Cuando Satanás y el mal se juntan

Los representantes de Satanás (el calificativo que el régimen iraní utiliza cuando de EE. UU. se trata) y los representantes del eje del mal (el apelativo con el que Irán y Siria han sido bautizados por Washington) se reúnen mañana sábado en Bagdad, para "apoyar los esfuerzos del Gobierno iraquí por consolidar la seguridad y estabilidad".

En vísperas de un encuentro que podría ser de proporciones históricas, todos nos preguntamos si se trata de un cambio de estrategia o simplemente un movimiento táctico más. "No es una grieta en la muralla. Es una prueba más de la acción diplomática norteamericana", nos dicen las fuentes de la Administración del presidente Bush. Pero parecería que estamos ante un significativo viraje en la política de Washington en Oriente Medio. El presidente George W. Bush había rechazado una y otra vez los llamados para negociar con Irán y Siria para estabilizar la caótica situación en Iraq, incluyendo las recomendaciones del informe del Grupo de Estudio presidido por el ex secretario de Estado James A. Baker III y el ex representante demócrata Lee H. Hamilton, para dialogar con Siria e Irán. Incluso para el anterior secretario de Estado Henry Kissinger, que hasta ahora apoyaba la política hacia Iraq, consideraba que había llegado la hora de poner fin a la cuarentena diplomática contra Irán.

La Administración de Washington, que carga con el peso de su fallida intervención en Iraq, así como muchos de los países de Oriente Medio, principalmente los del así llamado cuarteto árabe (Egipto, Arabia Saudí, Jordania y los Emiratos) muestran una creciente preocupación por la envergadura de la interferencia del régimen iraní en los asuntos internos de Iraq. Es evidente la injerencia del régimen clerical de Teherán, que, utilizando los cada vez más vehementes enfrentamientos religiosos y políticos a lo largo y ancho de la región, busca influir sobre el desarrollo de los acontecimientos, sobre todo influyendo en las decisiones políticas de los líderes chiíes iraquíes.

La política de interferencia iraní en Iraq, como en otros países de la región (Líbano, Bahrein, Sudán, entre otros), y su carrera armamentista nuclear no son sino instrumentos para implementar los designios hegemónicos de un régimen que intenta exportar su proyecto ideológico y cultural a todo el Oriente Medio (también a los países musulmanes asiáticos de la ex URSS). Ello, instrumentalizando la guerra fría chií-suní,así como interviniendo brutalmente en el conflicto palestino-israelí, abasteciendo de armas y financiamiento a las organizaciones terroristas que se oponen al proceso de paz. La incendiaria retórica de Ahmadineyad contra Israel (el pequeño Satanás según el presidente iraní) y su negación del holocausto apenas se le presenta una oportunidad, lamentablemente ya no llaman la atención ni merecen la contundente respuesta que cabría esperar de la comunidad internacional.

Pero, no olvidemos, Washington tiene otro serio dolor de cabeza en Oriente Medio, el progresivo avance de Rusia, cuyo presidente, Vladimir Putin, que acusó públicamente a EE. UU. de aspirar a dominar el mundo, intenta, a expensas de este país, emular los días en que la Unión Soviética era un factor de envergadura (y desestabilizador) en una región en la que la política de Washington es cada vez más impopular. El fracaso, por lo menos hasta el momento, del nuevo plan de seguridad de Bush en Iraq y la decisión del Gobierno de Gran Bretaña de retirar próximamente de Iraq mil seiscientos efectivos militares, así como la intención de otros países de retirar sus contingentes armados, obligará a Washington a buscar nuevos socios en sus esfuerzos por estabilizar a situación. ¿Será precisamente Irán?, se pregunta un analista israelí. Pero el ex ministro de Asuntos Exteriores de Alemania Joschka Fisher considera que, después de haber ignorado casi todas las conclusiones del informe Baker-Hamilton, y después de que todas sus nuevas estrategias en Iraq han fracasado una tras otra, poco puede esperarse de una nueva estrategia del presidente Bush.

Todo ello sucede en medio de la escalada de tensión creada por el controvertido programa de enriquecimiento de uranio de Irán a la vez que se oyen voces críticas contra Mahmud Ahmadineyad en el frente doméstico, criticado por su política nuclear, pero por sobre todo por su inflamatoria retórica. Si hasta ahora las críticas eran esporádicas y provenían de los sectores reformistas, hoy se oyen también entre los conservadores. Mohamed Atrianfar, un prestigioso comentarista político iraní, acusa a Ahmadineyad de "usar un lenguaje de bazar". El director del Hamashri,uno de los periódicos más leídos en Irán, Hosein Entezami, miembro del equipo negociador nuclear iraní, escribe que "en el momento mismo en que la cuestión nuclear pudo haber sido quitada de la mesa del Consejo de Seguridad de la ONU, los feroces discursos del presidente resultaron en la adopción de decisiones contra su país".

EE. UU. acepta finalmente participar en un diálogo con Irán, mientras negocia con los miembros permanentes del Consejo de Seguridad y Alemania un endurecimiento de las sanciones contra Irán. El palo y la zanahoria. Pero la crucial elección de opciones por parte de la comunidad internacional para neutralizar a Irán, dentro y fuera de Iraq, será difícil, ante la falta de entendimiento entre EE. UU. y la Unión Europea, por una parte y la política obstruccionista de Rusia (y China) por la otra. ¿Negociarán de buena fe todos los invitados al encuentro de Bagdad, mañana sábado? Sólo un milagro podrá devolver a la botella el genio liberado en Oriente Medio.

Samuel Hadas, analista diplomático. Fue el primer embajador de Israel en España y ante la Santa Sede.