Crónica de nueve sinfonías

Hoy me he levantado de buen humor. He desayunado fuerte. La ocasión lo merece: vamos a estar unas doce horas escuchando música. Se celebra el Día de la Música y el Auditorio de Madrid nos va a ofrecer un programa de sinfonías: 9 novenas, desde Mozart a Shostakovich, pasando, como no, por el gran Beethoven. Empiezo a sentir un vértigo importante: no dejo de oír en todos los medios que este país no está hecho para la música clásica; entonces, ¿a quién se le ha ocurrido esta idea? ¿Va servir para que como siempre, o casi siempre, solo unos pocos disfrutemos de esta oportunidad?

Me siento en mi butaca; pienso: empezamos bien. A mi lado se sienta un señor que después me dice que es compositor, con un niño de 11 años, y esto siempre es un riesgo. Pero no. El niño se quedó allí con su padre durante tres conciertos, a pesar de que solo tenía ilusión de escuchar la «Novena», la de Beethoven, claro está. Pero la que sin duda le atrajo más fue la de Dvorak, «El Nuevo Mundo». Empezábamos bien.

Crónica de nueve sinfoníasA medida que se desarrollaba el concierto, me venían a la mente una serie de reflexiones sobre este incógnito mundo. Para empezar, la propia orquesta: ¿qué es una orquesta? Cuando vamos a un concierto, lo que disfrutamos, o no, que eso depende, es un producto de una serie de decisiones de la propia orquesta y de sus gestores. Cómo se diseña un programa, quiénes de los músicos van a hacerse cargo del mismo, la diferencia entre diversos tipos de orquesta, dependiendo de si se trata de obras barrocas, románticas, contemporáneas, con instrumento solista o no, con coro o no. Porque la imaginación de los autores es tan amplia, tan amplia... Nosotros nos distraemos algunas veces viendo a aquella señora gordita guapísima, con cara de muñeca que toca en los pupitres de los segundos violines; o el violinista que toca con unos guantes que dejan al aire las yemas de sus dedos y nos preguntamos ¿qué enfermedad tendrá? O aquella flautista joven con sonrisa de ángel. O… Para qué vamos a seguir. Esto son las anécdotas, pero la precisión de la masa de instrumentos que tocan cuando deben y callan y esperan, a veces largo rato, cuando la partitura se lo impone, eso es un milagro de precisión y de eficiencia. Luego analizaremos y diremos si aquel primer tiempo de la «Novena» de Mahler quizá salió un poco embarullado, o si la 9ª del «maldito» Shostakovich fue de una precisión y una elegancia extraordinarias. Y lo encontramos normal.

La orquesta es un ejemplo de cómo deberían funcionar las entidades complejas: allí todo el mundo tiene su papel y, envidias incluidas, porque somos mortales, todo el mundo cumple con lo que le han asignado, que es, nada más y nada menos, que el que ha decidido el autor, que transmite a través de la dirección. ¿No se han preguntado cómo funcionaría la orquesta sin aquel señor que mueve los brazos de una forma tan rara? La interacción del autor con el director es una de las relaciones humanas más complejas de resolver. El director no deja de ser un intérprete de lo que otro ha escrito y nunca nos acordamos, casi seguro que no lo sabemos, quién fue el primero que tradujo públicamente la obra del autor frente a un instrumento, que es la orquesta, cuando por primera vez se enfrenta con el intrincado mundo de deseos, frustraciones e ilusiones que nos quiere transmitir el autor. En estos conciertos del Día de la Música figuraba en el programa un dato importante: dónde se había estrenado y quién había dirigido cada una de las sinfonías. ¿Quién los conocía y, sobre todo, qué importaba? Pura erudición para muchos. Pero el director importa. Vaya si importa; de él va a depender la disciplina de la orquesta y la interpretación de la obra, el producto final, el que escuchamos.

Que el día de San Juan se ocupara el escenario de la Sala del Auditorio de Madrid con cinco orquestas, todas con su nivel, todas trabajando en la Comunidad de Madrid, demuestra que el nivel musical del país no es tan malo como los seguidores de Casandra auguran. Y esto es solo un ejemplo de lo que ocurre en la mayoría de ciudades de este país.

Pero lo mejor del día de San Juan fue el público. Nos hicieron un regalo y se aprovechó. El regalo fueron las nueve sinfonías, las cinco orquestas y la sencilla y elegante dirección de Víctor Pablo Pérez. La gran cantidad de público que atendió todo el día, dentro y fuera de la sala, la música de los nueve autores, demuestra que todo el esfuerzo y el dinero invertido no fue en vano.

Cerraba el programa la inquietante 9ª sinfonía de Mahler. Que en realidad es la décima, si se considera, como algunos lo hacen, que «La Canción de la Tierra» es una sinfonía. La leyenda de que después de escribir la novena sinfonía ningún autor ha sobrevivido inquietó a Mahler durante toda su vida. Y ello a pesar de los ejemplos de autores que la sobrevivieron, como Shostakovich, que escribió 15, aunque estuvo a punto de seguir las huellas de sus predecesores después de escribir su arriesgada 9ª, por razones que no tenían gran cosa que ver con su salud física. Pero eso ocurrió cuando Mahler ya había fallecido. En todo caso, Mahler llegó a escribir 9 y media, si excluimos «La Canción de la tierra». La sinfonía 9ª deconstruye la música: en plena época de cambios y muy cerca ya de la transformación de la Segunda escuela de Viena, Mahler escribe no su final, sino el final de una época; a partir de entonces ya nada será igual. Y que esto lo dijeran los muchachos de la Jonde fue muy significativo: el pasado que intuyó el futuro y el futuro interpretando el pasado. Da que pensar.

Es ya más de la medianoche. Por el escenario del Auditorio han pasado muchos músicos, un solo director y nueve autores distintos, de épocas muy diferentes. Algunos hemos comparado estilos, otros simplemente han venido a escuchar la música que les gusta o simplemente, a curiosear. Así de sencillo, sin autoridades, sin presentaciones, solo música que ella sola se presenta. Es hora de cerrar el Auditorio y descansar. Un buen día.

En todo caso, ¡Viva la música!

Encarnación Roca Trías, vicepresidente del Tribunal Constitucional y miembro de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación.

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