Coronada y el toro

La prestigiosa editorial asentada en Cambridge Modern Humanities Research Association acaba de publicar una edición de la obra del genio español Francisco Nieva, «Coronada y el Toro», con una magnífica introducción y estudio del especialista en Nieva Komla Aggor, profesor de la Texas Christian University. «Coronada y el Toro» es una obra maestra. Aunque esta obra fue escrita en 1974, sólo pudo ser representada tras la muerte de Franco al haber transgredido con toda seguridad la Ley de Prensa de 1938, y no garantizar su legalidad la Ley de Fraga de 1966. Ahora bien, esta obra de Nieva también hubiera sido prohibida en la Segunda República, con el Reglamento de Espectáculos Públicos. Aquella República se resistió siempre a la experimentación teatral, a pesar de la posición que ocupaba en el Teatro Nacional la figura de Cipriano Rivas Cherif.

Ahora bien, entre la Ley de Fraga de 1966 y la muerte de Franco en 1975, eclosionó el momento culmen del teatro español del siglo XX, y quizás una segunda Edad de Oro del Teatro desde la del siglo XVII. Grupos de teatro independiente y experimental como Els Joglars, Els Comediants, La Cubana, Dagoll-Dagom, Tábano, Ditirambo, La Cuadra y La Fura dels Baus, por mencionar sólo unos pocos, eclosionaron en estos nueve años del más grande nivel teatral español y último capítulo del régimen de Franco, para después desvanecerse poco a poco y hasta desaparecer con la llegada de la libertad, paradójicamente. Son los años en que triunfó de forma rotunda todo el teatro de Miguel Mihura, Edgar Neville, José López Rubio, Antonio Buero Vallejo, Jaime Salom, Alfonso Sastre, Lauro Olmo y José Martín Recuerda, entre otros. La televisión pública, TVE-1, a través de programas como «Estudio 1», ofreció durante años lo mejor del teatro internacional contemporáneo, sin censura alguna: Bertolt Brecht, Ionesco, Arthur Miller, Bernard Shaw, Oscar Wilde, Peter Weiss, George Büchner, Paul Claudel, etcétera. Quizá la gigantesca figura de José Luis Alonso explique un poco este tiempo de libertad teatral. Curiosamente Francisco Nieva será el gran escenógrafo de todos los autores que acabo de citar.

Desde la muerte de Franco hasta la llegada de los socialistas en 1982 se abre el período del gran triunfo del complejo, carísimo y de grandes hazañas técnicas teatro de Francisco Nieva. En esos siete años el autor valdepeñero se convierte en la gran estrella del alto teatro español. Es la época de «Sombra y quimera de Larra», «El combate de Ópalos y Tasia», «La carroza de plomo candente», «Los baños de Argel», «La Señora Tártara», «Delirio de amor hostil», «La Paz» y «Coronada y el Toro», su último gran éxito antes de que los críticos de teatro se transformasen en comisarios políticos del PSOE gobernante. Para Nieva en particular la severidad de la censura franquista nunca terminó. Antes de la llegada al poder de los socialistas, su obra se había representado en teatros oficiales y comerciales. Con la victoria socialista la inmortal obra de Nieva comenzó a no despertar interés alguno. Durante los cinco años posteriores a la representación de «Coronada y el Toro» en julio de 1982, en Sevilla, hasta junio de 1987, vivió el período más negro de su carrera artística, sin poder subir a escena ni una sola de sus obras. Años más tarde, Paco Nieva reveló lo que él había considerado la raíz de este silencio público: la envidia. «Todo éxito verdadero -afirmaba- suscita despecho y envidia. La mejor forma de satisfacer esos rencores es mezclarlos de un modo u otro a la política, que es el albañal de las delaciones y el mejor refugio de Caín».

Para poder salir de la mazmorra socialista a la que le habían metido los Haro Tecglen y otros comisarios políticos, Nieva tuvo que fundar su propia compañía con la ayuda de Juanjo Granda para poder representar obras como «Los Españoles bajo tierra», «Nosferatu» o «Pelo de tormenta».

«Coronada y el toro» es una delirante comedia política, una sátira contra todo despotismo, aquí encarnado en un espantoso Zebedeo que hasta quiere poner a los Cielos bajo su mando, y en donde el pueblo es un cúmulo de negros bultos que bandean lentos y con la ingravidez de los sueños. Cuando las cosas van mal, España baila una jota de tinieblas, y pone betún a lo negro. El aparente toro de la fiesta llega de noche, en lo oscuro, aunque en realidad es una monja-hombre que va a cobijar bajo su manto a dos mujeres perseguidas y a un torerillo. Entonces Zebedeo exhorta: «Id apuñalando la noche hasta llegar a vuestras casas!». Frente al poder bestial, de pura fuerza amenazante de cárcel y muerte, de Zebedeo, está el espasmo de la libertad encarnada en su poderosa hermana Coronada, cuyas palabras salen siempre como titiriteras desnudas que blasfeman en el columpio. Demasiada libertad para los socialistas.

Martín-Miguel Rubio Esteban es doctor en Filología Clásica.

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