Cuba contra las cuerdas

Nadie debería quitar méritos a la diplomacia de España y a la Iglesia católica en la decisión de los Castro de dejar en libertad -condicional, como toda libertad reconocida en Cuba desde el triunfo de la Revolución- a los 53 presos políticos de los 75 detenidos en 2003 que seguían en las cárceles, presos que, para el régimen castrista, han sido, son y seguirán siendo delincuentes, traidores y marionetas del imperialismo yanqui.

No obstante, en su larga trayectoria, los Castro han dado sobradas pruebas de sus prioridades y es obvio que los derechos humanos no son una de ellas. Todo lo contrario, pocas cosas los definen y unen más que la sangre derramada por el camino de la Revolución: la larga noche que nos contó Matos, desde Sierra Cristal a Orlando Zapata, pasando por Arnaldo Ochoa y todos los juicios sumarísimos.

Descartadas la piedad, la compasión y la conversión a los derechos humanos, la explicación más probable de la liberación de presos es la necesidad de mejorar las relaciones externas para aliviar la crisis económica y reducir el riesgo de una explosión social que se lleve por delante lo que queda de la dictadura.

No es un peligro inminente, pero la caída de los precios del níquel (principal producto exportado por Cuba), los huracanes en 2008 (los daños se han valorado en unos 10.000 millones de dólares) y la crisis económica y financiera internacional desde entonces, hacen temer a los dirigentes cubanos otro golpe igual o más fuerte que la caída del Muro de Berlín si no reaccionan con rapidez. Sólo así se entienden las medidas anunciadas por Raúl Castro ante la Asamblea Nacional, como la de reducir paulatinamente el número de funcionarios de la Administración y, sobre todo, la vía libre para que los ciudadanos puedan crear pequeñas empresas privadas y contratar empleados.

Pero la reacción pasa, en primer lugar, por el acceso a créditos y préstamos internacionales para compensar la crisis sistémica de liquidez que padece la economía cubana. Al no pertenecer al Banco Mundial ni al Fondo Monetario, lo tiene muy difícil. CEPAL calcula que Cuba necesita con urgencia para resolver el impago de sus bancos unos 1.000 millones de dólares. Para sanear la economía nacional habría que multiplicar por tres o cuatro esa cantidad e introducir reformas estructurales profundas a favor del mercado, como las prometidas hace dos años, al comienzo de su presidencia, por Raúl Castro.

Con Fidel recuperado y repartiendo doctrina de nuevo a diestro y siniestro, es improbable que las reformas necesarias se lleven a cabo. La gran lección de los 90, para Fidel, es que la doble moneda y las tímidas reformas impulsadas precisamente por Raúl degeneraron rápidamente en una sociedad dual, en una corrupción rampante y en un deterioro grave de la autoridad. Por eso las cortó de raíz a comienzos de esta década.

Con disidentes en huelga de hambre, muriéndose en las cárceles y, gracias a la fuerza imparable de internet, pregonando cada día al mundo entero la aberrante situación de los derechos humanos en la isla, las grandes potencias europeas y EEUU no iban a mover un dedo a favor de los Castro, por mucho que insistieran España y algunos otros países.

La liberación de los 53 no garantiza nada, pero elimina un obstáculo claro que se había convertido, desde la muerte de Zapata en febrero, en un muro infranqueable.

Las exportaciones de níquel representan ya más del 40% de todas las exportaciones de bienes, pero la volatilidad de sus precios es un factor de inestabilidad. El azúcar, que durante muchos años tiró de las exportaciones, hoy apenas representa el 13% del total.

Desde 2003 el factor salvador de la economía cubana ha sido la alianza estratégica con la Venezuela de Hugo Chávez. Los, aproximadamente, 10.000 médicos o trabajadores sanitarios cubanos enviados a Venezuela a cambio de los 90.000 barriles diarios de petróleo han salvado a la economía cubana, pero han acelerado el deterioro de la sanidad en Cuba, una de las joyas de la Revolución. El salvavidas venezolano ha tocado techo y los Castro lo saben. Por eso necesitan recuperar cuanto antes otros flotadores internacionales. No quieren verse de nuevo, como en el 90-91 cuando se desplomó la URSS, agarrados a una sola brocha y sin escalera.

¿Facilitará la liberación de un tercio, aproximadamente, de los presos políticos cubanos el fin de la Posición Común aprobada por la UE en 1996 y la concesión de nuevos préstamos? No sin el visto de países como la República Checa, Alemania y Suecia, que en junio vetaron el cambio de rumbo. De momento, estos países observan y callan.

¿Facilitará la liberación de 53 presos la suavización de las restricciones estadounidenses sobre el turismo y sobre otros intercambios? Las remesas de los familiares en EEUU, más de 1.000 millones de dólares anuales, son una fuente fundamental de divisas para la economía cubana y un motor del consumo cubano mucho más importante, por ejemplo, que los ingresos de los médicos en Venezuela.

Pero la Administración Obama probablemente ha llegado también al techo máximo al que podía llegar en sus concesiones sin una respuesta seria de Cuba. Los Castro han perdido la mejor oportunidad que se les había brindado desde Washington en medio siglo para acabar con el embargo. En vísperas de elecciones legislativas en EEUU y con problemas mucho más graves, es poco probable que Obama les vuelva a tender la mano.

Algunos de los mejores economistas cubanos, que sólo pueden expresarse en el anonimato por miedo a represalias, la CEPAL y bancos internacionales como el Rabobank holandés coinciden en el diagnóstico. El producto interior bruto (PIB) -unos 40.000 millones de dólares anuales-, que había crecido casi un 7% de media entre 2003 y 2008, el año pasado se redujo al 1,4%.

El sistema hace tiempo que tocó fondo, pero que nadie espere cambios políticos democráticos de los Castro. Por decirlo suavemente, no está en sus genes. Son inevitables y urgentes, sin embargo, reformas económicas profundas para sacar a la economía de la profunda crisis en la que se encuentra. En los ámbitos esenciales del mercado y de la propiedad, casi todo está por hacer.

El debate nacional de ideas promovido por el régimen desde 2007 se mantiene en secreto. Pero Raúl Castro, primero en abril, y después este pasado fin de semana, dijo que sobra -por redundante, vago o nada productivo- uno de cada cinco de los cinco millones de trabajadores cubanos, y ha asegurado que se acometerán recortes drásticos en la masa laboral del Estado, que emplea al 95% de los empleados en Cuba.

Salvador Valdés Mesa, secretario general de la Central de Trabajadores de Cuba, único sindicato permitido, que agrupa a más de tres millones de esa masa laboral, aseguraba recientemente que nadie irá al paro en el penúltimo reducto del Comunismo de Planificación Central en el mundo (el otro es Corea del Norte). Pero suena al milagro de los panes y los peces.

De momento, los recortes de gastos y de importaciones para reducir el déficit (5% del PIB) y la deuda externa (45,2% en 2009, unos 21.000 millones de dólares) han multiplicado el descontento social y han empobrecido a casi todos los cubanos. Aunque mínima y controlada, la liberación de 53 presos (veremos qué sucede con los que no aceptan salir de la isla) es una válvula de oxígeno y una cortina de humo para paliar los males, esperemos que terminales, de la revolución.

Felipe Sahagún, periodista, profesor de Relaciones Internacionales y miembro del Consejo Editorial de El Mundo.