Contralamentaciones

Por Quintín García, sacerdote dominico y cura rural (EL PAÍS, 24/10/04):

Álef. Dicen que los católicos estamos en contra del matrimonio de los homosexuales. Lo han dicho estos días con belicosa vehemencia y melodía de viejas lamentaciones, tan propias, los obispos españoles, en colectivo y en particular, a tiempo y a destiempo, reclamando como única moralmente recta, también para la sociedad civil, su concepción del matrimonio. Yo no lo digo. Más bien digo que me parece muy bien que por fin no sean discriminadas, denigradas por su inclinación sexual las minorías homosexuales. Y que se les reconozca social y legislativamente sus derechos.

Bet. Dicen los que dicen que los católicos estamos en contra del matrimonio de los homosexuales que lo dicen en nombre de Dios porque se apoyan en algunos textos de la Biblia y en el magisterio eclesiástico. Yo no lo digo. Esos mismos afirmaron antaño que la Biblia (para ellos, Dios, así, sin más) enseñaba que el Sol podía pararse, luego él era el que giraba en torno a la Tierra. Y encontraron un texto en la infinitud del Libro que apoyaba la experiencia de sus ojos, la cultura tradicional, la tesis de la escasa ciencia de entonces y sus ansias de dominio sobre la ciencia. De modo igual los eclesiásticos de cada época, a base de hilar argumentos de Biblia y conclusiones precipitadas, le han hecho decir a Dios muchas cosas que eran ellos -su ciencia, su cultura, sus intereses- los que las decían. La condena a Galileo, la condena y ajusticiamiento criminal de Giordano Bruno, se hicieron en nombre de Dios.

Resulta que luego, pasados tres siglos, los eclesiásticos han tenido que rehabilitar a Galileo (a otros muchos ni se han molestado) porque, al fin, se habían dignado aceptar métodos críticos y científicos (el Libro es un libro) de interpretación y ya la Biblia no decía que el Sol era el que giraba en torno a la Tierra. O sí lo decía porque no podía borrarse la cita, pero ése era un error científico achacable al autor humano. O sea, que reconocían que la Biblia, el mensaje religioso, está mediado, vertido, hecho imágenes y conceptos, por autores humanos con su lengua, sus condicionantes sociales, culturales, etc. Y que por esa razón hay que aceptar la posibilidad de la equivocación o la inexactitud. O el desvelamiento progresivo, a través de la sucesión histórica de los creyentes y sus búsquedas, del mensaje religioso. Esto costó siglos, condenas, quemas, cárceles y sofocamiento de muchos estudiosos. Ha habido errores y retractaciones posteriores también en el campo de la ciencia histórica y en el de las ciencias sociales: muy próxima aún la condena de la democracia en el Syllabus de Pío IX y su actual marcha atrás. Condena y bendición como católicos de regímenes dictatoriales, sátrapas y caudillistas. Hasta ayer mismo.

Guímel. Dicen los que dicen que los católicos no podemos aceptar el matrimonio de los homosexuales que lo hacen porque tienen la autoridad y responsabilidad eclesiástica. Yo, sin esa autoridad, sólo bajo el mandato de mi conciencia responsable, y desde luego "con temor y temblor" de equivocarme, me atrevo a exponer mi opinión disidente:

Lacerado por ese rosario de condenas, quemas y manipulaciones religiosas del pasado, pero sobre todo obsesionado por los posibles errores y daños presentes a tantos de fuera y de dentro de la Iglesia por esa uniformidad, insistencia y aguerrida campaña, me atrevo a decir que este caso de la condena moral de la homosexualidad en los textos bíblicos y en la tradición es uno de esos asuntos en los que se confunde el mensaje religioso con la concepción científica y la valoración filosófica. Aún relativamente recientes, pero numerosas, las aportaciones de las nuevas ciencias están cambiando copernicanamente la comprensión y valoración biológica, psicológica, ética y social de la homosexualidad. ¡Cómo seguir aceptando el juicio moral de la Biblia y el consiguiente magisterio, si la ciencia nueva -y sobre todo las experiencias vitales, ahora por fin públicas, de las personas homosexuales- impele a nuevas valoraciones humanistas positivas de esa tendencia y su desarrollo! ¿No habrá llegado el momento de reconocer, como en tantos otros casos, que la condena de la homosexualidad en nombre de Dios ha sido un error porque se basamentaba en una ciencia y filosofía incorrectas? Yo pienso que sí. ¿No hay posibilidad de una experiencia del Dios creador y del Dios amor a través de una relación homosexual? Son muchos los homosexuales cristianos que lo afirman. En cualquier caso, ésta sería una cuestión a discutir entre católicos. No a imponer a una sociedad plural.

Dalet. Y si dicen que los católicos hemos de decir que estamos en contra del matrimonio de los homosexuales y yo no lo digo, ¿será que yo no soy católico? Si ser católico es ver la huella del Creador en las variadas y multiformes manifestaciones de la naturaleza, también en todas las manifestaciones diferentes de la sexualidad y no sólo en algunas, yo soy católico. Yo soy católico si consiste en indagar con humildad, no en repetir y repetir, el significado y aplicación hoy de las enseñanzas religiosas -no las culturales- recibidas de otra época, tantas veces difíciles de precisar y traducir. Si es recibir con agradecimiento la herencia cristiana sabiendo que en ella hay oro y ceniza, luz y sombras, mensaje de Dios y tergiversaciones e ignorancias. Y crímenes. Si es buscar individual y comunitariamente. Si es escuchar a otros buscadores yo intento ser católico, aunque medido y condicionado también.

Si ser católico es respetar al prójimo en sus derechos, amarlo y no despreciarlo como se ha hecho y se hace con los homosexuales. Si es recoger al prójimo robado y vejado en el camino de la vida y de la historia. Si es aceptar que de muchas cosas de la vida uno no sabe nada, o poco, o sabe contradictoriamente, y a saltos, incluidas las cosas religiosas, yo soy católico.

He. Dicen los periódicos que han dicho los obispos españoles (supongo que algunos) que desde sus púlpitos van a lanzar a sus bases católicas a la calle para protestar por la persecución religiosa que están sufriendo. Yo no creo que sean justas estas lamentaciones. Y por lo mismo no usaré el púlpito de mi comunidad para defender los intereses de los obispos españoles -no los ideales católicos- en forma de leyes sobre la enseñanza religiosa católica; sobre el matrimonio civil para que se ajuste a la visión católica; sobre los privilegios de financiación de la Iglesia católica; sobre los beneficiosos acuerdos Estado español-Estado vaticano. Intentaré usarlo para indagar "con temor y temblor", y con la fuerza del Espíritu, el rostro amoroso de Dios, revelado en Jesús de Nazaret. Y la calle la usaré para alegrarme de que las minorías excluidas vean reconocidos sus derechos por los representantes legítimos de los ciudadanos.