‘Cupido in love’

Ayer fue San Valentín, el globalizado patrón de los enamorados, aunque Catalunya prefiera Sant Jordi o se quede con los dos, algo que no me parece nada mal. Celebrar el amor es siempre positivo y estar enamorado y ser correspondido, uno de los mejores dones que puede otorgarnos la vida. En cambio, no serlo puede convertirse en algo catastrófico. Los antiguos ya lo advertían: si Cupido disparaba flechas con punta de oro, todo habría de ir bien, pero si una de las flechas tenía plomo en su punta significaba que el objeto del deseo no iba a corresponder a quien lo deseaba. Así les ocurrió, por ejemplo, a Apolo y a Dafne, cuya historia acabó fatal. La ninfa convertida en laurel y Apolo en un desesperado llorón, con cuyas lágrimas no hacía sino regar el árbol de su desdicha que, cuanto más crecía, menos tenía que ver con la bella Dafne.

Viene a cuento la mención de Cupido con los parabienes que acaban de dedicarle en las redes sociales y también en algunos periódicos, como La Vanguardia, a El Corte Inglés por haber incluido a una pareja gay entre los spots publicitarios, difundidos para sugerir que por San Valentín “cabe practicar la elegancia social del regalo…”.

El título del breve corto, protagonizado por dos chicos es, precisamente, Cupido in love y forma parte de una serie de cinco –los otros cuatro muestran parejas heterosexuales–, dirigidos por Roberto Pérez Toledo, que pueden verse en internet. El que nos ocupa le ha valido al presidente de El Corte Inglés, Dimas Gimeno, un semáforo verde, distinción con que el periódico que usted está leyendo destaca de manera positiva el comportamiento de los ciudadanos.

En el spot, un muchacho disfrazado de Cupido –representa a un actor sin trabajo contratado por los grandes almacenes para recordar con su presencia angelical que San Valentín es el día de los enamorados– tras un breve diálogo informal e insinuante con otro chico, viejo conocido suyo, finalmente le lanzará una flecha. Eso nos permite suponer que el verdadero Cupido, el hijo de Venus, cuya misión consiste en disparar y acertar aunque lleve una venda en los ojos y de ahí las paradojas del amor, premie posteriormente a la parejita del corto con las flechas de la correspondencia, eso es, las de punta de oro, como ocurre en las historias de amor que tienen final feliz.

No puedo menos que alegrarme de que el mundo de la comunicación sea sensible a otras posibilidades amorosas que no forman parte de las convencionales, centradas en las relaciones heterosexuales, aunque sea para atraer a la clientela rosa. Nadie ignora que el poder adquisitivo de los gais suele ser muy alto y, por tanto, los beneficios que se pueden obtener con el dinero que ellos gasten, muy ventajosos. De ahí que tanto El Corte Inglés como hace unos meses la joyería Tiffany reconozcan a esos colectivos de una manera natural y se dirijan directamente a ellos a la espera, claro está, de lo que ese reconocimiento pueda aportarles en ventas.

Todo eso, que tanto tiene que ver con la relación causa-efecto ligada a la economía de mercado, explica a la perfección, me parece, que se haya escogido a una pareja homosexual masculina y no femenina, cuyo poder adquisitivo suele ser mucho más escaso, lo mismo que es más escasa su visibilidad.

Las relaciones heterosexuales masculinas cuentan en su haber con una historia prestigiosa e incluso con referentes capitales en la cultura griega clásica, muy misógina por cierto, en la que el amor por los efebos era un síntoma de distinción anímica. Contrariamente a lo que sucede con la ausencia de datos sobre la historia de la homosexualidad de las mujeres. Tal vez porque el comportamiento lésbico, no lo olvidemos, queda fuera del control masculino que, hasta hace muy poco, impregnaba las vidas de más de la mitad de la humanidad y que en ciertos lugares del mundo lo sigue impregnando y hasta monopolizando. Sí sabemos, en cambio, que a menudo la transgresión lésbica ha permanecido enmascarada y, como algunas feministas han señalado, la sociedad tolera e incluso fomenta la amistad íntima entre mujeres mientras estas no quieran usurpar el papel del varón.

No estaría mal que, en aras de una sociedad más igualitaria, mucho más abierta y permisiva, la muy aplaudida campaña que El Corte Inglés acaba de promover por San Valentín con su Cupido in love se extendiera también el año que viene a los colectivos femeninos gais, con un spot inclusivo, pese a que las maltrechas finanzas de las gais, a consecuencia de una crisis que ha golpeado de manera mucho más dura a las mujeres, seguirán impidiendo que estas se demuestren mutuamente su amor con costosos regalos, comprados en cualquiera de los bien abastecidos departamentos de El Corte Inglés.

Carme Riera, escritora.

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