Corea del Norte corre riesgos

Las noticias de la prueba nuclear en Corea del Norte el 25 de mayo llegaron cuando yo estaba visitando la zona desmilitarizada en la península de Corea. Había sido invitado a la ceremonia de inauguración de una campana de la paz en el paralelo 38, la línea de tregua donde las hostilidades entre el norte y el sur de Corea cesaron en 1953.

Escuchando a los surcoreanos, sentí su alarma y preocupación por su propia seguridad, pero también por la situación en Corea del Norte. Vi simpatía profunda y sincera por sus compatriotas en el otro lado de la línea de demarcación, y su permanente esperanza de una eventual reunificación.

No hubo pánico. Las emociones, sin embargo, eran intensas y todos con los que hablé se preguntaban ansiosamente qué ocurriría a continuación.

Tan solo unos meses antes parecía que los sucesos podrían seguir un curso diferente. En febrero del 2007, Corea del Norte accedió al cierre de su reactor nuclear principal en Yongbyon. En junio del 2008, el reactor fue parcialmente desactivado, y los canales de televisión en todas partes mostraron la implosión de su torre de enfriamiento.

Corea del Norte dio a Estados Unidos y a China nada menos que 18.000 páginas de documentación sobre el progreso de su programa nuclear desde 1990. A inspectores de las Naciones Unidas se les permitió el acceso a sus instalaciones nucleares. La perspectiva de una península de Corea libre de armas nucleares parecía cada vez más realista.

Entonces, súbitamente, la vuelta a las andadas ocurrió a finales del año pasado. A los inspectores se les negó el acceso, y la desactivación del reactor fue suspendida. Esta primavera, Corea del Norte se retiró de las conversaciones con Estados Unidos, China, Rusia, Japón y la República de Corea. Ahora ha llevado a cabo su segunda prueba nuclear –la primera fue en octubre del 2006– y lanzó cuando menos seis misiles en menos de una semana.

Diplomáticos y expertos difieren en su evaluación de lo que está detrás de este cambio radical. Algunos consideran irracionales las acciones de Corea del Norte; otros las ven como un intento de presionar a la comunidad internacional para que dé más ayuda al sufriente pueblo y a su tambaleante economía. Otros más sugieren que la lucha por el poder en la cumbre del país está intensificándose, y mencionan los problemas de salud de Kim Jong-il, el líder actual. En Corea del Sur, algunos opinan que la línea más dura adoptada por el nuevo presidente hacia el norte ha sido contraproducente.

Se necesita pensar seriamente sobre esto. Al analizar la situación debemos ser muy claros acerca de la meta. Y esta meta es encontrar una forma de reanudar el diálogo político y diplomático, en particular las conversaciones a seis bandas. Los llamamientos para optar por una ruta militar deben descartarse.

Tales llamamientos ya han sido escuchados en Japón, donde la prueba nuclear de Corea del Norte ha dado a los proponentes de la remilitarización una nueva carta para jugar. Un destacado analista político japonés, Mamoru Sato, ha dicho que «en la esfera de la defensa, debemos tener tanto un escudo como una espada». Un asistente del secretario de Defensa estadounidense, Wallace Gregson, ha declarado que Estados Unidos estaría listo para apoyar a Japón a adquirir capacidad para ataques preventivos en bases enemigas. Incluso el tabú principal de la política nipona de la posguerra –la renuncia a las armas nucleares– puede estar en peligro.

Tales medidas solo empeorarían la situación. Presionarían a los norcoreanos a una irresponsabilidad incluso mayor y socavarían la unanimidad de la reacción mundial ante la prueba nuclear, como se ha visto en la vigorosa reacción del Consejo de Seguridad de la ONU. Es bueno que Estados Unidos, Rusia, China y Europa no hayan dudado en adoptar una posición común.

Necesitamos buscar las llaves para una solución política. Sé por experiencia que las negociaciones sobre asuntos nucleares requieren la máxima responsabilidad y un enfoque político constructivo.

Mucho dependerá de aquellos miembros del diálogo hexagonal que aún tienen canales de comunicación e influencia con Corea del Norte. China mantiene relaciones con este país tanto a escala gubernamental como partidista, y le proporciona ayuda económica vital. De forma que tiene todo el derecho para decir a Pyongyang que insistir en el camino actual puede terminar en una dura caída.

China también puede hacer preguntas, como ¿dónde está la «amenaza a la soberanía del país», tan frecuentemente invocada por Corea del Norte para justificar pruebas y capacidades nucleares? Y ¿es racional acusar al Consejo de Seguridad de la ONU de «intenciones hostiles», insultando con ello a China, Rusia y Europa, que tanto han hecho por dar a la península de Corea una oportunidad para un futuro mejor?

Las noticias más recientes de la región son alarmantes. Corea del Norte ha dicho que ya no se considera obligada por el armisticio. Ahora puede estar preparando una prueba con un misil intercontinental. Tropas estadounidenses y surcoreanas han sido declaradas en su estado de máxima alerta en los últimos tres años.

El arte de la política es no convertir un problema en una amenaza, y una amenaza, en un conflicto armado. Esto es tan claro como el cristal cuando uno visita la región y habla con la gente que está directamente afectada por esta situación. Para estas personas, los temas no son ni teóricos ni abstractos. Están en lo correcto cuando dicen que no debemos dejar de intentar todos los medios para tratar de reanudar el diálogo: un diálogo que un día puede resolver este y otros problemas en la región.

Mijail Gorbachov, ex presidente de la URSS y Nobel de la Paz en 1990. Distribuido por The New YorkTimes Syndicate.