Cuando los yanquis se van a casa

Las relaciones entre los Estados Unidos y Pakistán continúan deteriorándose desde que un comando de fuerzas especiales estadounidense mató a Osama bin Laden en una cómoda casa cerca de una importante academia militar pakistaní. Sin embargo, las represalias de ojo por ojo después de la incursión reflejan fuentes más profundas de desconfianza mutua. El problema más reciente se ha centrado en las supuestas actividades de la poderosa agencia de inteligencia militar pakistaní, la Inter-Services Intelligence (ISI), en los Estados Unidos. A la ISI se le acusa de vigilar la diáspora pakistaní y de financiar cabilderos sin registro para modificar la opinión del Congreso.

En efecto, esta no es la primera vez que las relaciones de Pakistán con los Estados Unidos han sido tensas. En 1965, después de ayudar al país a incrementar su fortaleza militar y económica, los Estados Unidos se retiraron debido a la guerra con India que Pakistán provocó al enviar “libertadores” a Cachemira.

En 1989, luego de la salida de la Unión Soviética de Afganistán, los Estados Unidos dejaron de interesarse en lo que ahora llaman “AfPak” –Afganistán-Pakistán. Los estadounidenses regresaron de nuevo a Pakistán hasta que en 1998 el gobierno pakistaní decidió igualar el ensayo nuclear de la India. Esto originó sanciones de los Estados Unidos –y un tercer retiro de ese país de Pakistán.

La situación seguía así cuando Al Qaeda, con base en Afganistán, atacó a los Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001. Después de recibir un ultimátum “o están con nosotros o en nuestra contra” de la administración del presidente George W. Bush, el general pakistaní Pervez Musharraf decidió ponerse del lado de los Estados Unidos. Rompió relaciones con el régimen talibán de Afganistán, al que había ayudado a establecerse cinco años atrás, y permitió que los Estados Unidos usaran su espacio aéreo para lanzar ataques contra Afganistán.

Durante más de una década Pakistán y los Estados Unidos fueron aliados cercanos. Pakistán dejó que los Estados Unidos usaran sus bases aéreas para lanzar ataques con aeronaves no tripuladas contra las fuerzas talibanes en Afganistán y en el noroeste de Pakistán; dejó que se usara su territorio como ruta de abastecimiento para las fuerzas de la OTAN en Afganistán, que no tiene acceso al mar; y de forma menos entusiasta de lo que hubiera querido Estados Unidos, lanzaron operaciones militares en contra de los refugios talibanes en el lado pakistaní de la porosa frontera con Afganistán.

A cambio de su ayuda, Pakistán recibió grandes dosis de asistencia militar y económica. De acuerdo con el congreso estadounidense, Pakistán recibió 20 mil millones de dólares como ayuda entre 2001 y 2011. Además, el congreso aprobó la ley Kerry-Lugar, que prometía 7.5 mil millones de dólares en asistencia económica para el periodo 2009-2014. Los Estados Unidos también alentaron al Fondo Monetario Internacional a ofrecer a Pakistán ayuda financiera de emergencia equivalente a 11 mil millones de dólares, que se entregarían a partir de finales de 2008.

Esta relación tan conveniente creó un “riesgo moral” en Pakistán, pues el abundante flujo de ayuda de los Estados Unidos anuló en el gobierno y el ejército cualquier sentido de urgencia para realizar la reforma económica: siempre habría algún amigo extranjero que rescataría al país de su falta permanente de efectivo. Hasta ahora ese amigo ha sido los Estados Unidos, pero éstos bien podrían retirarse de Pakistán por cuarta vez en lo que ha sido la turbulenta relación entre los dos países –amenaza que varias personalidades influyentes en el congreso estadounidense ya han hecho.

Se podría decir que la dinámica que ha conducido la relación entre Pakistán y los Estados Unidos a este punto empezó el 1 de diciembre de 2009, cuando el presidente Barack Obama mientras anunciaba que aumentaría el número de tropas estadounidenses en Afganistán, también mencionó su intención de empezar a retirar sus tropas a principios de julio de 2011 –promesa que reiteró hace dos meses. Ese anuncio puso sobre aviso a Pakistán de que con la inminente salida de las tropas estadounidenses estaría solo para luchar contra la insurgencia en los dos lados de su frontera con Afganistán. Para hacerlo, Pakistán necesitaría la ayuda de algunas de las tribus pastunes afganas con quienes había desarrollado relaciones sólidas durante la guerra contra la Unión Soviética.

El grupo Jalaluddin Haqqani, al que se le había permitido tener su base en un refugio de la región de la tribu de Waziristan en el norte de Pakistán era uno de esos aliados que el gobierno de Pakistán pensó que podría usar para alcanzar sus intereses en Afganistán. Sin embargo, los Haqqanis fueron también el grupo que más amenazaba a los estadounidenses. Los Estados Unidos presionaron a Pakistán para que los atacaran. Pakistán se resistió. Y en medio de la pelea, los Estados Unidos enviaron Seals de la armada para buscar a Bin Laden en un lugar apartado en territorio pakistaní, de lo cual informaron al gobierno de Pakistán hasta después de haber realizado el ataque.

Los militares pakistaníes humillados presionaron al gobierno para que se fuera distanciando de los Estados Unidos. Después de que se revelara la identidad del jefe de la CIA en Pakistán (tal vez por oficiales militares pakistaníes), los Estados Unidos informaron que tenían pruebas suficientes de que la ISI había ordenado el asesinato de un importante periodista pakistaní.

Puede que la ruptura actual entre los Estados Unidos y Pakistán no se repare fácilmente. Pakistán ha solicitado ayuda económica y militar a China con la clara esperanza de establecer una relación menos volátil que la que tiene con los Estados Unidos. Por un lado, Pakistán está buscando grandes inversiones de China para mejorar su infraestructura física y explotar su considerable riqueza mineral. Por otro lado, los chinos han recibido la invitación de desarrollar el puerto de Gwadar en la costa de Baluchistán y usarlo como base para su armada en rápida expansión.

Si bien China no ha respondido a estas propuestas con el mismo entusiasmo con el que se formularon, los chinos estarían contentos de llenar el vacío estratégico que se creará con el retiro acelerado de los Estados Unidos de AfPak. Se vislumbra un realineamiento importante de fuerzas en la región, y con él, une nueva ronda del viejo “gran juego” de Asia.

Por Shahid Javed Burki, ex ministro de Finanzas de Pakistán y vicepresidente del Banco Mundial. Actualmente es director del Instituto de Políticas Públicas  de Lahore. Traducción de Kena Nequiz.

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