¡Cuidado con el entorno!

El primer ministro francés entre los años 1993 y 1995, Édouard Balladur, publicó, cuando se cumplía una década de su salida de Matignon un pequeño libro de unas 150 páginas que lleva por título Maquiavel en democràcia, mecànica del poder (Mina, Grup 62). Balladur, un político con fama de discreto, pragmático y liberal, considerado discípulo del presidente Georges Pompidou, fue escogido para tan alto cargo en un momento en que los franceses decían estar cansados de los políticos tradicionales y parecían apostar por un perfil diferente para gestionar la nación. Ciertamente, Balladur rompía algunos estereotipos que parecían inamovibles hasta la fecha: nunca se llevaba el más mínimo dossier a casa, para preservar su vida familiar, y le molestaban los actos populistas como, por ejemplo, ir a los mercados en una campaña electoral. “Lo mío es no hacer el payaso en los mercados, en los teatros o en los estudios de televisión”, declaró convencido en una ocasión.

Los franceses acogieron con entusiasmo y verdadera veneración a Balladur y le concedieron cotas de popularidad del 55% cuando llevaba seis meses de primer ministro –20 puntos más que la confianza que recibió Manuel Valls el pasado agosto, al cumplirse el mismo tiempo de permanencia en Matignon–. Sin embargo se cansaron muy rápidamente de él. No tuvo más remedio que bajar a la arena política para intentar ser el candidato de la derecha al Elíseo. Finalmente, el marrullero Chirac, que partía en desventaja, alcanzó aquella nominación y la estrella de Balladur inició su declinar definitivo. De nada sirvió que diera tantas manos como el que más en los mercados franceses. Calles y plazas no eran su lugar aunque seguramente tampoco lo era la política a un nivel tan alto. No suele ser habitual que expolíticos que han ocupado cargos de tanta responsabilidad hagan libros tan duros y despiadados sobre su profesión. Desde el prólogo a la última página disecciona con acidez el tortuoso camino que en realidad espera a un servidor público y que queda muy lejos de una profesión noble como, en principio, debería ser la política. Sirva, como muestra, un botón. Para Balladur las democracias se están dejando arrastrar a un peligroso utilitarismo y para triunfar hace falta aún mucha más hipocresía, engañar no tan sólo a unos cuantos ciudadanos sino a todos.

Hay en el libro un capítulo especialmente destacable. El sexto, referido a partidarios, amigos y adversarios. Balladur se detiene y aborda con una mirada crítica el peso del entorno que no arriesga nada pero condiciona, decide e influye en las decisiones. Estamos acostumbrados a hablar del entorno en clave deportiva –ninguno tan famoso en el mundo como el del barcelonismo, históricamente dividido en ismos y ahora además con querellas por medio como si de un televisivo Sálvame de luxe se tratara–, pero tendremos también que observar en la política el papel que juega. Divide Balladur los entornos en cinco perfiles diferentes: los convencidos, los disciplinados, los oportunistas, los aduladores y, finalmente, las viejas glorias, los que ya están de vuelta de todo. ¡Ay los ex! Balladur huía de ellos como de la peste. Consideraba que un joven ambicioso y entusiasta sería siempre más útil que un veterano experimentado al que el cansancio habría hecho perder el gusto por la aventura. Pero es que además, como sostiene en el libro, si no fuera así y el veterano en cuestión quisiera realizar un camino empedrado y de mucho riesgo, solo podría ser por venganza, lo que obnubilaría su juicio y le convertiría en un personaje peligroso.

En el zigzagueante proceso catalán, que no deja de aportar novedades cada semana, sobre todo desde el 9-N, se ha abierto una grieta que es real y que afecta muy claramente a las dos organizaciones políticas mayoritarias: Convergència y Esquerra Republicana. Es, seguramente, la mayor crisis en el movimiento soberanista desde la manifestación de la Diada del 2012. Después de la conferencia de Oriol Junqueras del martes, cinco enormes socavones han quedado a la vista de cualquier observador en la sala del Palau de Congressos: Primero, una desconfianza máxima que afecta a la cúpula de los partidos y a los dos líderes que las encabezan. Predicar unidad e ir con las tijeras de podar árboles en la mano pensando que nadie se dará cuenta es un ejercicio imposible. Segundo, un enorme recelo que se alimenta a base de declaraciones y de intentar vallar con alambre de espinos el territorio propio. Hoy es imposible que una campaña electoral en Catalunya acabe sin que salten chispas entre CDC y ERC. Tercero, un conflicto de liderazgo. Aparentemente, los republicanos se encontraban más cómodos con el imparable retroceso de CiU que han venido dando repetidamente todas las encuestas desde las elecciones del 2012 hasta el 9-N, que con el escenario de cierta recuperación de Artur Mas que ahora reflejan los sondeos. Cuarto, el poder. Los resultados de las elecciones europeas del pasado mes de mayo y el sorpasso de los republicanos han tenido su efecto en los dos partidos. Convergència ha tensionado su organización pensando en las municipales y en conservar su impresionante poder local, mientras Esquerra busca irrumpir con mucha fuerza en los ayuntamientos y abandonar su actual papel testimonial. Y quinto, el capítulo de las pequeñas cosas, desde los reproches por la ruptura parlamentaria que incluye los presupuestos hasta la gestión previa a la celebración del 9-N; desde la presencia de columnistas en los medios públicos hasta el papel que debe adoptar la ANC y Òmnium.

Reparar con sólidas garantías estos cinco enormes agujeros precisará del material suficiente para que no quede el más mínimo rastro de fisura y el compromiso mutuo de que el pacto es mucho más que un acuerdo cosmético. Tendrá que producirse relativamente rápido, si no, las posibilidades de que las elecciones catalanes no se acaben celebrando en los próximos meses serán muy altas. Los acuerdos tendrán que tener en cuenta una premisa: tanto la ANC como Òmnium ya se encontraban cómodos con la propuesta de candidatura unitaria presentada por Mas en el Fòrum.

El próximo día 17 se pondrán a la venta en la casa de subastas Sotheby’s de Londres quince pinturas del ex primer ministro del Reino Unido y, sin duda, una de las personalidades más influyentes en la historia de Europa, Winston Churchill, de cuya muerte se cumplirán 50 años en enero. La obra pictórica de Churchill, realizada en gran parte durante sus periodos de vacaciones en el sur de Francia, es casi tan desconocida por el gran público como el Nobel de Literatura que recibió en 1953. Aunque el récord alcanzado por uno de sus cuadros es de 1,27 millones de euros, en esta ocasión los precios de salida son bastante más bajos. De entre los que se subastarán, destaca uno pintado en Carcasona y otro del Château de Saint-Georges-Motel, a unos 50 kilómetros de París, donde pernoctó Enrique IV antes de la batalla de Ibry en 1590, que Churchill pintó en 1935. El político británico confesaba que recurría a los pinceles, que comenzó a empuñar en una edad madura, para liberar ansiedad. No consta que Mas ni Junqueras se refugien en los tubos de pintura para luchar contra el estrés, pero sin duda les serviría como desatascador recordar una de las frases más populares de Churchill en que advertía que “el político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones”. No hay duda que las pinceladas del ex primer ministro en el lienzo de la política pueden resultar demoledoras.

José Antich

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