Control y calidad de los medios de comunicación

Los medios de comunicación se han constituido en la principal referencia de una sociedad democrática. Incluso me atrevería a decir que son la principal vía de formación de una sociedad que ha relegado a un segundo plano las dos vías de formación tradicionales, la educación y la familia. Ocho leyes de educación en cuarenta años (de media, una ley cada cinco años) y un número de rupturas familiares considerable cada año dejan muy tocados a los que siempre fueron y deberían seguir siendo los motores de una sociedad que quiere progresar.

Necesitamos un sistema de medios de comunicación riguroso y no dependiente del Estado. Las palabras del vicepresidente segundo del Gobierno, pidiendo control de los medios, no deben caer en saco roto; tienen que alertar a los mismos de que, hoy más que nunca, estos deben hacer valer su función social. Si los medios de comunicación tienen sentido es porque cumplen la función de controladores de los poderes del Estado para que no haya abuso de los mismos y para que los ciudadanos tengan confianza en el escudo mediático que les proteja de esos abusos, mentiras, exageraciones intencionadas y decisiones unilaterales.

Esto no exime a la prensa de la responsabilidad que les exige no manipular, no distorsionar, ser rigurosos y dar la información necesaria y justa. La libertad de expresión, recogida y limitada en el artículo 20 de nuestra Constitución, va de la mano de la responsabilidad. La libertad de expresión no es libertad absoluta para decir lo que uno quiere sin ningún límite, es libertad responsable para garantizar un derecho fundamental de los ciudadanos.

Necesitamos una comunicación plural y periodistas serios que sean creíbles y nos permitan acercarnos con toda confianza a la realidad que nos rodea y afecta. En este sentido, me gustaría reclamar una educación en materia de comunicación desde edades tempranas, porque es necesario educar en un ámbito que influye tanto en las personas y saber quién es quién en los medios de comunicación; quién está detrás de los mensajes para entenderlos, para poner en su justo sitio la información, para saber que la pluralidad no es cantidad, sino diversidad ideológica. Debemos aprender a diferenciar información y opinión y acabar con el vicio de elevar a información el pensamiento para entender en sus justos términos la libertad de expresión. Libertad de expresión sí, pero con límites en la dignidad de las personas y, por supuesto, en la verdad de los hechos.

Necesitamos un periodismo sensato, prudente y humilde, pero cierto y riguroso, y unos medios que no sean controlados por el poder político, como ha sugerido, ni más ni menos, el vicepresidente del Gobierno de un país democrático. Esta será la única arma para desarmar a quienes quieren controlar los medios de comunicación y lesionar una democracia plena.

Humberto Martínez-Fresneda Osorio es director del Grado en Periodismo de la Universidad Francisco de Vitoria

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