Cuando despertó...

Irrealidad. Nueva caracterización del proceso, porque irreal es el desarrollo de unos acontecimientos que, a cámara lenta, parecen conducir a un choque inevitable. Y porque nadie conoce, y parece preocupar poco, dónde estaremos tras despertar de la ensoñación actual. ¿Qué paisaje nos aguarda? No creo que todo siga igual, como en el cuento de Augusto Monterroso que comenzaba y terminaba con el famoso «cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí». A diferencia del dinosaurio monterrosino, el nuestro será, tanto por razones externas como internas, un paisaje poco reconocible.

Olvídense de una posible mediación. Simplemente, Europa no está para estos trotes. Cabe suponer que el Gobierno ha calculado, en el diseño del calendario de propuestas y respuestas de la Generalitat, que Rajoy acudiría esta semana al Consejo Europeo. En él deberá explicar, fuera del orden del día, cuáles son sus intenciones con la intervención de la autonomía catalana. Pero más allá del tema catalán, imaginen el tono imperante en Bruselas. No particularmente alegre, por cierto, porque la UE tiene enormes problemas.

En el exterior, las conversaciones del brexit no dejan de complicarse y crece el enojo comunitario ante la inconsistencia británica; en el este europeo, porque el nombramiento del excanciller Gerhard Schröder como presidente de Rosneft, el gigante petrolero ruso, arroja nuevas dudas acerca de la posición alemana en relación a Rusia, algo que no tranquiliza particularmente a los países del área. Si en el este y el oeste la situación es complicada, en el interior se acumulan las tensiones. Como muestra, el botón del avance de las posiciones xenófobas y anti-inmigración en Austria, donde el partido del joven Sebastian Kurz ha conseguido ganar, aunque a costa de un marcado viraje a la derecha; además, el 26% obtenido por la extrema derecha del FPÖ roza ya el 26,9% socialista y no está muy lejos del 31% de Kurz. Ello no hace más que reforzar la marea populista que nos invade y que, en los últimos meses, se ha expresado en buenos resultados electorales de las posiciones más extremas en Holanda, Francia y Alemania. Añadan a ello las posiciones populistas italianas, griegas, finlandesas o de otros países escandinavos y tendrán un panorama descorazonador. Ante esa marea, ¿qué ofrecen los grandes? En Alemania, aunque Merkel consiga sacar adelante la coalición jamaicana (por el color de las enseñas de los tres partidos), no parece que pueda efectuar grandes propuestas para la UE: la extrema derecha amenaza, los socialistas se retiran a sus cuarteles de invierno y en el potencial Gobierno tripartito los liberales y la CDU bávara frenarán cualquier entusiasmo proeuropeo de los verdes. Y como ejemplo, valga la enésima negativa germana a avanzar en la constitución de un fondo común de garantía de depósitos bancarios. En Francia, Macron se ha enredado en sus propuestas de refundación europea, que se basan en recuperar viejas ideas de fuerza militar conjunta: la seguridad parece que es lo único que le preocupa. Quizá tengamos buenas noticias desde Italia, donde la economía finalmente parece haber entrado en una fase de mejora y ya acumula un millón de nuevos empleos los últimos cuatro años. Pero, en conjunto, una Europa de futuro incierto.

¿Y nosotros? ¡Ay, nosotros! En el frente interno, la pretensión de que unas elecciones en Catalunya vayan a resolver el contencioso es, simplemente, vana. Porque, se convoquen cuando se convoquen, los próximos meses contemplarán un mayor empeoramiento económico, aunque todavía la ciudadanía no lo perciba directamente. A ello añadan una creciente fractura entre dos colectividades catalanas que –así lo creímos– parecían haberse fundido en una sola; a la vista de lo que sucede, ello fue también un espejismo. Finalmente, en el ámbito estrictamente político no esperen nada positivo. Desde Catalunya, porque sus fuerzas políticas, y en particular una gran parte de sus dirigentes, parecen incapaces de recuperar los consensos que hicieron de Catalunya un gran país. Desde Madrid, porque aunque se insiste en que estamos en el siglo XXI, la detención de Jordi Sànchez y Jordi Cuixart nos retrotrae a épocas que desearíamos haber superado.

En suma, si algo ha mostrado la actual crisis es que lo que costó décadas construir puede desaparecer en pocas semanas. Por todo ello, desearía que despertáramos cuanto antes de esta ensoñación destructiva. Pero entonces, ¿qué nos encontraremos? ¿El dinosaurio de cada día? Temo que algo muy distinto, y no particularmente amable.

Josep Oliver Alonso, UAB y EuropeG.

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