Cuando faltan razones y sobran las etiquetas

Como cada mañana, al leer la prensa escrita, indago asideros donde encontrar explicación a los desafíos que tenemos por delante. Y si no, al menos, ópticas que aporten luz. Así que, si uno es senador y se topa con un artículo del presidente del Senado, me reconocerán que la cosa, cuando menos, promete.

La semana pasada, en estas mismas páginas, el presidente de la Cámara alta escribió un artículo titulado: Una amenaza para la convivencia democrática. Convendrán que la convivencia, o es democrática, o no es convivencia; aun así, no fue freno para mantener vivo el interés por conocer qué nos ofrecía.

Descendiendo al cuerpo del artículo, el desengaño fue en aumento: una retahíla de pases inspirados por el argumentario del PSOE. Un álbum de hipérboles coincidente con lo que ese día decían desde un ministro hasta el concejal socialista del pueblo más pequeño.

Encabezaba el artículo diciendo: “Ha llegado la hora de decir basta”, e invitaba a dar una contestación democrática urgente. El resto de aderezos pueden adivinarlos: Putin, Hitler, populismos, guerra, antieuropeísmo… Todo para, mansamente, ligar en esa melé al PP.

Tras el infortunio del socialismo en Francia, el acuerdo de gobierno en Castilla y León y los sondeos que apuntan claramente a una valoración positiva en imagen y expectativa electoral hacia el presidente Feijóo, el PSOE ha decidido promover una campaña para etiquetar al PP, como si de una agencia certificadora se tratase.

Dispensar etiquetas viene de antaño. Es un recurso manido y estéril, ya que toma al ciudadano por bisoño. Pero que el presidente del Senado sea el primero en inscribirse en el voluntariado para repartir credenciales, sorprende.

Algo grave debe ocurrir para caer en un estado de amnesia profunda, como revelan los dirigentes socialistas, incluido Ander Gil, que utiliza un viejo ardid al referirse a un informe de la Eurocámara sobre las interferencias extranjeras en los procesos democráticos de la UE, para advertir, según él, que Putin se aleja de la izquierda usando el bastón de partidos alejados de esta. Es decir, que Putin no es de izquierdas, ni comunista, ni nada que se le parezca.

Este informe, cuya ponente es Sandra Kalniete (miembro del Partido Popular Europeo), dice cosas que quizá se le hayan olvidado a Ander Gil. Como la injerencia por medio de agentes globales a través de la captación de élites, destacando expresamente la realizada por Rusia tras el fichaje, por parte de la compañía Gazprom, del excanciller Schröeder y del exprimer ministro de Finlandia, Lipponen. O la presencia del exministro de Relaciones con el Parlamento francés, Jean-Marie Le Guen, en un consejo de administración de una gran empresa china. Por cierto, todos compañeros ideológicos del presidente del Senado, es decir, socialistas.

El informe condena la captación de élites, estrategia de empresas extranjeras “con vínculos con Gobiernos que desarrollan actividades de injerencia contra la Unión”. Y constata la existencia de pruebas de las injerencias y la manipulación de la información en línea rusas en muchas democracias liberales, indicando el “apoyo práctico a partidos extremistas, populistas y antieuropeos”.

El brochazo final del presidente señala que “el autócrata ruso querría gobiernos autoritarios, xenófobos, ultraliberales y sectarios”. Convendría recordar que los socios del Gobierno del partido en el que milita, es decir Podemos e Izquierda Unida, no quieren enviar armas a Ucrania para defenderse de la invasión rusa, han sido muy críticos con la OTAN, o se han disgustado ante la prohibición de medios rusos como Russia Today o Sputnik en Europa. Esto viene de antiguo, pues eurodiputados de Podemos votaron en contra de una resolución que alentaba a la UE a pedir a Putin que restableciese la integridad territorial de Ucrania. Todos muy en la línea de Putin y sus intereses.

Comparto con Ander Gil cuando dice que la indiferencia no es una posición legítima, pues uno ha de defender lo que cree, al igual que estimo que el sesgo o la parcialidad no son una posición legítima, sino falaz y sectaria.

Por ello, no entiendo cuando señala que “los políticos tenemos la obligación moral de elevar el nivel, abandonar mensajes trillados y simplistas…” y propone un argumentario de su partido y se abona a añejos prejuicios.

Él, en la atalaya de la Cámara alta, tiene en el Diario de Sesiones multitud de ejemplos de una extrema izquierda bronca, que lo mismo grita “Cuba, patria o muerte”, que justifica el régimen de Maduro, o lo sucedido en Cataluña a propósito del procés, o pide la liberación de falsos “presos políticos”, obviando que, si lo son, es por decisión de los tribunales. Mucha goma de borrar haría falta para creer sinceras las palabras del presidente del Senado, pero la fe no debe perderse.

Escribamos juntos, fuera de las trincheras, esos asideros a los que hacía referencia al inicio, pues los retos que tenemos por delante y las amenazas que nos acechan exigen todas las energías, todos los brazos, todos los alientos.

José Antonio Monago es ssenador, presidente del Comité Nacional de Derechos y Garantías del PP y presidente del PP Extremadura.

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