Crear un bloque contra el terror

Benita Ferrero-Waldner es comisaria de Relaciones Exteriores de la UE (EL MUNDO, 27/07/05).

Con el G8, los Juegos Olímpicos y la nueva presidencia de la Unión Europea, el Reino Unido vivió semanas de gloria subrayando su identidad europea. Por eso es más trágico todavía que Londres se encuentre realmente en el corazón de Europa, pero no por ésas sino por otras razones: está en el corazón de nuestros pensamientos tras los atentados terroristas del 7 de Julio, y en el corazón de nuestras convicciones de que los dirigentes europeos tienen que colaborar, si quieren encontrar respuestas a las profundas inquietudes de los ciudadanos a los que representan.

En un momento en que las opiniones públicas consideran su mayor éxito 60 años de paz, la Unión Europea sólo puede proporcionar una respuesta clara y convincente a los interrogantes y a las decepciones de estos ciudadanos, que empañan actualmente su imagen, dejando muy claro su auténtico valor añadido.

Una parte de esta respuesta se encuentra enterrada bajo los escombros de los atentados perpetrados hace una decena de días. Todos los europeos desean estar convencidos de que pueden vivir con seguridad y de que pueden contar con unas perspectivas económicas mejores para sus hijos.

La plaga moderna del terrorismo es, en sí misma, una respuesta evidente a la pregunta de «¿por qué Europa?». Juntos no estamos seguros al cien por cien, pero estamos más seguros que si estuviésemos solos. Los estados miembros asumen la principal responsabilidad en lo que concierne a la seguridad de las fronteras, pero su creciente cooperación en materia de intercambio de información y de persecución de sospechosos y de criminales nos hace más fuertes. La trágica señal de alarma enviada por los atentados de Madrid ha sido bien recibida: los estados miembros aceleraron su preparación para hacer frente a ataques de ese tipo y tomaron medidas para impedir la financiación del terrorismo. Incluso antes de la primera explosión de Londres, se habían previsto una serie de medidas para intensificar los contactos entre las fuerzas del orden, endurecer nuestros controles conjuntos en materia de explosivos y acrecentar nuestra capacidad de reacción rápida.

Es natural que la primera reacción a los bárbaros acontecimientos del día 7 de Julio haya sido pensar en el refuerzo de los poderes y de los recursos de los que disponen nuestros valientes Servicios de Seguridad y de mantenimiento del orden, que trabajan a destajo para protegernos. Un refuerzo importante y necesario. Al mismo tiempo, tenemos que esforzarnos más en atacar las causas del terrorismo, tanto en nuestras sociedades como en nuestras relaciones con los demás países. Por lo que a la política exterior se refiere, la Unión Europea tiene que aportar una contribución especial en este campo.

Si quizás no podamos nunca erradicar totalmente el terrorismo, lo que podemos hacer es intentar debilitar a sus partidarios y desarmar a los reclutadores que transforman a los jóvenes en extremistas dispuestos a destruir vidas, a veces sacrificando incluso las suyas propias, luchando contra la pobreza en el mundo, apoyando las reformas en los estados desfallecientes, difundiendo la prosperidad y el trabajo en los países menos desarrollados, promoviendo una gestión sana y responsable de los asuntos públicos y colmando el abismo existente entre las culturas.

El trabajo que está llevando a cabo la Unión Europea, y especialmente la Comisión, en el mundo entero en este campo contribuye directamente a la seguridad de Europa. En Palestina, en Afganistán y, sobre todo, en las regiones frágiles de nuestro propio vecindario inmediato, la UE se esfuerza por crear condiciones susceptibles de reducir el poder de atracción de los terroristas. Poblaciones bien gobernadas y prósperas constituyen nuestra mejor defensa contra el avance del terrorismo y de su violencia.

La política europea de proximidad ofrece una parte de nuestra prosperidad a una serie de países menos prósperos que nos rodean y alienta en ellos las reformas destinadas a aumentar los derechos de la gente y la responsabilidad de los poderes públicos. Una política que elabora con cada país una estrategia a medio plazo, apoyada en la fuerza colectiva de nuestros 25 estados miembros.Una política europea de proximidad que ofrece la mejor solución para estabilizar este amplio territorio que nos rodea y mejorar la seguridad de sus pueblos y de los nuestros.

En definitiva, tal y como demostraron los atentados de El Cairo y de Beirut, tenemos que hacer frente a las mismas amenazas.Hemos aumentado la ayuda concedida a los poderes públicos para que refuercen sus capacidades de lucha contra el terrorismo, especialmente financiando programas de gestión de fronteras en un determinado número de países prioritarios, desde Marruecos al Asia central. En los acuerdos que firmaron con nosotros, estos países se comprometieron a tomar medidas para erradicar el terrorismo y a cooperar con terceros países para prevenir los ataques. Sin embargo, siempre que tengo oportunidad repito, tal y como lo hago en el seno de la Unión Europea, que los esfuerzos de la lucha contra el terrorismo no pueden realizarse a costa de los Derechos Humanos y de las libertades fundamentales. Eso no sólo haría más mal que bien, sino que atentaría también contra nuestros valores más preciados.

Tenemos que hacer todo lo que podamos para impedir el reclutamiento de terroristas. Tenemos que hacer desaparecer las razones por las que hay cada vez más gente que se radicaliza y se hace sensible al extremismo violento. Los recursos que estamos consagrando a las riveras meridional y oriental del Mediterráneo son prioritarios en el ámbito de la educación, de las reformas económicas y de la democracia. También vamos a redoblar nuestros esfuerzos a favor de la paz en Oriente Próximo, donde la futura retirada de Gaza tiene que permitir a las partes enfrentadas volver a la Hoja de ruta aprobada por la comunidad internacional.

Por muy absurdo que pueda parecer que debatamos sobre la definición de terrorismo poco después de los atentados de Londres, está claro que la ausencia de una definición comúnmente aceptada nos impide poner en marcha un marco jurídico internacional global.La definición elaborada por el grupo de asesores de Kofi Annan constituye un excelente punto de partida y la cumbre de la ONU del próximo mes de septiembre podría ser el momento de adoptarla.Los dirigentes de la Unión Europea deben mostrar el camino a seguir.

Está claro que la UE no puede prevenir atrocidades del tipo de las que hemos vivido en Londres. Y tampoco lo pueden hacer, desgraciadamente, nuestros estados miembros. Pero también está claro que tenemos que colaborar, si queremos tener una oportunidad de vencer al terrorismo. Los atentados de Londres deberían recordarnos la razón por la que nos necesitamos unos a los otros, así como las ventajas directas e individuales de la Unión Europea para cada ciudadano.