Cuba, una larga paciencia

Uno de los padres de la actual Unión Europea, Jean Monnet, fue visionario al escribir: “Europa es una larga paciencia”. Más o menos eso vino a decir Raúl Castro, tras estrechar la mano de Obama en el Centro de Convenciones Atlapa de Panamá: “Estamos dispuestos a discutir sobre todo pero tenemos que ser pacientes, muy pacientes”.

Y este podría ser el secreto para que el proceso iniciado no descarrile: aguante frente a los maximalistas faltos de esperanza y paciencia ante los adversarios y los antiguos fracasos.

El clima de la VII Cumbre de las Américas ha sido muy distinto al que inspiró a Yvon Deulofeu, actual directora general de Cubavisión Internacional, para escribir Paraninfo, un relato riguroso sobre el intento de magnicidio —hace 15 años— a manos de un grupo liderado por Posada Carriles, que atentó contra Fidel Castro durante su visita a Panamá, con motivo de la Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado.

A lo largo de los 42 minutos que duró su intervención, Raúl (trending topic, cinco millones de tuits en 24 horas, bajo la etiqueta #Cuba) desvelaba que John Kennedy lo llamó en 1963, en tono conciliatorio, tan solo unos días antes de ser asesinado en Texas, lo cual puede ayudar a entender el alcance del aguante al que se refirió en su intervención. No en vano la siguiente conversación telefónica del hermano menor con un presidente americano se demoró 52 años.

Frente a frente —por primera vez en medio siglo—, un pragmático y un revolucionario han escenificado ante el mundo su intención de no dejar pasar esta oportunidad, a pesar de que el proceso exija un formidable derroche de paciencia para saltar tantas vallas.

Tras una hora de conversación —sin tensión— en la pequeña habitación reservada al efecto, se pusieron de acuerdo en abrir embajadas en ambos países, aunque quede algún fleco pendiente al no estar aún garantizada la libertad de los diplomáticos americanos para moverse por la isla.

El presidente americano, apoyado por su Estado Mayor —y muy especialmente por Benjamin Rhodes—, ha cambiado la estrategia: la vieja disputa con Cuba no ha cumplido objetivos y ha servido a muchos como excusa convirtiendo al vecino del norte en chivo expiatorio, lo que ha afectado a sus relaciones con otros países de la región. Se impone, pues, cambiar esa dinámica ante la evidencia de que la política de aislamiento no ha hecho sino confinar a Estados Unidos en su propio patio trasero. Y la realidad es que solo el anuncio de la reconciliación con La Habana le ha servido a Washington para atraer dividendos políticos en América Latina.

Castro apela a la paciencia y Obama tiene otros tiempos, como ha acreditado sacando a Cuba —con diligencia— tras la cumbre panameña de la lista de países patrocinadores del terrorismo.

El hermanísimo, que habló en la cumbre más de lo que el protocolo le permitía (ocho minutos) —“la pasión me sale por los poros cuando de la revolución se trata”—, no desaprovechó la ocasión —entre los aplausos de una audiencia complacida— para echar una mano a Obama, instando a los países de América Latina a que apoyen al presidente de Estados Unidos —“un hombre honesto, con una forma de ser que obedece a su origen humilde”—, en su intención de liquidar el bloqueo a la isla.

Y esa podría ser la piedra angular de este proceso porque los republicanos no parecen dispuestos a ceder, por principio, a esta pretensión ni a facilitar esa baza a los demócratas en puertas de una nueva elección presidencial. Tampoco faltan los escépticos que sentados cómodamente en la espera, decretan con sarcasmo: “Más de lo mismo, pan de sopa y sopa de pan”, o sea que —para esa copiosa corriente de pensamiento— mientras la familia Castro reine en Cuba no se va a producir ningún cambio.

Y es que los viejos odios no han desaparecido por arte de birlibirloque, como escenifican los enfrentamientos en el Parque Porra de la capital panameña, entre disidentes y castristas, donde ha vuelto a enredar el Félix, El Gato, Rodríguez bien conocido en los ambientes cubano-americanos, y que se vanagloria de haber prestado sus servicios para apresar al Che Guevara en Bolivia.

Pero las escaramuzas no han logrado enturbiar el buen clima entre ambos países; continúan los compases del baile de salón que iniciaron en La Habana —hace ya unos meses— una rubia cubana, Josefina Vidal, y una morena americana, Roberta Jacobson. Un ritmo pausado y medido que tiene poco que ver con aquel frenético Se me perdió la cartera, que brinconeara —con ocasión de otra cumbre Iberoamericana en Cartagena de Indias— la candidata Hillary Clinton al son de la African Charanga.

Los avances son aún insignificantes, y uno se pregunta qué estará pensando el Comandante en Jefe en su refugio de Jaimanitas, después del despliegue de charme de su hermano con el colega yanqui.

¿Acaso el podio será para el eterno Poulidor?

Luis Sánchez-Merlo ha sido secretario general del presidente del Gobierno (1981-1982).

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