Cuidado con el elitismo vacunal

De izquierda a derecha, las vacunas de Moderna, Pfizer y AstraZenaca, en un centro de vacunación de Stuttgart.THOMAS KIENZLE / AFP
De izquierda a derecha, las vacunas de Moderna, Pfizer y AstraZenaca, en un centro de vacunación de Stuttgart.THOMAS KIENZLE / AFP

A algunas personas les cuesta entender el concepto de bien público. La confusión en torno a los bienes públicos subyace tras las múltiples crisis de la zona euro. En estos momentos, representa el mayor obstáculo a una estrategia de vacunación eficaz en varios países europeos.

El concepto de bien público está claramente definido en economía. Una vacuna constituye el típico ejemplo de manual. Dicho en lenguaje corriente: la protección de uno mismo no es resultado de haber recibido una vacuna mejor que la del vecino. Es resultado de que todos los demás hayan sido vacunados, por la sencilla razón de que así no contagian.

Esta afirmación sigue siendo cierta, aunque la vacuna en cuestión tenga una tasa de efectividad marginalmente inferior. Será la inmunidad de grupo, no la superioridad de la propia resistencia, lo que abrirá los colegios, los restaurantes y los bares.

Lo que pasó en Alemania la semana pasada fue que la gente empezó a tratar la vacuna como si fuese un bien privado. Quieren el Mercedes, no el Volkswagen. Piensan que BioNTech es superior a AstraZeneca. La campaña de desprestigio contra el preparado de AstraZeneca es un desastre a muchos niveles. Arroja dudas sobre la eficacia de una vacuna barata y disponible que se puede almacenar en un frigorífico normal y puede ser manipulada en las farmacias, lo cual explica la rápida tasa de aumento de las vacunaciones diarias en Reino Unido.

En Alemania, incluso los miembros de la profesión médica insisten ahora en que quieren la vacuna de BioNTech para su personal. En la región del Sarre, en el suroeste del país, una cuarta parte de las personas con cita confirmada no se presentaron por miedo a que les administrasen la vacuna de AstraZeneca, aparentemente inferior. Un funcionario del Gobierno alemán había filtrado en determinado momento la historia de que esta última no funcionaba en la gente mayor. Esta afirmación es objetivamente incorrecta. La misma campaña de desprestigio, con regusto a Brexit, está teniendo lugar en Francia. Clement Beaune, el ministro francés para Europa, llegó a calificar a AstraZeneca de inútil.

A pesar de que la Agencia Europea del Medicamento ha aprobado la vacuna de AstraZeneca, Alemania solo ha autorizado su uso para personas menores de 65 años. Siendo así, ¿se la pondría usted si tuviese 64 años y le hubiesen dicho que no sirve de nada en personas un año mayores? Si se pone en duda la eficacia de una vacuna, se siembra la desconfianza en los siguientes grupos de edad. Esto sería perdonable si hubiese otras vacunas ampliamente disponibles y la gente pudiese elegir libremente. Pero, en estos momentos, ese no es el caso, y no lo será durante muchos meses.

Hasta el sábado, Alemania solo había vacunado a 4,87 millones de personas, el 5,9% de la población. Reino Unido había vacunado a 16,7 millones, el 25,3% de la población. La distancia sigue ampliándose. Además, en Alemania y en Francia la tasa de contagios está volviendo a aumentar, posiblemente debido a la propagación de la variante británica del virus.

Lo que agrava el problema en Alemania en particular es la negativa a dilatar la separación entre la primera y la segunda dosis. Todas las vacunas proporcionan un cierto grado de protección inicial tras la primera dosis. Esta es la razón por la cual Reino Unido ha decidido dar prioridad a la primera inyección, ya que así se potencia al máximo el efecto de inmunidad de grupo.

Desde el punto de vista matemático, el efecto marginal de la primera dosis es superior al de la segunda, pero esta última sigue siendo necesaria para lograr la inmunización máxima y que esta sea duradera. Esto convierte el calendario de vacunación en un problema de optimización matemática. Existe un intervalo óptimo entre el primer y el segundo pinchazo para que la inmunidad de grupo se alcance de la manera más rápida posible. Y ese intervalo no es igual a la separación que recomiendan los fabricantes.

Un estudio realizado en Israel mostró que la vacuna de BioNTech/Pfizer tiene una tasa de eficacia del 85% después de la primera dosis. Desde el punto de vista del bien público, es irresponsable no ajustar el calendario de vacunación en consecuencia, y proceder tan deprisa. Basándome en los tiempos de reacción hasta ahora, dudo mucho que esto vaya a ocurrir en los países europeos.

Otro problema que ha envenenado la campaña de vacunación en Alemania han sido las informaciones sobre los efectos secundarios. Por darle la vuelta a una metáfora: no es un accidente; es lo que cabe esperar. Todas las vacunas contra la covid-19 tienen efectos secundarios, que suelen durar poco tiempo. El personal médico de un centro de salud de Dortmund informó de fuertes reacciones, a causa de las cuales una cuarta parte de la plantilla no acudió al trabajo al día siguiente. Algunos representantes de la profesión médica están alertando contra el uso de la vacuna, y en el debate público, AstraZeneca es sinónimo de inseguro e ineficaz.

La situación cambiará cuando desaparezcan las dificultades de aprovisionamiento. Entonces no importará que la gente elija su vacuna preferida. Pero, hasta entonces, el elitismo vacunal obligará a los países a un confinamiento más largo del que sería necesario si la actitud fuese otra.

Lo que sabemos es que la vacuna de AstraZeneca, como los demás preparados aprobados, es eficaz contra el virus original que provoca la covid-19, así como contra la muy contagiosa variante de Kent. No evita el contagio de la mutación de Sudáfrica que, de momento, está presente, pero no se propaga con rapidez, pero sí que ofrece protección contra el agravamiento de la enfermedad y la muerte provocadas incluso por esta última. Las fórmulas de las vacunas se adaptarán a las nuevas condiciones a su debido tiempo, de manera que la segunda ronda incluirá preparados mejorados. No tiene sentido rechazar ahora una vacuna con la excusa de que más adelante se puede recibir otra mejor, porque se pueden tener ambas.

Lo ideal habría sido no empezar así, con un programa de adquisición retrasado y una campaña de desprestigio contra uno de los fabricantes. Así las cosas, lo mejor es que los gobiernos y los profesionales de la sanidad subrayen su confianza en todas las vacunas, de modo que quede claro que el beneficio de la vacunación es crear las condiciones para que se levante el bloqueo. Si se siembra la duda, los países tardarán más en alcanzar la inmunidad de grupo.

La Unión Europea y los Estados miembros siempre han tenido una actitud de autocomplacencia con la vacunación. Fue un error transferir la adquisición a una institución que hasta entonces nunca se había ocupado de ello. Pero arrojar dudas sobre la eficacia de una vacuna aprobada es imperdonable. Recordemos que los bienes públicos se basan en la confianza.

Wolfgang Münchau es director de www.eurointelligence.com. Traducción de News Clips.

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