Cuidado con Olaf Scholz

En el ambiente flota un sentimiento de emoción en torno a Olaf Scholz, el actual favorito de las elecciones alemanas. Al parecer, una mayoría de votantes del país germano ha decidido que le gusta más que las alternativas. Pero no se engañen, las elecciones son juegos de suma cero. La CDU y los Verdes cometieron el error vital de elegir a sus candidatos principalmente en función de consideraciones internas de partido, sin pararse a pensar en qué resultados obtendría en una contienda nacional. El SPD, con todos sus defectos, acertó en una cosa: nombró un candidato que sabe jugar bien una mala mano.

Pero cuidado con lo que se desea, sobre todo si se es un keynesiano de izquierdas desesperado por que Alemania abandone su dogmatismo económico. Olaf Scholz ha estado en el centro de todas las malas decisiones que asociamos con la política económica alemana en los últimos 20 años.

Durante la segunda legislatura del Gobierno de Schröder, entre 2002 y 2004, Scholz fue secretario general del SPD, responsable de vender la Agenda 2010 de reformas del mercado laboral y la seguridad social a las reticentes bases del partido. La reforma laboral alemana se llevó a cabo sin coordinación con el resto de la zona euro. Consistió en recortes de los subsidios de subsistencia para parados de larga duración, así como en una serie de medidas que tuvieron el efecto combinado de reducir los costes salariales de Alemania en relación con el resto del mundo, pero también con otros Estados de la zona euro. Entonces fue cuando el país se convirtió en supercompetitivo. Alemania intentó culpar al despilfarro fiscal de la crisis de la deuda soberana. Así ocurrió, ciertamente, en el caso de Grecia. Pero el mayor problema subyacente para la eurozona en su conjunto era la divergencia en los mercados laborales. Una medida de estos desequilibrios fueron los grandes superávits por cuenta corriente de Alemania, que todavía hoy persisten. Scholz fue uno de los arquitectos de esta política.

En 2009, durante la primera gran coalición bajo el mandato de Angela Merkel, Scholz formaba parte del grupo de diputados del SPD que votó a favor del freno constitucional a la deuda. Esta norma de equilibrio presupuestario fue más allá del pacto de estabilidad. Precedió a la época de austeridad que estuvo a punto de desgarrar la zona euro, y condujo a un déficit crónico de inversiones que la eurozona sigue sufriendo hoy en día. Por aquel entonces, Scholz era ministro de Trabajo, y no fue responsable directo. El verdadero autor del freno a la deuda fue otro socialdemócrata: Peer Steinbrück, ministro de Finanzas. Pero Scholz fue un defensor firme y decidido de esta política.

Scholz cambió de opinión con respecto al freno a la deuda. No voy a culpar nunca a los políticos por cambiar de opinión después de un error. Dicho esto, el candidato del SPD tiene un historial de apoyo a las políticas económicas ordoliberales y conservadoras. Puede que, como canciller, haga lo mismo, al igual que su mentor, Gerhard Schröder.

Entonces, ¿por qué los socialdemócratas son conservadores en materia fiscal? Después de la Segunda Guerra Mundial, el SPD era el partido de la economía keynesiana. El representante más famoso de ese movimiento fue Karl Schiller, el gran ministro de Economía de la formación política a finales de la década de 1960 y principios de la de 1970. Su discípulo era Helmut

Schmidt, que más tarde se convirtió en canciller. La era del conservadurismo fiscal empezó en la década de 1980, cuando el SPD estaba en la oposición. El partido se autoconvenció de que tenía que hacerse respetable apoyando el conservadurismo económico. Al igual que los Demócratas en Estados Unidos, el SPD también se abonó incondicionalmente a la liberalización financiera. No hay nada que espante más a un socialdemócrata que ser calificado de irresponsable fiscal o analfabeto económico. Esto también explica la cercanía de los líderes socialdemócratas al poder financiero. Los ricos les otorgan respetabilidad.

En 2011, Scholz se convirtió en alcalde de Hamburgo, su ciudad natal. Su mandato coincidió con una trama fiscal financiera declarada delictiva recientemente por el Tribunal Federal de Justicia de Alemania. El fraude consistía en falsos reembolsos de impuestos sobre las plusvalías generadas por las transacciones de acciones. Por lo visto, el consistorio hamburgués de Scholz, por razones aún no bien conocidas, aceptó el argumento alegado por uno de los principales perpetradores de que se les debía el reembolso. Más adelante, siendo ministro de Finanzas de Alemania, Scholz eludió su responsabilidad cuando salieron a la luz las denuncias por el escándalo Wirecard.

Scholz es un tipo simpático, más sincero que Armin Laschet y más profesional que Annalena Baerbock, de los Verdes. Sin embargo, observando su historial en política económica y financiera, veo una serie de decisiones poco acertadas.

A lo mejor ha entrado en razón, pero basándome en sus antecedentes, nada me hace confiar en que Alemania esté a punto de cambiar sus políticas

Wolfgang Münchau es director de www.eurointelligence.com.

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