Hay estudios consistentes que analizan la evolución del franquismo, los giros en sus alianzas internacionales y los cambios de política económica. Pero los trabajos sobre la represión, más allá de la del final de la guerra, y sobre el papel de la policía política son más escasos. Por eso interesa el reciente libro de Antoni Batista La carta. Historia de un comisario franquista.
Batista, periodista con intereses muy plurales -ha sido crítico musical y ha publicado libros sobre ETA y Euskadi-, reconstruye la historia del comisario Antonio Creix. El apellido no dice hoy nada, pero en la Barcelona de los años 50 y los 60 Creix era el temido jefe de la Brigada Político-Social que perseguía, detenía (y podía torturar) a los militantes de la oposición clandestina. Y Batista, que participó en el movimiento universitario del PSUC, trató en directo a personas que sufrieron los interrogatorios de la Via Laietana.
Pero La carta no es un libro unidireccional. Pretende retratar a Creix sin caer en el maniqueísmo. La tortura está explicada -y detallada-, pero es más un intento de comprender al personaje. Hay una aproximación objetiva y psicológica que empieza explicando su tortura en las checas de la Catalunya republicana y se detiene en su caída en desgracia en los últimos años de la dictadura (1974), tras haber sido jefe superior de Policía de Bilbao (donde detuvo a la plana mayor de ETA acusada en el proceso de Burgos) y de Sevilla, donde persiguió a CCOO de Andalucía.
El hilo conductor es la carta que el destituido Creix escribe a Rodolfo Martín Villa para que interceda ante el director general de Seguridad, que le ha abierto un expediente sancionador que acaba con una suspensión de empleo y sueldo de tres años. Episodio que -según la tesis que flota en el libro- deciden los responsables de Interior para desembarazarse del policía más molesto para los partidos clandestinos, con los que habría que pactar en poco tiempo. Hay momentos en los que el libro recuerda el filme alemán La vida de los otros, que retrata tanto la actividad de escritores contrarios al régimen comunista alemán (la RDA) como la de los policías que los controlan. Es un relato duro, pero en el que se reflejan las contradicciones de la oposición y de la policía que la persigue, donde no todos son iguales. Y donde se dan comportamientos sorprendentes.
Y es que La carta no es solo un estudio de Antonio Creix, sino también un retrato impresionista (con documentos directos de primera mano) de la vida del PSUC desde los primeros 50. Incluso hay un intento, casi confesado, de retratar vidas paralelas, de contraponer la figura de Creix a la de Miguel Núñez, dirigente histórico del PSUC que fue detenido y torturado por el policía en 1958. Núñez -fallecido en Barcelona hace pocos meses- es el resistente ejemplar, pero Creix es algo más que un malvado fascista. Es también un torturado en las checas, un franquista convencido, un policía impresionado por los métodos de la policía americana y un hombre que evoluciona. Y que avisa a algunos intelectuales cercanos al PC (como Juan Goytisolo) de posibles problemas. ¿Por buenas intenciones, como el sorprendente espía telefónico de la RDA, o por intento inteligente de neutralización? La carta no lo aclara, pero lo inscribe en una suavización del personaje tras el interés por el FBI. Pero esa evolución no es coherente con su comportamiento posterior en Euskadi.
En el PSUC también hay maraña. Algunas de las más interesantes páginas son las dedicadas a Joan Comorera, secretario general del partido, detenido por Creix en 1955 y fallecido luego en la prisión de Burgos. Porque Comorera, proveniente de la socialdemócrata Unió Socialista de Catalunya y fundador del PSUC en 1936, que había sido diputado y conseller, se negaba a subordinar el partido catalán al PCE y fue expulsado, acusado de titista, por el aparato, que incluía a gentes como Claudín, Carrillo o López Raimundo, que luego destacaron en la evolución hacia el eurocomunismo. Comorera fue detenido por Creix en Barcelona (en un piso de la calle del Consell de Cent) y hay indicios de que hubo pistas facilitadas por el partido.
Por el libro desfilan también políticos y abogados que tuvieron un papel destacado en la oposición y en la transición y con los que Creix no se atrevió a un ataque frontal. Por ejemplo, Solé Barberà, el antiguo militante condenado a muerte, militante durmiente un tiempo como abogado y empresario y que vuelve a primera línea como defensor de Miguel Núñez. O Josep Benet, el abogado católico catalanista, redactor de las famosas declaraciones del abad Escarré, que está en todas las conspiraciones de la oposición y que será finalmente candidato del PSUC en las primeras elecciones autonómicas.
La carta ayuda a acercarse -más explicando historias que como un frío análisis histórico- a un fenómeno más complejo de lo que parece a primera vista, la represión y la interacción entre la policía política franquista y la oposición democrática, en especial la comunista, en el marco de un régimen que diluía el totalitarismo de los 40 y transitaba hacia el autoritarismo desarrollista de los 60 y los primeros 70.
Joan Tapia, periodista.