediencia, se beneficiaron en enero del tercer grado concedido por la Generalitat y han podido hacer campaña electoral. La Fiscalía recurrió la decisión justo el día después de la celebración de las elecciones, entendiendo que la política penitenciaria de la Generalitat con estos presos busca “no tanto su rehabilitación, sino directamente el objetivo de alterar la decisión condenatoria de la sentencia y su efectivo cumplimiento”.
¿Habrá indultos? Dependerá de cálculos en los que entran el Gobierno de la Generalitat y el nacional, pero ya Pedro Sánchez lo dijo a finales de 2020: “Tenemos que pasar página”. No muy hamiltoniano, pero a quién le importa.
El apaciguamiento ha sido siempre muy tentador. Es la filosofía preferida por el avestruz, que no ve inconveniente en los plazos cortos y hace lo que puede con lo que la naturaleza le ha dado: corre, pero no vuela. Carecer de conocimientos históricos le permite ignorar algunos ejemplos de apaciguamientos y sus consecuencias.
Múnich, 8 de noviembre de 1923. Adolf Hitler y sus camisas pardas irrumpen en una reunión pública que se celebra en la cervecería Bürgerbräukeller. El Führer proclama una revolución y anuncia planes para tomar el poder. Al estilo de Tejero, incluso dispara al aire. Al amanecer del 9 fracasa el golpe. Hitler es detenido y acusado de alta traición. Condenado a cinco años de cárcel, nueve meses después queda en libertad gracias a una amnistía.
Sevilla, 10 de agosto de 1932. El general Sanjurjo, que acaba de llegar desde Madrid en automóvil, intenta un golpe de madrugada. Proclama el estado de guerra en la zona. Sanjurjo fracasa, es detenido y encarcelado. Condenado a muerte, la pena es casi inmediatamente conmutada. Amnistiado en 1934, en 1936 es uno de los implicados en el golpe de Francisco Franco. Muere dos días después, el 20 de julio, en accidente de aviación.
Caracas, 4 de febrero de 1992. Un grupo de militares, entre ellos el teniente coronel Hugo Chávez, da un golpe contra el presidente Carlos Andrés Pérez. Asaltan el palacio y la residencia presidencial y hay enfrentamientos armados. El intento fracasa. Los golpistas que no logran huir van a la cárcel y son juzgados por rebelión. Su causa es posteriormente sobreseída y dos años después quedan en libertad.
No podemos pasar página sin que quienes provocaron la ruptura social muestren arrepentimiento
Un indulto, dice la Real Academia, es “una gracia por la cual se remite total o parcialmente o se conmuta una pena”. Hay, seguramente, delitos merecedores de indulto. Sobre todo, aquellos en los que se expresa de manera clara e inequívoca el reconocimiento del daño causado y el propósito de arrepentimiento.
¿Debe haber un indulto para los responsables del asalto al Capitolio del pasado 6 de enero, que causó muertos y un incalculable daño a la imagen de la democracia más antigua del mundo? Hay partidarios de la impunidad y hay quienes creen que el prestigio de los Estados Unidos no se puede permitir una irresponsabilidad penal así. La historia está al acecho; lo recordó Arnold Schwarzenegger, que fue gobernador de California con el Partido Republicano: “El miércoles fue el día de los cristales rotos en los Estados Unidos. Los cristales rotos están en las ventanas del Capitolio”.
¿Debe haber indulto para los líderes separatistas que, utilizando ilegalmente dinero público, organizaron una teatralización de un referéndum para declarar la independencia de Cataluña y subvertir el orden constitucional? Hay partidarios de indultar a estos condenados por sedición que han atentado contra el bienestar y la convivencia de los catalanes y que se han mostrado tan orgullosos de lo ocurrido que han proclamado ho tornarem a fer (lo volveremos a hacer) a los cuatro vientos.
No podemos pasar página, de verdad, de la actual situación de ruptura social sin que quienes la provocaron muestren arrepentimiento y se comprometan a no repetir sus acciones. Creo, con Hamilton que la esperanza de impunidad es una fuerte incitación a que se repita un comportamiento sedicioso.
Reconciliación, sí. Apaciguamiento, no.
Luis Garicano es el jefe de la delegación de Ciudadanos en el Parlamento europeo.