Crecer para dirigir

Hace cuatro años que se inició la que, posiblemente, podemos ya considerar como la recesión económica más profunda de la historia reciente. Hay muchos motivos que lo demuestran: el carácter global de la crisis, las medidas fiscales y monetarias aplicadas, la escasez de liquidez, los ajustes de gastos que afectan a toda la población, la necesidad de acometer procesos de reorganización y concentración en el sector bancario y, más recientemente, las dudas sobre un activo considerado tradicionalmente seguro: la deuda soberana.

¿Estamos, de verdad, saliendo de la crisis? ¿Dónde hemos llegado después de todo el esfuerzo realizado hasta el momento? En mi opinión, nos encontramos en una situación de estancamiento, con graves riesgos si no se toman las decisiones adecuadas. La única solución posible para superar la crisis, y volver a crear puestos de trabajo, es recuperar el crecimiento económico. Se pueden establecer medidas transitorias que ayuden a que el sacrificio no recaiga en los más débiles. Se pueden arbitrar ayudas que traten de paliar el dramatismo del momento. Pero solo cuando todas las empresas y organizaciones apuesten, con valentía, por recuperar la senda del crecimiento será cuando de verdad estaremos afrontando con responsabilidad ese reto.

Por ello, en estas circunstancias, los empresarios y directivos debemos asumir nuestra responsabilidad: manteniendo la calma, nuestros criterios y valores y, ante todo, sin perder la fe en nosotros mismos. Siguiendo nuestras intuiciones, adecuando la estrategia y concretando las prioridades, trabajando con inteligencia y corazón. Y siempre orientados al crecimiento.

Los empresarios y directivos tenemos que liderar ese cambio de actitud. Debemos tomar decisiones sabiendo que no podemos limitarnos a reajustar los costes, sino que debemos buscar y encontrar nuevas fuentes de ingresos. Habrá que dedicar más horas al trabajo para ser capaces de diseñar nuevos productos y abrir nuevos mercados. Y todo ello necesita realizarse con una gran dosis de realismo, es decir, cerrando operaciones y proyectos que generen nuevos ingresos y que, al mismo tiempo, potencien la ilusión, la esperanza y la confianza colectiva.

Podemos preguntamos, con sentido realista, ¿qué necesitamos para volver a la senda de crecimiento? Sin ánimo de ser exhaustivo, deberíamos:

- Orientar nuestras empresas al exterior. Los países de nuestro entorno y, especialmente, los países emergentes presentan atractivas perspectivas de crecimiento. Por este motivo, debemos dirigirnos a ellos para ampliar nuestras oportunidades de negocio y las fuentes de nuestros ingresos.Y no es una misión imposible. Sabemos y podemos hacerlo. Para las empresas del Ibex, el mercado internacional ya representa aproximadamente dos tercios de su cifra total de negocio. Y, también, muchas pequeñas y medianas empresas están sobrellevando mejor el temporal gracias a haberse atrevido a dirigirse al exterior. Hay que seguir su ejemplo y apostar por el crecimiento.

- Identificar nuevas oportunidades. Hoy en día, liderar también significa poner en marcha prácticas de empresa que cuestionen lo convencional. Abrirse a nuevos sectores, identificar oportunidades en negocios cercanos a nuestra actividad tradicional, la que conocemos de primera mano. Resulta imprescindible construir organizaciones capaces de crecer desde el conocimiento del cliente, porque este debe ser el centro sobre el que gire toda la actividad empresarial. La confianza, calidad de servicio y vinculación deberían ser ejes prioritarios para construir un modelo de negocio sostenible a largo plazo.

Para avanzar en las ventas, no hay más remedio que crear una cierta tensión, como vemos que sucede con los deportistas. Y esa tensión se consigue proponiendo metas difíciles, pero razonables; introduciendo un cierto ranking comparativo; vigilando de cerca, todos los días, la evolución de las operaciones; procurando mejorar, permanentemente, el amplio abanico de productos; cuidando el binomio calidad/precio; evitando la duplicidad de jefaturas, que siempre acaba con más burocracia.

- Revisar las estructuras de costes. España se encuentra en pleno proceso de desapalancamiento del sector privado y, como tal, se hace imprescindible revisar las estructuras de costes, racionalizarlas y, cuando sea necesario, aprovechar las economías de escala a través de la consolidación. Hay que aportar sentido práctico y realista a nuestras actuaciones. No son momentos de dudas, son momentos de determinación.

Para llevar a cabo estos planes de acción se requieren directivos capaces de interpretar el mundo exterior. Esto se consigue con una actitud observadora y constructiva, siempre dispuesto a aprender, y asumiendo que puedan cometerse errores que, seguro, serán fuente de aprendizaje. Además, el directivo tiene que ser consciente de sus propias limitaciones y saber apoyarse en sus colaboradores, incorporando sus aportaciones, sus análisis, sus ideas y sus experiencias. Más que nunca, el directivo tiene que saber trabajar en equipo y con visión de conjunto. Esto permitirá no solo crecer en resultados a las organizaciones, sino también crecer a nivel personal a todos los empleados.

El directivo de nuestros días no debe olvidar que las empresas modernas que alcanzan el éxito trabajan con el convencimiento de que sus empleados son el más importante de sus grupos de interés. Más que los clientes y más que los accionistas. Son conscientes de que si los empleados están contentos y motivados, los clientes estarán bien atendidos, generarán negocio y ganarán dinero para repartir buenos dividendos para todos los accionistas.

Como decía Ortega y Gasset, "es falso que en la vida decidan las circunstancias. Las circunstancias son el dilema, siempre nuevo, pero quien decide es nuestro carácter". La situación es delicada, pero tenemos la responsabilidad de liderar la salida de la crisis.

Ha llegado el momento de demostrar que, cuando las adversidades nos golpean, cuando la situación es exigente y difícil, cuando los objetivos marcados parecen fuera de nuestro alcance, los empresarios y directivos somos emprendedores que actuamos con determinación. Debemos resistir, sin perder ni los principios, ni los valores, ni las formas. Haciendo lo que decimos y diciendo lo que hacemos. Sin rendirnos al fracaso.

En un momento tan difícil como el actual, los directivos tenemos la oportunidad de cambiar el rumbo de la historia, a través del compromiso firme de pensar en positivo. Hemos de ser capaces de ver lo invisible -lo que otros no veían-, sentir lo intangible -lo que otros no captaban- y lograr lo imposible -lo que parecía fuera de su alcance-. De este modo, podremos ofrecer a las personas la ilusión de un trabajo, la posibilidad de sentirse útil y la energía de seguir forjando una vida con sentido, una familia y, muy probablemente, una sociedad más justa.

Por Isidro Fainé, presidente de La Caixa y de la Confederación Española de Directivos y Ejecutivos.

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