Cuando sobra el interrogante

Este jueves pasado, TV-3 nos obsequió con un programa especial de casi una hora y media, titulado Adéu, Espanya?, que constituye a nuestros ojos un sofisticado ejercicio televisivo al servicio de una tesis política predeterminada: la viabilidad económica y jurídica de la secesión. En definitiva, vimos un alegato a favor de la independencia que, aunque pretendía simular ser un trabajo periodístico neutral, ofrecía un relato construido con la clara intención de que el telespectador respondiera afirmativamente al título del programa. Así pues, Adéu, Espanya? no pasaba de ser una pregunta puramente retórica. Y el esfuerzo comparativo de Catalunya con Quebec, Escocia y Groenlandia no pasaba de ser una coartada siempre favorable a la tesis que defendía el programa. Los argumentos políticos de fondo contrarios a la independencia quebequesa o escocesa no se escucharon y solamente aparecieron académicos que han escrito trabajos a favor de la separación de dichos territorios.

El tratamiento del caso catalán fue para nota. Visto desde fuera, parece que exista en Catalunya un clamor independentista al que solo se opone el marco jurídico español. Nos sorprendió que un programa con un acento tan económico no dedicara, por ejemplo, ni un solo segundo a discutir sobre la nueva financiación autonómica del 2009 y hasta qué punto esta ha introducido una metodología federal en el reparto territorial de los recursos.

Por otro lado, el documental nos pareció expositivamente cansino y de contenido no demasiado sustancioso. Eso sí, las imágenes de los verdes valles y los glaciares nórdicos eran realmente bellas y la intervención animada de los playmobils estaba muy lograda. Pero no es nuestra intención polemizar con un programa televisivo, aunque nos preocupa una utilización tan parcial de recursos públicos por parte de una televisión también pública.

Lo relevante es que el programa daba a entender que los catalanes no tenemos otra opción en el 2010 que no sea elegir entre aceptar resignadamente una supuesta involución autonómica o sumarnos civilizadamente y con tesón casteller a la secesión territorial. A nuestro juicio, lo interesante a discutir son los argumentos economicistas de este nuevo soberanismo neoliberal que ha irrumpido con fuerza desde hace unos años y que el programa difundía acríticamente. Vaya por delante que no perderemos ni un minuto en negar que una Catalunya independiente sea factible económicamente. Pero no por ello dejamos de ser federalistas. Ramon Trias Fargas fue el primero en argumentar académicamente que un Estado catalán era viable sin por ello dejar de ser partidario del federalismo para España como solución definitiva. Pues bien, nosotros seguimos pensando que la sociedad catalana se siente parte de España, aun cuando el proyecto sociopolítico español a veces no es vivido plenamente como propio porque no incorpora positiva y suficientemente la dimensión catalana y la catalanidad. No hemos alcanzado, claro está, la plenitud de la España plural y federal, pero no vemos tampoco ninguna razón definitiva para desistir en dicho empeño.

Desde mediados de los años 90, el razonamiento funcional se ha convertido en el recurso más habitual para justificar la secesión, la reivindicación de una soberanía «completa» o el confuso ejercicio del derecho a decidir. ¿A qué responde la irrupción de este independentismo del bolsillo? A nuestro entender, a la imposibilidad de saltar el muro de la doble identidad mayoritaria de los catalanes. Hoy, cerca del 75% de los ciudadanos comparten en grados diversos catalanidad y españolidad. Frente a ello, el discurso funcional, que enfatiza la pura lógica coste/beneficio entre Catalunya y España, es la moneda corriente de todo el magma soberanista. Al no poder derrumbar esta dualidad identitaria, el independentismo realiza una pirueta que persigue sencillamente obviar esta realidad recurriendo a un argumento de lesa humanidad: el expolio económico y el trato colonial.

Hoy, el independentismo no puede ser histórico porque le resulta imposible reivindicar el proyecto político del catalanismo decididamente hispanista. Tampoco puede ser sociológico porque choca contra la sólida identidad dual de los catalanes, ni tampoco se atreve a recurrir a argumentos puramente culturales o lingüísticos. En definitiva, se presenta solo como una opción funcional mediante la dramatización de una tesis económica. Nos encontramos, pues, ante una clara inflexión neoliberal del nacionalismo catalán. En realidad, este giro persigue un objetivo claro: forzar el paso de muchos catalanistas hacia el independentismo, para lo cual hace falta proclamar como inviable la apuesta por la España plural, desacreditar a cada paso el modelo autonómico y afirmar la inutilidad de su perfeccionamiento federal. Pues bien, en esencia, esto es lo que nos ofreció el Adéu, Espanya? de TV-3. Le sobró el interrogante.

Joaquim Coll, historiador, y Daniel Fernández, diputado al Congreso del PSC.