En la noche de Año Nuevo, mucha gente hace promesas que se propone cumplir en el año que comienza. Las más comunes, al menos en los Estados Unidos, es hacer más ejercicio, comer más sano, ahorrar dinero, perder peso y bajar el nivel de estrés. Algunos podrán decidir ser mejores hacia una persona en particular: no criticar a su pareja, visitar más a menudo a una abuela que está envejeciendo, o ser mejor amigo para quienes le rodean. Sin embargo, pocos –apenas un 12% según un estudio estadounidense- deciden convertirse en mejores personas en general, es decir, ser mejores en un sentido moral.
Una posible explicación es que la mayoría de la gente se centra en su propio bienestar y no considera el ser moralmente mejores como algo que vaya en su propio interés. Una explicación más caritativa es que muchos ven la moralidad como seguir un conjunto de reglas que determina lo que no hay que hacer.
Eso no debe sorprender en sociedades basadas en las tradiciones judías y cristianas, en las que los Diez Mandamientos se consideran la base de la moralidad. Sin embargo, hoy en día las normas morales tradicionales solo tienen una relevancia limitada en la vida cotidiana. Pocos se han visto alguna vez en situaciones en que matar a alguien siquiera cruce sus mentes. La mayoría no necesita robar, ni hacerlo es una gran tentación… la mayor parte de la gente incluso devolverá una cartera perdida con dinero en ella.
Para quienes tienen esta visión de la moralidad y pueden ganar lo suficiente como para vivir buenamente y satisfacer sus necesidades básicas, ser una buena persona no parece merecedor de una promesa especial, tal como lo sugiere una encuesta realizada en adultos estadounidenses, cuyos resultados revelaron que apenas un 23% de los encuestados suelen pensar o informarse acerca del aspecto ético de una opción en sus vidas.
La mayoría vive como siempre lo ha hecho, y como lo hacen sus amigos y colegas de trabajo. En la misma encuesta, otro 31% dijo pensar a veces en los aspectos éticos de sus opciones de vida, lo que sugiere que las opciones morales solo surgen en circunstancias inusuales. Muchos sencillamente cruzan los puentes cuando estos llegan a ellos. ¿Qué ocurre con el 46% restante? ¡Pareciera que nunca piensan en la ética!
Estas cifras podrían interpretarse como indicadores de que cerca de la mitad de los estadounidenses no piensan que la ética sea un asunto importante. Pero en la misma encuesta, un 87% dijo que es importante enseñar ética a los niños, desde kínder a la secundaria. Por tanto, pareciera que la interpretación correcta es que al menos tres cuartos de los estadounidenses piensan que la ética importa, pero no creen que exija mucha reflexión ni investigación.
Rechazamos esta visión. Ser una buena persona hoy exige reflexión y trabajo. Las intuiciones morales que evolucionaron a lo largo de milenios de vivir en sociedades pequeñas y de contacto cotidiano ya no bastan. Las acciones que tomemos –o no tomemos- afectan a personas que viven en el planeta hoy y en los siglos venideros.
Eso significa que constantemente estamos frente a opciones morales. Problemas globales como el cambio climático, la pobreza extrema, el cruel confinamiento de miles de millones de animales en granjas factoría, la sobrepesca en los océanos y, por supuesto, la pandemia, generan complejas cuestiones sobre cómo deberíamos gastar nuestro dinero, cuánto destinar a ayudar a los demás, qué deberíamos comer, y cómo debemos usar nuestras habilidades para influir sobre otros y nuestros gobiernos. Los códigos morales escritos hace miles de años no dicen nada acerca del cambio climático y, por lo general, dicen poco o nada sobre la protección del medio ambiente, el trato hacia los animales y la manera en que deberíamos ejercer nuestras responsabilidades como ciudadanos en una democracia.
Es inconcebible que una serie limitada de reglas pueda abordar la variedad de circunstancias en que se encuentra la gente hoy en día. En la actualidad, ser una buena persona requiere tiempo y reflexión. Necesitamos informarnos sobre los problemas que acabamos de mencionar, decidir nuestras prioridades y considerar en qué podemos marcar la mayor diferencia. Por eso la ética es un área importante para el tipo de compromiso necesario para hacer una promesa.
Tenemos que dirigir conscientemente la atención a vivir éticamente. Es una equivocación pensar que podemos esperar hasta que la vida nos ponga antes una decisión moral difícil. Todo aquél con ingresos suficiente para decidir cómo vivir y qué hacer con su tiempo y dinero ya se encuentra allí.
Por estas razones, prometer ser una persona moralmente mejor no debe ser un asunto de regirse por reglas, como no fumar ni comer golosinas. Son promesas que rara vez se cumplen, en todo caso.
Fijarse objetivos funciona mejor, especialmente si son pasos graduales a lo largo de un camino. Haga un plan moral. Piense en sus valores y elija uno o dos problemas que sean importantes para usted. Tras ello, puede afirmar esos valores viviendo de una manera que aborde esos problemas, ya sea reduciendo su aporte al cambio climático, o el sufrimiento de los animales, o buscando las organizaciones más eficaces en la lucha contra la extrema pobreza y apoyándolas con su tiempo o dinero.
Cuando lo haya hecho, escriba una nota sobre esos avances. No será perfecto. Hay pocos santos y la mayoría de quienes aspiran a la santidad caerán en la frustración. Pero puede enorgullecerse de sus logros, y apuntar a construir sobre ellos en los meses y años venideros.
Peter Singer is Professor of Bioethics at Princeton University and founder of the non-profit organization The Life You Can Save. Agata Sagan is an independent researcher living in Warsaw, working on ethics and the persecution of Jews in the Soviet Union. Traducido del inglés por David Meléndez Tormen.