Cordura ante la piratería

Vale la pena aclarar algunos puntos del panorama informativo sobre el secuestro del atunero Alakrana antes de que el alud de noticias tendenciosas, manipuladas o directamente erróneas acabe por sepultar la razón.

1. EL ‘ALAKRANA’ pescaba legalmente en aguas del océano Índico y su actividad depredadora nada tiene que ver con la imagen de un arrastrero que esquilma la riqueza piscícola de la plataforma continental de un determinado país. Los atuneros persiguen a los atunes allí dónde éstos se desplazan. De ahí su diseño, con unas torres de vigía extraordinariamente altas y en muchos casos plataformas para la operatividad de helicópteros. Se trata de avistar los bancos de atún por medio del indicio de los pájaros. Los atunes persiguen a los bancos de pequeños pelágicos (sardina, jurel, boga, etcétera) y los atacan sin contemplaciones. De la matanza se aprovechan las gaviotas y otras aves marinas, que son las que avistan los helicópteros o los serviolas del atunero.

2. LA TRIPULACIÓN del Alakrana y en general de los atuneros bermeanos (Bermeo es cuna y capital de los atuneros españoles) está formada por numerosos auxiliares reclutados en algún puerto africano. Por un salario irrisorio, sin protección social de ningún tipo, los atuneros embarcan nativos jóvenes que utilizan para trabajar durante horas interminables pegados a unos prismáticos gigantescos situados normalmente en la cubierta debajo del puente de gobierno del barco. Esa labor de serviola desgasta la vista y resulta insoportable a los marineros gallegos y vascos. Por eso embarcan a los africanos. Son muy baratos, obedientes y resignados. De ellos nada se dice. Son los explotados y olvidados.

3. DESDE mucho antes de que la piratería adquiriera proporciones alarmantes en las aguas frente a Somalia existían determinados bufetes de abogados, mayoritariamente situados en la City londinense, dedicados a la mediación en los casos de secuestro de barcos y tripulantes en aguas de Nigeria, Malasia, Filipinas o el golfo Pérsico. Son bufetes que hacen valer su delicada labor, sus continuos viajes a Adén, a El Cairo o a Beirut, y el riesgo que asumen al tratar con representantes de bandas situadas fuera de la ley. Ellos resolvieron el secuestro del Playa de Bakio, satisfactoriamente a juzgar por el silencio de los medios. Ponerlos ahora a los pies de los caballos, presentándoles como cómplices interesados de los piratas, es faltar a la verdad e impedir la comprensión de la realidad.

4. LOS PIRATAS actuales, de Malasia o de Somalia, son meros ladrones o salteadores de caminos, marítimos en este caso. Nada que ver con el corsarismo de los siglos XVII o XVIII. Los corsarios actuaban al modo de guerrilleros, unidades ágiles y flexibles que podían ocasionar muchos daños al enemigo sin coste para el poder que les autorizaba a dedicarse al corso. Los piratas, de entonces y de ahora, son ladrones que anidan en costas sin dueño ni ley, o con dueños y leyes sobornables a bajo precio. Por qué mandamos tropas a desordenar Irak o Afganistán y no las mandamos a ordenar esos territorios sin ley es una pregunta que cae fuera de este artículo.

5. QUE LA GESTIÓN del secuestro por parte del Gobierno español está resultando ineficaz y onerosa no parece discutible a estas alturas. Como en tantos otros casos relacionados con el universo marítimo, las meteduras de pata de la Administración al tomar como rehenes a los dos marineros somalíes, transportados a España como trofeos de guerra, resultan difícilmente calificables. La ministra de Defensa llegó a invocar el Estado de Derecho para justificar las dificultades del Gobierno en el tratamiento de la crisis de los rehenes, ignorando lo que José María Ruiz Soroa explicaba en un reciente artículo en El País: el Convenio de las Naciones Unidas para el Derecho del Mar autoriza al Gobierno a actuar con los piratas apresados de acuerdo con las necesidades puntuales de España. Puede juzgarlos o liberarlos, puede ponerlos en manos de otro Estado o extraditarlos a sus países de origen. Eso es lo que establece la ley marítima internacional aplicable al caso. Lo demás es querer confundir las cosas, tal vez para envenenarlas interesadamente.

6. PONER guardias jurados armados con armamento militar a bordo de los atuneros es una decisión aparentemente centrada, pero posiblemente la peor. Entre embarcar a los infantes de marina y permanecer en la situación actual (barcos sin armas), los guardias jurados suponen una vía intermedia que por un lado no garantiza una adecuada protección de los barcos ante los ataques de los salteadores, y por otro lado provocará una escalada de violencia que transformará los actuales secuestros en baños de sangre. De nuevo, una precipitación del Gobierno.

Juan Zamora Terrés, capitán de la Marina Mercante y periodista.