Cuentas y balance de la JMJ

La Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) ha supuesto un acontecimiento extraordinario. La presencia en Madrid de dos millones de jóvenes, venidos de 193 países de los cinco continentes, ha sido el mayor evento internacional en todo el mundo en 2011 y el más grande conocido en España jamás.

Y las cuentas cuadran: las económicas y, por supuesto, las otras, las que más cuentan. Desde el primer minuto nos propusimos que la JMJ se autofinanciara y supusiera un coste cero para el contribuyente. Lo hemos conseguido. Es más, lo hemos superado, porque no sólo no ha recibido dinero de las arcas públicas, sino que ha supuesto una inyección de más de 100 millones de euros para la economía española.

Las cifras son elocuentes: más de dos millones de participantes a lo largo de la semana y más de 700.000 extranjeros -por encima del 1% del total de visitantes a nuestro país en todo un año- han dejado ilusión, esperanza y, por supuesto, desarrollo económico en una España en crisis.

Agradecemos sinceramente el apoyo de todas las administraciones -la estatal, la autonómica y la local-, que entendieron perfectamente la trascendencia del acto y que trabajaron todos a una para el éxito del mismo. Jamás les pedimos dinero, sólo apoyo, infraestructuras y puesta a disposición de aquellos bienes públicos que son de todos.

Hoy sabemos que el incremento incuestionable de actividad económica que ha generado la JMJ en nuestro país supondrá unos ingresos fiscales muy superiores a los beneficios concedidos por su catalogación de evento de excepcional interés; por cierto, lo mismo que otros 15 vigentes en España en 2011. Por tanto, el hecho es que las administraciones públicas no han financiado la Jornada Mundial de la Juventud.

Hay otras cuentas que cuadran satisfactoriamente: son las de la valiosa aportación que la JMJ ha supuesto para Madrid y para la marca España. Cientos de millones de personas de todo el mundo, a través de la televisión, han podido visualizar las virtudes de Madrid y de España entera. De manera particular, todos los extranjeros venidos a la JMJ que se convierten en auténticos embajadores de nuestra tierra. ¿Cuál es el valor de todo esto?

La organización se ha guiado por criterios de austeridad, transparencia y solidaridad. Austeridad, porque hemos procurado reducir el coste todo lo posible y, por supuesto, no gastar lo que no ingresáramos. Transparencia, entre otras cosas, porque hemos publicado nuestros presupuestos y explicado con sencillez sus cifras: un gasto de 50,5 millones de euros financiado por los propios peregrinos en casi un 70%, mientras que el resto vino de donativos y patrocinios. Las cifras están ahí y la auditoría externa será pública tan pronto como concluya. Y solidaridad porque, gracias a la contribución generosa de todos los jóvenes, miles de personas de países en precariedad han podido participar.

Pero hay otras cuentas más importantes, mucho más importantes. El papa Benedicto XVI ha llenado los corazones de los jóvenes de palabras de esperanza, de ilusión y de compromiso. Una juventud, como él mismo dijo el primer día, envuelta en problemas -paro, falta de valores, discriminación...- que precisa de una luz que ilumine su vida, que la edifique sobre roca y que se cimente en la verdad. Sí, la JMJ no ha sido ajena al sufrimiento y a las dificultades de todos los jóvenes, como se ha puesto de manifiesto, de manera particular, en el histórico vía crucis de Recoletos -jamás se verá algo igual- o en la visita de Su Santidad a San José.

El Papa ha invitado a los jóvenes a buscar con ansia la verdad que da sentido al hombre, a enseñar sus caminos en las Universidades -lo dijo en el acto de El Escorial- o ser testigos de la misma de manera privilegiada, consagrando su vida -lo ha afirmado en los actos con las religiosas y los seminaristas-. Ayer, en el aeródromo de Cuatro Vientos, el Papa recordó a los jóvenes su naturaleza de hijos de Dios, amados por él e invitados, en el seno de la Iglesia, a ser testigos vivos ante los demás del tesoro que han recibido. Este Papa llega a los jóvenes con su discurso y con sus gestos sencillos. Jamás olvidarán los jóvenes al Papa de rodillas en Cuatro Vientos, bajo la lluvia, rezando ante el Santísimo en la imponente custodia de Arce. Jamás se olvidará.

Han sido jornadas de oración, de meditación, de catequesis, de encuentro con otros jóvenes y de un amplísimo programa cultural. En estas jornadas se ha hablado de Dios y del hombre, de la felicidad y de la plenitud. Si alguien buscaba otros mensajes, no los habrá encontrado. Es el Evangelio, la buena noticia que todo hombre anhela albergar en su corazón.

Después de más de dos años de duro trabajo, los organizadores agradecemos a todos la acogida prestada y el respeto. Pero, sobre todo, agradecemos al Santo Padre su presencia. Gracias, Santo Padre.

Fernando Giménez Barriocanal, director financiero de la Jornada Mundial de la Juventud.

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