Crisis (28): profecías autorrealizadas

Una de las escenas más interesantes de Mary Poppins es cuando Mr. Banks intenta impedir que su hijo Michael se gaste dos peniques comprando alimento para pájaros y lo lleva al banco para que ingrese ese dinero. Una vez ahí, el director, un anciano llamado Mr. Dawes, le canta las bondades de la frugalidad, la prudencia y la inversión financiera y le quita los dos peniques de la mano. Al verlo, el niño grita enfurecido: ¡devuélvame el dinero! La protesta del niño es interpretada por una cliente como que el banco no puede reintegrar a sus depositantes y, alarmada, vocifera: ¡este banco no es seguro!, ¡devuélvanme el dinero a mi también! Enseguida cunde el pánico y todos los clientes, alarmados, corren hacia los cajeros para retirar sus ahorros. En menos del que se tarda en decir “supercalifragilisticoexpialidoso” el banco, arruinado, es obligado a cerrar puertas.

Pánicos bancarios como este son un ejemplo de lo que los economistas llamamos “profecías autorrealitzadas”: falsos rumores que desencadenan unos acontecimientos que acaban haciendo que el rumor se convierta en realidad. En el episodio de Mary Poppins seguro que el banco era perfectamente solvente. Es decir, sus activos eran superiores a sus deudas. Pero los gritos del chaval dispararon el falso rumor de que el banco no tenía suficientes recursos para reintegrar a todos sus depositantes. Al correr a sacar sus ahorros, los mismos clientes hicieron que el banco se quedara sin efectivo. Para rellenar la caja, el banco tuvo que vender activos a precio de saldo hasta que se quedó sin activos para pagar las deudas. El banco acabó siendo insolvente y el rumor que inicialmente era falso pasó a ser realidad.

Los pánicos fueron bastante frecuentes durante el siglo XIX. Para evitarlos, el siglo XX introdujo tres soluciones. La primera fue el Fondo de Garantía de Depósitos que asegura que si un banco quiebra, sus clientes recuperarán sus depósitos y elimina la necesidad de que nunca nadie tenga que ir corriendo a sacar el dinero. La segunda fue la creación de un Banco Central con capacidad de imprimir dinero y al que cualquier banco privado puede acudir si se queda sin efectivo. La tercera fue la regulación: el Estado obliga a los bancos a mantener una cantidad mínima de dinero en efectivo para hacer frente a posibles pánicos.

Todo eso tiene interés hoy porque Europa podría estar enfrentándose a una especie de profecía autorrealizada. Por ejemplo, la deuda española no es excesivamente elevada: si sumamos ingresos fiscales y restamos los gastos obligatorios (subsidios de paro, salarios de funcionarios, sanidad, etcétera), vemos que, en principio, España tiene suficiente dinero para pagar a sus acreedores a los tipos de interés vigentes. Es decir, hoy por hoy el Estado español es solvente. Pero imaginamos que, de repente, se rumorea que España podría no tener suficiente dinero. Es un rumor falso pero, viendo lo que pasa en Grecia, algunos inversores piensan que no es del todo descabellado. Estos, para cubrirse las espaldas, sólo prestan al Estado español a intereses más elevados. Es lo que se llama la prima de riesgo. De hecho, si creen que la probabilidad de impago es muy alta, los tipos de interés pueden llegar a subir tanto que España no los pueda pagar. En este caso, la falsa profecía sobre la insolvencia de España, acabaría siendo realidad.

Como en el caso del pánico bancario, hay diversas maneras de corregir este problema. Una es que el Banco Central Europeo, BCE, se comprometa creíblemente a comprar deuda española a tipos de interés bajos. Otra solución es la creación de un “fondo de garantía” que garantice que la deuda de todos los europeos será devuelta. Los países ricos de Europa ya se han comprometido a crear el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEE) a partir del 2013. Si el fondo está lo bastante dotado y su supervivencia está garantizada, las primas de riesgo causadas por falsos rumores tendrían que desaparecer. Una tercera solución sería que todos los estados miembros del euro se hicieran corresponsables solidarios de las deudas de los demás. Es decir, si España no devuelve el dinero, lo devolverá Alemania. Eso es lo que se denominan eurobonos.

Aquí es cuando ustedes se preguntan: si es tan fácil, ¿por qué nuestras autoridades no lo hacen? La respuesta es tan sencilla como la pregunta: no lo hacen porque los alemanes no quieren... o no pueden. Hasta ahora, el BCE ha comprado bonos españoles e italianos, pero estas compras han sido erráticas y nadie sabe hasta cuándo seguirán. Y nadie lo sabe porque, en realidad, Alemania no quiere que el BCE compre deuda pública hasta el punto que su representante en el banco dimitió la semana pasada precisamente por esta razón.

Alemania también entorpece la creación del MEE y de los eurobonos. De hecho, los ciudadanos alemanes que no quieren acabar pagando las facturas de toda Europa llevaron a Angela Merkel al Tribunal Constitucional. Hace un par de semanas, este sentenció que las ayudas a países amigos no eran inconstitucionales... ¡siempre que fueran temporales! Lo que sí que era inconstitucional, dictó el tribunal, eran las ayudas permanentes. El problema es que si queremos que funcionen, el MEE o los eurobonos tienen que ser mecanismos creíbles, bien dotados y... ¡permanentes! Es decir, la sentencia del Constitucional alemán introdujo una incertidumbre legal que, hasta que no se resuelva, impedirá que la tranquilidad vuelva a Europa. Mientras tanto, seguiremos viviendo episodios de profecías autorrealizadas.

Por X. Sala i Martin, Columbia University, UPF y Fundació Umbele.

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