Coronavirus: Para frenar un brote viral la gente necesita primero confiar en su gobierno

Cuando uno se entera de que tiene una enfermedad peligrosa, debe poder confiar en su médico. Cuando poblaciones enteras enfrentan una peligrosa crisis de salud pública, necesitan poder confiar en su gobierno. La última prueba para esta confianza es el brote de un coronavirus desconocido que surgió en Wuhan, China.

Los coronavirus son virus respiratorios que pueden provocar enfermedades que van desde resfriados leves hasta una neumonía potencialmente mortal. Al igual que otros virus, no responden a los antibióticos. Esta cepa, llamada 2019-nCoV, es demasiado nueva para poder tener cualquier información útil sobre su mortalidad. Se ha reportado que otros dos coronavirus, el síndrome respiratorio agudo severo (SARS), y el síndrome respiratorio del Medio Oriente (MERS), matan alrededor de 15% y 35% de personas infectadas, respectivamente. Pero justo desde el 31 de diciembre, cuando se informó del primer caso de 2019-nCov, 473 personas han sido infectadas y 17 han muerto.

Esta semana, el virus llegó a América: fue detectado el martes en un hombre que había volado desde Wuhan a Seattle, y después hubo un probable caso en México. El gobierno chino emitió una orden de cuarentena para Wuhan, una ciudad de 11 millones de habitantes. La Organización Mundial de la Salud convocó una reunión de emergencia para decidir si el brote constituye una "emergencia de salud pública de interés internacional".

Los profesionales médicos y de salud pública han actuado ya de forma adecuada ante la situación. Pero para que cualquier respuesta sea efectiva, las personas deben poner atención a las órdenes de los funcionarios del gobierno y, para eso, deben tener confianza en que sus líderes saben lo que están haciendo y buscan lo mejor para sus ciudadanos.

Cuando hay un colapso en la confianza de los habitantes, las medidas de salud pública se desmoronan. Lo hemos visto con el ébola en el Congo, donde los habitantes que no confiaban en el gobierno se negaron a cooperar con el personal médico. Incluso llegaron a atacar a los voluntarios de la Cruz Roja, detuvieron la construcción de un centro de tratamiento y ayudaron a aquellos que estaban en cuarentena a escapar. En los últimos 18 meses, más de 3 300 habitantes del Congo han sido víctimas del ébola y dos tercios de ellos han muerto.

También lo hemos visto en los Estados Unidos. Antes de que la vacuna contra el sarampión estuviera disponible, en la década de 1960, decenas de miles de niños eran hospitalizados y cientos morían cada año. La vacuna fue tan efectiva que para el año 2000 se declaró la eliminación del sarampión en ese país. Desafortunadamente, las teorías de la conspiración que vinculan a las vacunas con otras enfermedades han proliferado. A pesar de los anuncios claros de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, y las garantías de seguridad de las vacunas por parte de todas las principales organizaciones médicas, el movimiento antivacunas ha ido creciendo constantemente. En 2019, se documentó el resurgimiento del sarampión en los Estados Unidos con 1 282 casos, un aumento de casi 250% desde 2018 y el mayor número de infecciones desde 1993.

Los gobiernos cargan con gran parte de la culpa por esta erosión de la confianza. Los ciudadanos chinos son escépticos porque el gobierno ocultó el alcance de la epidemia mortal de SARS a principios de los 2000. No es sorprendente que los congoleños alberguen profundas sospechas de su gobierno después de muchos años de guerras civiles y regímenes corruptos; en 2018, hubo acusaciones de que el partido en el poder uso al ébola como una razón para excluir a la oposición de poder votar.

Con el reciente brote de coronavirus el presidente chino, Xi Jinping, ha prometido total transparencia, incluso ha llegado a decir que aquellos que ocultan infecciones serán “clavados para siempre en el pilar de la vergüenza de la historia”. Designó a un experto en salud pública muy respetado para dirigir los esfuerzos de respuesta ante el virus, que hasta ahora han recibido elogios de la comunidad internacional.

Pero las preocupaciones persisten en China y en todo el mundo. Estamos viviendo en una época en que los políticos ponen en duda la credibilidad de los expertos de su propio gobierno. Los medios de comunicación promueven teorías de la conspiración que son cada vez más difíciles de distinguir de la verdad. La ciencia misma es dudada, desacreditada y demonizada. Un informe de 2019 de la Unión de Científicos Preocupados señaló que la administración del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, promovió 80 ataques contra la ciencia en sus primeros dos años de gobierno. Estos ataques aún están en curso e incluyen la disolución de los comités de asesoramiento científico, el retiro de los fondos para los centros de investigación, la clausura de los estudios en curso y la anulación de los informes propios de los científicos del gobierno federal.

Es demasiado pronto para saber qué pasará con el brote de coronavirus. Incluso si se contiene, la próxima crisis está a la vuelta de la esquina. Para evitar la propagación de enfermedades mortales la gente debe confiar en las instituciones gubernamentales. Restaurar esa confianza es un imperativo social. Nuestras vidas, y las vidas de las generaciones futuras, dependen de ello.

Leana S. Wen es médico de urgencias y profesora visitante en la Escuela de Salud Pública del Instituto Milken de la Universidad George Washington.

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