Cooperación Rusia-UE, hacia una Europa única

Por Vladimir Putin, presidente de la Federación de Rusia (ABC, 23/11/06):

EN vísperas de la nueva reunión que va a celebrarse mañana en Helsinki, quisiera expresar mis valoraciones sobre las relaciones Rusia-Unión Europea, deteniéndome, en primer lugar, en las cuestiones estratégicas.
Rusia, por su espíritu y sus tradiciones históricas y culturales, forma parte integrante de la «familia europea». No nos planteamos la tarea de unirnos a la Unión Europea. Pero al pensar en las perspectivas de nuestras relaciones a largo plazo, no vislumbro campos que estén «cerrados» para edificar un consorcio estratégico basado en la igualdad de derechos, en las aspiraciones comunes y los valores universales.
Al referirse a tales valores, no se puede hacer caso omiso a la diversidad de la civilización europea, formada a lo largo de la historia. Sería inútil y erróneo imponer aquí unos estándares artificiales. Quiero recalcar: apreciamos la experiencia acumulada por otros Estados, pero también Rusia, como un país con una historia de más de mil años, tiene cosas ofrecer a otros países de Europa, por ejemplo una experiencia única de coexistencia entre diferentes confesiones y etnias que se enriquecen mutuamente.
Durante los últimos años, la Unión Europea y Rusia han llegado a ser importantes socios políticos y económicos. Al mismo tiempo, nos atenemos estrictamente al principio de que esta cooperación no debe oponerse artificialmente a las relaciones que mantenemos con otros Estados y regiones. Estoy convencido de que tal enfoque responde a los intereses de todo el mundo, incluida la Unión Europea.
Nuestras relaciones mutuas adquieren un carácter maduro y bien estructurado. Se desarrolla a ritmo acelerado la cooperación sectorial. Se mantiene un diálogo activo en materia de Justicia y asuntos interiores. Se amplían los contactos científicos, culturales y humanitarios. Además, todos estos procesos se desarrollan de modo reglamentado y sistematizado, en el marco de la formación de cuatro espacios comunes: el económico; el de la libertad, la seguridad y la Justicia; el de la seguridad exterior; y el de la ciencia y la educación, incluidos los aspectos culturales.
Tenemos enfoques afines sobre los problemas de seguridad internacional. Rusia y la UE apuestan por fortalecer los regímenes universales, en primer lugar, el de no proliferación. Pese a todas las divergencias tácticas que tenemos, nos une la aspiración a encontrar un justo arreglo de los más complicados problemas internacionales, trátese de la situación en Oriente Próximo o del «dossier nuclear» iraní.
En Rusia seguimos atentamente la evolución interna de la Unión Europea, lo que resulta natural, porque el desarrollo de nuestras relaciones y sus perspectivas dependen mucho de la transformación interna de la UE, de si ésta sigue siendo una agrupación de naciones por excelencia o si va a adquirir funciones supranacionales. Estamos interesados en que nuestra vecina más grande sea estable y predecible, así como esperamos que las transformaciones y ampliaciones no lleven a diluir el homogéneo campo jurídico de la UE, en primer lugar en lo que atañe a garantizar iguales derechos para todos los habitantes de la Unión Europea, sin importar su origen, nacionalidad o religión.
Al estructurar nuestra cooperación con la UE, procuramos trazar planes a largo alcance y no vivir sólo «al día». Estoy convencido de que nuestro diálogo no debe reducirse a los problemas que sean importantes, pero cuyo fondo tenga un carácter técnico o sectorial, tales como cuotas, tarifas, antidumping o estándares. No niego la importancia de debatirlos y buscar juntos su solución. No obstante, creo que antes que nada debemos ponernos a reflexionar sobre cómo queremos vernos los unos a los otros dentro de unos decenios y qué podemos hacer para nuestros ciudadanos.
Es conocida la posición que mantiene Rusia en cuanto a las perspectivas de los procesos europeos de carácter general. Lo principal consiste en formar un espacio económico único y garantizar el libre desplazamiento a los ciudadanos. En ello están interesados los círculos empresariales, culturales y científicos. Para lograr estos objetivos, deberemos recorrer un camino bastante complicado y largo, pero los puntos de referencia trazados son realistas. Muchos en la Unión Europea comparten este enfoque nuestro.
En los próximos tiempos nos pondremos a elaborar juntos un nuevo documento básico, llamado a sustituir el que está a punto de expirar. Confiamos en que el respectivo proceso negociador pueda comenzar durante la próxima reunión de la cumbre Rusia-Unión Europea. El diálogo que estamos sosteniendo con los países europeos muestra que mantenemos posiciones bastante afines con respecto a muchos postulados del nuevo convenio. Lo concebimos como un documento compacto, sustancial en lo político y proyectado hacia el porvenir, un documento que recoja los objetivos y mecanismos de la cooperación equitativa Rusia-UE. Además, se deben definir con la máxima claridad estos objetivos.
Espero que el trabajo de elaboración del nuevo documento básico no produzca separación, sino mayor acercamiento entre Rusia y la UE. Las futuras negociaciones no deben reducirse al intercambio de pretensiones mutuas. Pero tampoco podremos abrir una nueva página en nuestra cooperación si sentimos miedo ante el aumento de nuestra dependencia recíproca. Creo que huelga volver a manifestar que tales recelos contradicen el verdadero estado de los asuntos en el continente europeo.
El problema, por lo visto, consiste en algo completamente distinto. Quienes hablan del peligro que entraña el hecho de llegar a depender de Rusia ven las relaciones Rusia-Unión Europea a través de una gama cromática simplificada, en blanco y negro, y quisieran encajonarlas en el viejo esquema de división en «los suyos y los ajenos». Quiero repetir: tales estereotipos están lejos de la realidad, pero al persistir en la mentalidad y la práctica política, crean el peligro de que en Europa puedan surgir nuevas líneas divisorias.
Estoy absolutamente convencido de que el pasado no debe separarnos: no podemos reescribir la Historia. La tarea hoy en día consiste en crear para Rusia y Europa un futuro de asociados y aliados. Rusia está preparada para hacerlo. Confío en que este enfoque positivo se imponga también en la Unión Europea.