Curioso consenso

¡Albricias! Una maravillosa noticia llega desde lo alto: se ha logrado un consenso unánime de personas de diversas ideologías, vivencias, sensibilidades y sectores sociales en torno a un tema políticamente candente. En concreto, acerca de la política lingüística en Euskadi. Resulta que, como nos relatan maravillados los medios, en el Consejo Asesor del Euskera se ha aprobado por unanimidad un documento sobre las líneas futuras de esa política, a pesar de que allí estaban reunidas personas de la más distinta creencia, vivencia, ideología y opinión política.

La verdad es que la noticia me conmueve. Y no es para menos. Consenso unánime entre personas diversas en todo, hasta en sus vivencias. ¡Ahí es nada! Suena casi a magia, pero es real: un colectivo de personas diversas, pensando en el tema con objetividad y racionalidad, ha llegado a conclusiones unánimes. Es la demostración final de la bondad del procedimiento dialógico que propuso Habermas para establecer criterios morales verdaderos: un conjunto de personas desinteresadas, razonables, sinceras y dispuestas a dejarse convencer por el mejor argumento llegan siempre al consenso en una discusión abierta y sin constricciones.

Todo esto suena tan maravilloso que, casi casi, me da vergüenza levantar el dedo para poner un pero. Un pero pequeñito, sin duda ruin y despreciable, seguro que motivado por mi pequeñez de espíritu, pero un pero que no puedo dejar de contarles porque me tiene perplejo. Y es uno muy sencillo: ¿Cuántos monolingües castellanos había en esa comisión del Consejo Asesor del Euskera? Ninguno, se me contesta, todos eran bilingües hablantes del castellano y del euskera. Pero entonces, me pregunto, ¿cómo se dice que allí estaban representadas todas las sensibilidades y vivencias de Euskadi, cuando estaba ausente la de esa ínfima minoría del 70% de la población vasca monolingüe que no habla sino castellano? ¿Cómo se afirma que estaban presentes todos los intereses e ideologías si estaban ausentes los que, precisamente, van a ser el objeto directo de esa política lingüística consensuada? Porque la verdad, y por poner un ejemplo, si hacemos un Consejo Económico Social en el que estén presentes sólo los empresarios (no los sindicatos ni los trabajadores ni los consumidores) seguro que llegan a consensos rápidos y unánimes sobre la política económica a seguir por el Gobierno. Pero ¿se le podría llamar a eso un consenso entre personas y sectores de vivencias, creencias, intereses e ideologías diversos?

Pero hombre, me dirá alguno, lo lógico es que en el Consejo Asesor del Euskera sólo sesionen los que hablan vascuence. ¿Qué pintan allí los que no lo conocen? Cierto, así es en principio. Poco tiene que decir sobre el cuidado y conservación del idioma vernáculo el que lo desconoce, como yo. Se trata, por definición, de un asunto en el que sólo son competentes los hablantes de esa lengua. Pero la cosa cambia, y cambia mucho, cuando de lo que se trata es de si debe o no extenderse esa lengua a quienes no la hablan, si debe convertírseles en bilingües y cómo hacerlo. En ese caso, en el Consejo no se está hablando del euskera, sino de la política lingüística. Y los sujetos pacientes de esa política somos los monolingües, no los que ya hablan euskera. ¿Cómo es que no tenemos voz en el entuerto? ¿Puede calificarse de consenso universal el obtenido si no se nos ha dejado participar en la discusión con voz y voto como ellos?

No hace falta ser muy perspicaz para saber que la vivencia del problema tratado no es la misma entre los que conocen y practican el vascuence (para ellos es obvio y natural que su idioma debe extenderse) que entre quienes lo desconocen (cuyo interés, en principio, es el no verse cargados con exigencias no deseadas). Un Consejo que sólo reúne a los primeros no puede decirse que reúna todas las vivencias sobre la cuestión, sino sólo unas muy sesgadas, particulares y, además, minoritarias. Esto es algo tan patente que lo que de verdad produce asombro, por lo menos a mí me lo produce, es la mansedumbre y conformidad con que la opinión pública acepta como poco menos que natural y obvio que una parte sola pueda opinar como juez imparcial sobre la política que se va a aplicar a los demás. Una parte interesada que, además, no va a sufrir las consecuencias de esa política. Y que al socialismo vasco le parezca perfecto. Pero así es Euskadi, no le den más vueltas.

José María Ruiz Soroa, abogado.

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Le contesta Patxi Baztarrika, viceconsejero de política lingüística del gobierno vasco (EL CORREO DIGITAL, 28/02/09):Consenso para avanzar.