Coronavirus y teletrabajo

Una cosa es lo que la tecnología permite hacer y otra muy distinta lo que de verdad hacemos con ella. Por ejemplo, el teletrabajo en España nos suena más a chino que el coronavirus. Y el poder ser atendido desde una aplicación por un médico en video consulta o acceder desde el móvil a los informes clínicos sin pisar un centro de salud, solo sonará a las personas que se paguen un seguro médico.

Entonces llega el coronavirus y Vodafone manda a 2.200 trabajadores a trabajar a casa de un plumazo. Así, de un día para otro. Una estrategia buenísima, creo yo. Porque va a salir mucho en los medios con una imagen de marca excelente y va a demostrar su poderío tecnológico. Otras empresas como BBVA, Iberdrola o Endesa ya han tomado nota de la jugada (y del virus) y están a punto de lanzar medidas. ¿Y el resto? ¿Estamos preparados en España para trabajar desde casa? Casi el 100% de las empresas tiene Internet en nuestro país pero nueve de cada diez trabajadores no trabaja ni un día a la semana desde casa.

Menos mal que el coronavirus ha llegado a nuestras vidas para firmar un nuevo convenio laboral con la tinta invisible del miedo. Porque si tenemos que esperar a la voluntad política o a la cultura empresarial, ya sabemos. Que el teletrabajo es posible y eficaz está más que demostrado en el contexto europeo —donde vamos a la cola de la cola en esta cuestión— y en todos los estudios que se realizan al respecto. Que trabajar desde casa el 20% de las horas laborables mejora la conciliación, la productividad y la sostenibilidad también es cosa sabida y demostrada.

Ahora bien ¿qué hacemos con lo que sabemos? Más aún ¿qué hacemos con lo que podemos? Pues como mucho aparece algún experto de cuando en cuando para decir que aquí es muy difícil porque nos dedicamos al turismo y a la construcción. Venga ya. Es evidente que no en todos los puestos de trabajo es viable trabajar desde casa. Pero la principal razón por la que el teletrabajo no se implanta allí donde se podría es porque nuestra cultura laboral es presencialista. Las empresas aún están obsesionadas con el control físico de la actividad y el teletrabajo no prospera debido a la desconfianza en los trabajadores y en su capacidad de autogestión. No me dirán que no tiene gracia que sea precisamente un virus chino el que venga a mejorar las condiciones laborales de occidente. La vida global también es esto.

También gracias al coronavirus dicen que lo mismo cierran las universidades y los colegios. Bueno, esto no debería ser problema en un contexto donde el e-learning está disparado y su facturación millonaria no deja de crecer año tras año. Si las clases presenciales cierran, ¿no tenemos un sistema paralelo para continuar desde casa? ¿Quiere esto decir que si un universitario se pone enfermo en una Universidad pública puede perder el curso por no poder ir físicamente al aula? ¿En 2020? Esto en las escuelas de negocios no sucede desde los 2000. Pero claro, unos son pobres estudiantes y otros distinguidos clientes. Con lo de votar pasa lo mismo. El voto por correo requiere unos plazos más propios de palomas mensajeras que de ciudadanos que pagan con el móvil en el supermercado. Y la adaptación de la democracia a las posibilidades de participación que permite la tecnología sigue siendo un terreno aún inexplorado. Con la sanidad, el tema más sensible del momento, estamos en las mismas. Que sí, que es la mejor del mundo. Pero las video consultas son un hecho en la sanidad privada mientras en la pública la transformación digital no está hecha. ¿Acaso no pueden teletrabajar los médicos que están estos días en sus casas en cuarentena? De nuevo el mismo problema, la tecnología solo se pone las pilas cuando hay consumidores y siempre empeora cuando somos simples ciudadanos. Y lo peor es que nos parece lo normal.

En este sentido una cosa buena sí va a tener el coronavirus: va a hacer una auditoría gratuita a escala mundial sobre el estado de transformación digital de los distintos países. En España vamos a suspender. Pero no vamos a catear por falta de tecnología sino por falta de ciudadanía en el sentido profundo. Invertimos poco o nada en adaptar nuestra cultura política y social a las posibilidades del siglo que nos ha tocado vivir. Y vamos a pagar caro el desfase entre nuestra potencia tecnológica y la adaptación de esa tecnología a nuestro desarrollo político y social. Porque el precio de ese desfase se pagará en votos populistas preferiblemente de ultraderecha, que son quienes mejor convierten en votos la debilidad de la ciudadanía. Y ahora también en infectados que podríamos haber evitado.

Otra cosa, el teletrabajo no se debe improvisar y requiere además de una conexión wifi y un sistema de gestión, de cierta cultura laboral. Al final, siempre es lo mismo, la tecnología sin cultura es inútil. Así que ojalá este virus sirva al menos para que nos enteremos de una vez y pasemos a la acción. Gracias coronaviurs por ponernos a estudiar. Algo es algo.

Nuria Labari, periodista.

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