Cornudos y apaleados

El Gobierno viene fundiéndose el fondo de reserva de las pensiones a la velocidad de la luz. De los más de 65.000 millones que había en la hucha en el 2011, quedan ahora solo 24.604 y, según la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal, la cifra alcanzará el cero patatero en el 2018. Aun así, lo grave no es que el fondo de reserva vaya a ser pronto un recuerdo. Lo realmente preocupante es que España lleva dos elecciones generales seguidas y nadie ha invertido un segundo en explicar cómo se van a garantizar las pensiones en el futuro tras los parches reformistas del 2011 y del 2013 que supondrán, según el estudio elaborado por la Confederación Española de Cajas de Ahorro, una bajada en promedio de las mismas del 8% en el 2020 para alcanzar el 35% de disminución en el 2050.

Más claro: si usted está ahora sobre los 60 años su pensión, en la práctica, será de entrada el 8% más baja que la de alguien que ya disfruta de la jubilación. Además, a medida que vaya cumpliendo años sus ingresos se devaluarán. Dicho de otro modo: cada año que pase en calidad de jubilado será un poco más pobre. Eso por no hablar de si no tiene más que 33 años mientras lee estas líneas. Si esa es su edad, sepa que cuando deje de trabajar para abrazar el hace un tiempo llamado 'retiro' su poder adquisitivo será el 35% menor que el de los actuales pensionistas. ¿Habrá pensiones? Sí, claro. Las reformas han garantizado que el sistema se mantenga en pie. Pero no se engañe, una cosa es tener una pensión pública y otra, totalmente diferente, es que esa pensión le dé a usted para transitar dignamente del primer al último día del mes. Tome nota: no va a ser así.

Los estudios de tirios y troyanos son coincidentes. Las cocinas de todos los partidos políticos manejan los mismos ingredientes. Pero nadie advierte seriamente de la estafa piramidal que supone nuestro actual sistema de pensiones. Una estafa practicada desde la buena fe (la solidaridad intergeneracional) pero estafa al fin y al cabo. Recuerde que en estos engaños siempre sale peor parado el último en llegar al negocio, en el caso de las pensiones los más jovenes.

¿Soluciones? Lo más práctico sería disponer de una generación de esclavos que trabajase sin cobrar a cambio de que el equivalente a su salario sirviese para costearnos la vida a los demás a medida que orillemos la jubilación. Como quiera que esto no va a suceder, tampoco sería deseable. Usted escuchará de manera recurrente en el futuro argumentos ligados al incremento de las cotizaciones, nuevos impuestos de carácter finalista, mejoras de la productividad y otros canturreos similares. Nada.

De hecho, a tenor de lo que contaba este diario en la edición del pasado lunes, los expertos vienen ya coincidiendo en la creación específica de impuestos para garantizar, no solo el sistema, si no el importe digno de las pensiones. Dado que las cargas sociales que soporta cada contrato ya están al límite, parece que lo único que se les ocurre a los oráculos de Delfos es acudir una y otra vez al bolsillo de los ciudadanos. Es una solución válida para sacar de apuros a los mayores a costa de seguir incrementando la presión sobre los cotizantes que, de seguir así las cosas, llegará a ser insoportable. Por tanto, puede ser un camino pero no puede ser el único.

¿Por qué el pacto de 'omertà' alrededor de la muda de un sistema de reparto a uno de capitalización individual con medidas transitorias de por medio? ¿Por qué un manto de silencio sobre la necesidad de reactivar los planes de pensiones privados que tienen el número de partícipes de hace 10 años cuando la situación es mucho más complicada para las pensiones futuras y estarían más justificados que nunca? Nadie quiere en realidad ponerle el cascabel al gato.

Pero mientras este ande suelto alguien debería decirle a usted que está siendo estafado. Que cuanto más joven sea más abultada será la estafa que sufrirá. Alguien debería avisarle de que usted va a tener una pensión miserable habiendo cotizado por una pensión razonable. Alguien debería decirle que con el actual sistema lo único que podría hacer usted para evitar la estafa es haber nacido antes o vivir menos.

Por cierto, no se ensañe con los gobernantes. Descubrieron hace tiempo que nadie quiere escuchar la verdad si esta se obceca en engalanarse con los ropajes de una mala noticia y que las reformas, si de verdad lo son, dejan con mal cuerpo al votante por un tiempo, como el jarabe amargo que sana pero que antes de hacerlo provoca alguna que otra arcada. Y naturalmente, tampoco se sienta culpable. A fin de cuentas, saber que está siendo estafado, sin poder escabullirse ni exigir responsabilidades y condenado a una vejez precaria, le convierte a usted tan solo en lo que toda la vida ha venido en llamarse un cornudo y apaleado.

Josep Martí Blanch, periodista.

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