Cuentas respetables y no creativas

Con motivo de la publicación de mi libro Els plats trencats (La Magrana), dedicado a los culpables y a las víctimas de la crisis económica, la Associació Catalana de Comptabilitat i Direcció me pidió un artículo para su revista gremial. Pero al darme cuenta de mis escasos conocimientos en la materia, me referí principalmente a la transparencia y muy poco a la contabilidad. Me quedé, pues, un poco insatisfecho, y por eso pedí ayuda a mi querido y admirado amigo, compañero y partner, Josep Font Vilalta, abogado, economista, actuario y profesor de la UB. Y, tal como era lógico y previsible, me abrió nuevas perspectivas sobre el tema que son las que intentaré condensar en este momento.

Sostiene Font que la primera causa de inestabilidad del sector bancario se deriva de los problemas de percepción sobre la calidad de sus activos. Aparte de la falta de capital o de líquido, la cuestión fundamental es la pérdida de confianza en la calidad de los activos de las entidades de crédito. La sociedad moderna es transparente y el acceso a la información debe permitir la confrontación con cualquier autoridad. Y, por lo tanto, los bancos también deben renunciar a mantener en secreto sus garantías y deben detallar si su exposición es, pongamos por caso, superior al 2,5% de sus valores tangibles. De este modo, la información incorrecta sobre el riesgo por parte de los bancos no podría ser tan fácil como ahora y la financiación bancaria de empresas con reputación deteriorada sería más costoso. Así pues, la transparencia y consiguiente disciplina de los activos que se derivarían podrían restablecer la confianza perdida que puede causar la inestabilidad financiera.
Actualmente, la regulación de capitales, dotaciones y provisiones establecida es fácil de esquivar a través de operaciones fuera del balance. Es necesario un código ético, pero no es suficiente para desmontar la cultura corporativista de complicidad entre los privados codiciosos y los poderes públicos que les dan protección a costa de los contribuyentes. Después de todo lo ocurrido, ya no puede protegerse nunca más a los culpables banqueros-cajeros y toca, por el contrario, salvaguardar a los dipositantes-impositores-clientes, desamparados frente al fraude y la publicidad engañosa. Salta a la vista, pues, que la contabilidad debe ser un instrumento muy importante, y que posiblemente las normas deben ser globales, con modelos y criterios generalmente aceptados.
El US-GAAP, que se ocupa de los principios de contabilidad general en Estados Unidos, ha propugnado la aceptación de los estándares internacionales de información financiera (IFRS en sus siglas en inglés). La IASB ha trabajado mucho en la línea de homologación con la FASB norteamericana –se trata de dos entidades que se ocupan de los estándares de contabilidad– y parece lógico que, al igual que los pesos y medidas o los horarios mundiales, las normas contables sean compartidas tal como afortunadamente intentan llevar a cabo todas estas organizaciones.
Hans Hoogervorst, de la Autoridad Holadensa de los Mercados Financieros, advierte de los peligros de modificar las prácticas del precio justo. Se dice que el precio de mercado es poco fiable, pero la mayoría de los activos que consisten en una cartera de créditos aún se valoran al coste de amortización y no están sujetos a la contabilidad del justiprecio. En consecuencia, si los mercados están preocupados de que las carteras tengan pérdidas ocultas, se podrían producir problemas de liquidez o, peor aún, de solvencia. Por ejemplo, en el TARP, el programa estadounidense de rescate de activos tóxicos, puede pasar que el valor en libros sea demasiado elevado para que puedan venderse. También puede ocurrir al revés y, por lo tanto, no puede afirmarse que la defectuosa información de precios o el efecto de las normas de contabilidad sea procíclico. Por esta razón el Grupo Asesor sobre la Crisis Financiera (FCAG en sus siglas en inglés) recomienda que los reguladores y redactores de las normas contables sean independientes.

Hay que superar, en efecto, la mala prensa de los contables y de los políticos y lograr que los bancos presenten sus números de una manera que inspire confianza. Se les debe forzar a resolver los problemas en lugar de negar que existen. Pero de momento parece que hay poco debate y demasiadas luchas que perjudican la credibilidad de los reguladores de la contabilidad y también la de los políticos. Después de la devastadora etapa de «contabilidad creativa» modelo Arthur Andersen, es hora de devolver a la contabilidad el respeto que se merece.

Francesc Sanuy, abogado.