Creemos en la España real

El 24 de abril de 1983, en esta misma Tercera de ABC, y apenas meses después del primer cambio de gobierno democrático en nuestro país, Julián Marías reflexionaba sobre uno de los valores que la Transición había traído consigo. El filósofo de la reconciliación explicaba que entonces «se había producido, por primera vez en decenios, una aproximación entre la España oficial y la España real». Y advertía a continuación que «es cuestión de vital importancia que esa cercanía, ese ajuste, no se destruya; que no vuelvan a andar cada una por su lado».

Han pasado casi cuarenta años desde la publicación de esa tribuna, pero su eco resuena hoy. España ha perdido pulso económico y fortaleza institucional. No solo por la pandemia. Cuando el virus llegó ya éramos especialmente vulnerables y por eso la pandemia ha causado sobre nuestro país un impacto mucho peor que en otros.

El alejamiento de la España oficial de la España real se ha agravado por la degradación institucional y la agresión a las libertades ciudadanas por parte del gobierno más radical de nuestra historia democrática y el único con ministros comunistas y socios secesionistas en toda la Unión Europea. Los radicalismos, los populismos y su peso en el Gobierno han añadido más tensión a una sociedad herida por las crisis y hastiada de fracturas. El malestar ha emergido con fuerza y, demasiadas veces, ha sido utilizado por quienes pretenden medrar a costa incluso de la ruptura de nuestra convivencia.

Pero desde el desánimo no se puede construir nada valioso ni duradero. Necesitamos esperanza, modernización y ambición. Necesitamos canalizar el talento y la energía que la España real tiene de sobra y ponerlos al servicio de proyectos nuevos. Los españoles siempre logramos salir de nuestras crisis cuando nos unimos alrededor de nuevas empresas de libertad. En una crisis que no es sólo económica, sino que evidencia fracturas sociales, territoriales y generacionales, necesitamos salir al encuentro de los ciudadanos, conversar con ellos y crear con todos. Debemos pasar del enfado a la tarea y de la frustración a la ilusión.

Nada de esto será posible si no creemos en nosotros mismos. Y los que primero debemos hacerlo, cuando se trata de confiar en los españoles, somos quienes desde la política tenemos la responsabilidad de representarles y apoyarles en sus aspiraciones. Con realismo y sin ocultarles las dificultades que nos esperan a todos en el camino de una nueva recuperación. Pero con el optimismo de saber que serán, de nuevo, los protagonistas de un horizonte de libertad y prosperidad.

En política, si no se cree no se crea. Por eso desde el Partido Popular hemos preparado una Convención con la participación de medio millar de expertos y un centenar de entidades civiles para reforzar nuestra alternativa de gobierno. Nosotros creemos en la Nación y en la sociedad abierta; en la libertad y en la responsabilidad individual; en el Estado de derecho y en la seguridad; en el libre mercado y en la propiedad privada; en la igualdad de oportunidades y en el Estado del bienestar. Es decir, los principios liberal-conservadores que han generado prosperidad y libertad aquí y ahora, siempre y en todas partes. Y ahora deben ser nuestro cuaderno de bitácora para resolver los problemas actuales, porque imaginar el futuro no puede ser una coartada bien pagada para olvidarse del presente.

A la igualdad en la que creemos solo se llega por el camino de la libertad, porque sólo la libertad abre oportunidades para todos, poniendo de nuevo en marcha el ascensor social y el progreso conseguido con esfuerzo. Sólo ella puede hacer del Estado un instrumento al servicio de la sociedad. La libertad es la respuesta a nuestras tensiones sociales y territoriales, al callejón sin salida en que se encuentran demasiados de nuestros jóvenes y al bienestar de nuestros mayores. Y no tenemos que elegir entre libertad para nuestra vida o progreso para nuestro país; entre libertad para nuestra familia o igualdad para la sociedad; entre libertad para nuestra empresa o bienestar para todos. Más bien al contrario, no las conseguiremos si no las reunimos en un empeño común.

Y debemos hacerlo de la mano de los españoles, con plena confianza en todas sus capacidades y sin dirigismos envueltos en el celofán del buenismo, con una agenda reformista en la que el protagonismo les corresponda de nuevo a ellos. Hay que suscribir un nuevo contrato social con el que devolver el poder a la ciudadanía a través de la transparencia y la rendición pública de cuentas, la libertad de elección y la igualdad de derechos para todos, vivan donde vivan, hablen la lengua que hablen, voten al partido al que voten. Queremos una España modernizada en su competitividad económica, su eficacia administrativa, su sistema sanitario, educativo y de bienestar y para ello necesitamos una España reforzada en sus instituciones, su independencia judicial, su seguridad ciudadana y su proyección exterior.

De nuevo es hora de cubrir el abismo que se ha abierto entre la España oficial y la España real, como lo fue hace cuatro décadas, pero sin caer en la tentación de anclarnos en la nostalgia, sino con la ambición de conquistar un mejor futuro. Un futuro que pasa por dar respuesta a nuevos retos, como el invierno demográfico, la digitalización, la sostenibilidad o el equilibrio geoestratégico internacional que nos deja episodios tan dramáticos como la retirada de Afganistán. España debe volver a ser decisiva en el mundo y no resignarse a ser rescatada por la solidaridad ajena cada dos décadas, sino aspirar a liderar el crecimiento económico y la influencia europea y atlántica.

Somos una sociedad madura que ha logrado cosas extraordinarias y que puede lograr muchas más, pero se nos ha querido enfrentar y suplantar. Eso es lo que hay que cambiar. Nuestra propuesta es simple: de nuevo concordia, de nuevo reforma, de nuevo libertad. Nuestra alternativa no pretende un traspaso de poderes de un Gobierno a otro, sino un traspaso de poderes del Gobierno a la sociedad.

El futuro de España puede ser un terrible secreto, como temía Azaña, o puede ser un camino abierto de libertad y de progreso, como quisieron los españoles de 1978 y como nosotros seguimos queriendo hoy. La España que queremos, la España en la que creemos y con la que queremos crear, no debe estar por más tiempo encerrada en sí misma. Y no queremos que en el futuro le aguarde un terrible secreto, porque ese futuro deben habitarlo nuestros hijos.

Cambiemos España juntos. Habrá menos poder, menos intervención, habrá más libertad. Y con la libertad llegarán el progreso, las oportunidades y la igualdad real. En el Partido Popular salimos desde ya mismo al encuentro de todos los españoles. Nuestras puertas están abiertas de par en par y para todos los que quieran sumarse. Creemos en España, creemos entre todos un futuro mejor.

Pablo Casado Blanco es presidente del Partido Popular.

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