Cortoplacismo corporativo a la sombra del precipicio fiscal

Las tendencias económicas a veces están más interrelacionadas de lo que se ve en las noticias. Por ejemplo, habitualmente nos encontramos con informes sobre los problemas financieros de los gobiernos, como el «precipicio fiscal» en Estados Unidos y la crisis de la deuda en Europa. Y se ha prestado mucha atención, a menudo en artículos de opinión próximos entre sí, a la visión de que los hiperactivos mercados de acciones, en especial en EE. UU. y el Reino Unido, obligan a las grandes corporaciones a centrarse desproporcionadamente en los resultados financieros de corto plazo a costa de las inversiones de largo plazo en las economías de sus países.

Ambas situaciones no están desconectadas. Y examinar esa conexión proporciona una buena oportunidad para evaluar las debilidades y ambigüedades del argumento –esgrimido desde hace mucho tiempo– sobre la reducción de los horizontes temporales corporativos que generan las furiosas operaciones de alto volumen en los mercados de valores.

El pensamiento convencional indica que a medida que al aumentar la frecuencia de la compra y venta de acciones, los operadores inducen a los gerentes a planificar considerando horizontes cada vez más cortos. Si los inversionistas institucionales se rehúsan a mantener las acciones durante más de unos pocos meses, se cree, los horizontes temporales de los directores ejecutivos para la planificación corporativa deben reducirse hasta aproximadamente el mismo marco temporal.

Se urge a los responsables de políticas en Europa y EE. UU. a actuar según este pensamiento convencional: Algo hay que hacer para aislar a los directores ejecutivos, las juntas directivas y los gerentes de la continua reducción de los horizontes temporales que generan los mercados financieros. La Kay Review (Revisión Kay) oficial del Reino Unido en julio pasado y el Green Paper (Libro verde) de la Unión Europea sobre la gestión corporativa, adoptado por el Parlamento Europeo a principios de este año, diagnosticaron el cortoplacismo corporativo como un grave problema e indicaron soluciones a los responsables de políticas. Los comentaristas estadounidenses –y, cada vez más, los jueces de ese país– desean en mayor medida a las juntas y los directores corporativos de los accionistas de sus empresas que efectúan operaciones bursátiles.

Pero resaltar las operaciones de corto plazo en los mercados de valores oculta algunas otras poderosas fuentes de cortoplacismo en los horizontes temporales corporativos, como la incertidumbre sobre las políticas fiscales gubernamentales de largo plazo a ambos lados del Atlántico. Lo que es más importante, cierto cortoplacismo corporativo puede no ser tan intenso como se cree.

Consideremos, en primer lugar, la elevada capitalización de mercado de Apple y otras empresas tecnológicas, que demuestra que describir a los mercados financieros de EE. UU. como incorregiblemente orientados al corto plazo no es tan correcto. La capacidad para apreciar el potencial de ingresos en el largo plazo de Silicon Valley y empresas como Apple, Amazon y Facebook sugiere que los mercados de valores estadunidenses no se rigen solo por un despiadado foco sobre el desempeño financiero de corto plazo.

De hecho, la sobrevaluación intermitente de sectores económicos completos –recuerden la burbuja de las punto com de hace una década– indica que los mercados financieros a menudo se centran excesivamente en el largo plazo. Durante la burbuja, muchas empresas no tenían la mínima posibilidad de producir suficiente dinero en el corto plazo para justificar los valores siderales de sus acciones.

Además, existen ambigüedades en las líneas de tendencia para los períodos de tenencia de acciones. Mientras que el tiempo promedio general de tenencia de las acciones se ha reducido, el impacto sobre los directivos principales no está claro, ya que el periodo de tenencia para los inversionistas institucionales principales, como Vanguard y Fidelity, ha mantenido durante las últimas dos décadas sus valores de referencia, de dos o tres años. Las rápidas operaciones asistidas por computadora reducen el período promedio general de tenencia. Pero no resulta tan claro como muchos creen que el período de tenencia de los accionistas tradicionales se haya reducido en gran medida –o incluso en absoluto. La reducción del promedio se debe en parte a un conjunto extremo de furiosas operaciones.

El cortoplacismo excesivo puede provenir tanto de los ejecutivos como de los mercados financieros, en especial de los directores ejecutivos, quienes en EE. UU. mantienen sus puestos durante un promedio de 6 o 7 años. Es absolutamente comprensible –y ha sido confirmado en gran medida por evidencia empírica– que estos directores ejecutivos desean que los buenos resultados lleguen durante su gestión y no cuando sus sucesores ocupen el puesto. Aislar más aún a las juntas y los directores ejecutivos de los mercados financieros puede generar una perversa libertad que los lleve a concentrarse en mayor medida todavía en los resultados de corto plazo.

En todo caso, si bien la preocupación por el cortoplacismo corporativo ha llegado a la agenda judicial estadounidense, los jueces en EE. UU. (y en otras partes, ya que estamos) no están bien posicionados para sopesar evidencia económica que dista de ser clara sobre las fuentes, la duración e incluso la dirección del pensamiento cortoplacista en las grandes corporaciones. Otras instituciones políticas y administrativas están en mejor situación para determinar si el cortoplacismo corporativo es un problema grave y cuál sería la mejor solución. Por ejemplo, el llamado impuesto Tobin a las transacciones financieras se propone frecuentemente como solución, pero no es una política que podrían implementar los jueces dedicados al derecho societario.

Finalmente, las empresas más orientadas hacia el desempeño en el corto plazo pueden estar reaccionando a su entorno real y no al financiero. Bien pueden estar adaptándose a nuevas realidades económicas, políticas y tecnológicas en vez de esconderse del futuro. Los críticos del pensamiento cortoplacista, como los autores del Kay Review y el Green Paper de la UE, debieran considerar que la vida económica ha reducido, de hecho, sus plazos.

Eso nos lleva al vínculo entre el cortoplacismo corporativo y la debilidad de las finanzas públicas. Las empresas a ambos lados del Atlántico podrían verse perjudicadas por el precipicio fiscal estadounidense y la crisis de la deuda soberana en la UE. Si las políticas regulatorias y gubernamentales que definen la economía se han tornado inestables en el corto y el largo plazo, las empresas deben ajustarse a esa realidad.

De manera similar, si la innovación tecnológica puede actualmente transformar a las grandes industrias en unos pocos años, o incluso en meses, la inversión de largo plazo tiene menos sentido que antes. La elevada relación entre el precio y los ingresos de Amazon indica que los inversores no temen financiar su futuro en el largo plazo. Pero, ¿implica el éxito de Amazon que los minoristas tradicionales son unos vagos por no mejorar sus tiendas, o no construir otras mejor ubicadas?

Si los inversores entienden que la distribución en línea está revolucionando el sector minorista, aislar a los directores ejecutivos de los mercados financieros solo empujaría más recursos hacia un modelo de negocios que está deteriorándose y reduciéndose. En este sentido (y solo en este sentido) el pensamiento de corto plazo que induce al cambio y el alejamiento de las tecnologías obsoletas –en este caso y en toda la economía– bien puede facilitar la prosperidad en el largo plazo.

Mark Roe, a professor at Harvard Law School, is an expert on securities law and financial markets. Traducción al español por Leopoldo Gurman.

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